11-1-02
Es
insoportable ver avanzar los días sin que nada hiera el corazón hasta dejar una
señal indeleble. Por el contrario, aterra oír al argentino Duhalde que su ideal
sea ser Adolfo Suárez y, casi al mismo tiempo, amenace con que si se da un paso
más habrá un baño de sangre. Se oye algo así, sabiendo que los argentinos no
pueden disponer de lo que es suyo y está guardado en los bancos, y ¡cómo no
reaccionaría uno en su lugar! Como si las necesidades de los niños o de los
ancianos admitieran estrategias gubernamentales. ¡Al carajo con los ladrones de
todo pelaje y bien repeinaditos! Como los que roban aquí, en la Cataluña
medieval infestada de peajes. De toda la anodina colección de supuestas
realidades que habrían de condicionar la del Clonista o la de la que se supone
que forma parte a título pro indiviso, nada se le queda hoy, a excepción de la
agresión sufrida por Molina Foix –siempre el buen recuerdo de La comunión de los atletas- a manos de
un crítico aguerrido y agresivo, ¡a saber si no pagado por el propio Dragó! De
malicias también se vive, y mucho. Por suerte, al final del mapa mudo del
diario ha encontrado el Clonista el espíritu de esta clónica en la afilada
invención y la desolada constatación de Millás, a quien el prodigarse sienta
bien: “la información no publicitaria tiene los días contados. Si la gente dejó
de usar el monóculo (...), ¿por qué no va a dejar de usar las noticias, que
no sirven para nada?” Así es. El
menosprecio de la realidad va en aumento. En el supuesto de que sea algo tan
claro y evidente como lo acabado de enunciar. Cada día parece más complicado
afirmar incluso que la tal realidad exista, más allá del extravagante mundo de
la creación artística, por supuesto.
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