17-1-02
No
está en la realidad impresa -que condiciona tanto esta Clónica- pero desde la
radiofónica se ha instalado con rotundidad -la misma de su propia vida
exuberante y provocadora- la muerte de Camilo José Cela. Mañana cubrirá páginas
y más páginas de todos los diarios como si fueran un sudario redactado
pobremente y sin los tics barrocos del gallego ya universal. La furia y el
patriotismo argentino unidos siguen marcando el territorio con su reguero de
desesperaciones, abusos y amenazas de males mayores e imprevisibles. Por la
parte de acá, los tribunales obligan a que el Ayuntamiento de Sevilla combata
el botellón, esa edificante costumbre
juvenil de cogerse un buen peo y
convertir las calles en urinarios y discotecas durante toda la noche. Y junto a
esa creatividad espirituosa juvenil, la constatación de la escasísima
dedicación del varón español a las labores del hogar, salvo honrosísimas
excepciones entre las que el Clonista tiene a bien, de su sociedad familiar limitada, contarse. Y
al final, el recurso a la publicidad de la firma Artur Andersen para lavar su
“pecadillo Enron” y persuadir a sus actuales y futuros clientes, a golpe de
talonario y de creatividad publicitaria -la gran máquina de la alienación
contemporánea-, de la bondad intrínseca del 99'99 de sus actividades. Por
cierto, en la realidad trazada con la escala del diario, ¿qué parte ocupa el
suplemento Quadern, dedicado a la
cultura catalana? El Clonista se pasea por el suplemento y tiene todita la
sensación de hacerlo por una necrópolis, o por una abadía benedictina en el
siglo XVIII. Supone que es realidad “palpitante” de este país, pero no le
abandona la percepción de la criatura como un museo de taxidermista. Hasta el
negro de la tinta de sus páginas parece distinto del del resto del diario. Le
resulta incomprensible, su sensación. En fin, después de un entrenamiento
satisfactorio, la realidad ha de contemplarse desde una calma infinita, la del
descanso reparador e inminente. Ya.
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