miércoles, 25 de febrero de 2015

CLÓNICA DEL AÑO 2

      

                                                   



              CLÓNICA DEL  AÑO 2




                        JUAN POZ

                                  

(El periódico)
Rebato de la muerte anticipada,
corroborante vida desvivida,
sibila del futuro acontecido.
La serie de los días futuridos
degrada en una sucesión minuenda,
precipitar de restas hacia el cero.
Y el ojo del presente va cegando
con su flecha lanzada hacia el futuro.
                            (Rafael Sánchez Ferlosio)

Realidad: El núcleo de un vacío.
                             (Ambrose Bierce)
                                              

Lo que turba a los hombres no son los sucesos, sino las opiniones acerca de los sucesos.
                               (Epícteto)

Pensaba que la historia verídica, precipitada e inquietante de un año, su atropello en  el alma, su pasión en la inteligencia, podría ser una novela de los tiempos actuales, entretenida y sorprendente.

                                (Ramon Gómez de la Serna



ENERO  



            1-1-02





                Es  intención del Clonista, en esta Clónica del año 2, acercarse a la compleja experiencia de la percepción, posible intelección y definición de la realidad. Ignora aún lo productivo o fútil de su intento, pero el no menos complejo paso del tiempo le ayudará a ir aclarando los conceptos, espera, y también a precisar los límites de su experimento. Nada nuevo ni original hay en él, excepto la necesidad propia de desvelar la vieja trama de trampas -o de trampantojos- que se esconde tras ese concepto tan traído y llevado, sudado y sobado, anatematizado y anatematizador, escurridizo y pétreo, veloz y tardo, síntesis y paráfrasis; esa realidad, en fin, tantas veces sentida como una losa funeraria de diez mil quilos, y tantas otras imposible de percibir siquiera. Desde bien joven ha tenido la sensación de que la realidad recibida como un argumento inapelable, la realidad escuchada como la gran amenaza, la realidad que acabaría poniéndole en su sitio -y ese ser más espacio que persona le invita a una digresión por la que no  puede permitirse el placer de perderse...-, la realidad dicha como con letras de molde y con el énfasis teatral de los grandes dramas, la realidad que disiparía cualquier sueño de cambiarla,  esa realidad, era un concepto tan vacío como sólo las fantasmagóricas creaciones del lenguaje manipulador pueden llegar a serlo. Hoy, casi en el medio del camino de la vida, el Clonista ha sentido la necesidad de ajustarle las cuentas a ese concepto esquivo y difuso, a esa palabra cuyo carácter imperativo siempre la ha hecho tan antipática como necesaria. De hoy en adelante, así pues, inicia un experimento que consiste en ir forjando ese molde de imprecisas dimensiones, para ver si, al final, o cuando sea, acaba teniendo una forma reconocible, significante, habitable e incluso amable. Pretende el Clonista, en el día a día de este año 2, consignar no tanto la realidad cotidiana, cuanto la percepción que vaya teniendo de ella a través de sus propias vivencias y, sobre todo, de la información recibida desde el siempre poderoso taumaturgo -subsidiario de la televisión, eso sí-  que es la prensa escrita. De las páginas de El País, lectura habitual del Clonista desde la aparición de su primer número, irá extrayendo, en la medida que pueda, las ayudas que le permitan explorar ese concepto tan lábil como un paisaje desértico. En el fondo igual aspira a la ingenuidad de creer que ser persona es tener sentido, y de que lo real por fuerza ha de ser racional. No lo sabe, lo confiesa. Le vienen grandes algunas palabras y no pocos conceptos. Sobre todo aquellos que enmascaran y alienan. Lo propio de este viaje clónico quizás sea, simplemente, averiguar si la realidad forma parte de él, él de ella, si es una invención funesta, una esclavitud irredimible, una broma macabra, un aforismo bergaminesco o la gran mesa de trucos cervantina donde se juega y siempre se pierde. Hoy mismo, 1 del 1 del 02, sin diario que llevarse a los ojos, ¿no parece que se haya desvanecido el mundo, que la realidad se haya quedado sin muchas de sus oscuras provincias, que su propia vida haya sufrido una amputación? Sí, cierto, la familia ha llenado las horas y la historia de un desencanto sentido como una herida en carne viva le ha entretenido durante buena parte de la tarde. Pero ¿dónde estaba él?, ¿podría decir que su realidad era ese desfile de la grandeur de las pequeñas cosas? ¿Se viven días enteros fuera de la realidad? ¿O, por el contrario, en la redacción de estas líneas -recuerdo de Bergamín y de Cervantes incluidos- se perfila ese único rostro de la realidad que le es familiar? 

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