miércoles, 4 de marzo de 2015

     11-1-02

            Es insoportable ver avanzar los días sin que nada hiera el corazón hasta dejar una señal indeleble. Por el contrario, aterra oír al argentino Duhalde que su ideal sea ser Adolfo Suárez y, casi al mismo tiempo, amenace con que si se da un paso más habrá un baño de sangre. Se oye algo así, sabiendo que los argentinos no pueden disponer de lo que es suyo y está guardado en los bancos, y ¡cómo no reaccionaría uno en su lugar! Como si las necesidades de los niños o de los ancianos admitieran estrategias gubernamentales. ¡Al carajo con los ladrones de todo pelaje y bien repeinaditos! Como los que roban aquí, en la Cataluña medieval infestada de peajes. De toda la anodina colección de supuestas realidades que habrían de condicionar la del Clonista o la de la que se supone que forma parte a título pro indiviso, nada se le queda hoy, a excepción de la agresión sufrida por Molina Foix –siempre el buen recuerdo de La comunión de los atletas- a manos de un crítico aguerrido y agresivo, ¡a saber si no pagado por el propio Dragó! De malicias también se vive, y mucho. Por suerte, al final del mapa mudo del diario ha encontrado el Clonista el espíritu de esta clónica en la afilada invención y la desolada constatación de Millás, a quien el prodigarse sienta bien: “la información no publicitaria tiene los días contados. Si la gente dejó de usar el monóculo (...), ¿por qué no va a dejar de usar las noticias, que no  sirven para nada?” Así es. El menosprecio de la realidad va en aumento. En el supuesto de que sea algo tan claro y evidente como lo acabado de enunciar. Cada día parece más complicado afirmar incluso que la tal realidad exista, más allá del extravagante mundo de la creación artística, por supuesto.

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