martes, 10 de marzo de 2015

17-1-02

            No está en la realidad impresa -que condiciona tanto esta Clónica- pero desde la radiofónica se ha instalado con rotundidad -la misma de su propia vida exuberante y provocadora- la muerte de Camilo José Cela. Mañana cubrirá páginas y más páginas de todos los diarios como si fueran un sudario redactado pobremente y sin los tics barrocos del gallego ya universal. La furia y el patriotismo argentino unidos siguen marcando el territorio con su reguero de desesperaciones, abusos y amenazas de males mayores e imprevisibles. Por la parte de acá, los tribunales obligan a que el Ayuntamiento de Sevilla combata el botellón, esa edificante costumbre juvenil de cogerse un buen peo y convertir las calles en urinarios y discotecas durante toda la noche. Y junto a esa creatividad espirituosa juvenil, la constatación de la escasísima dedicación del varón español a las labores del hogar, salvo honrosísimas excepciones entre las que el Clonista tiene a bien,  de su sociedad familiar limitada, contarse. Y al final, el recurso a la publicidad de la firma Artur Andersen para lavar su “pecadillo Enron” y persuadir a sus actuales y futuros clientes, a golpe de talonario y de creatividad publicitaria -la gran máquina de la alienación contemporánea-, de la bondad intrínseca del 99'99 de sus actividades. Por cierto, en la realidad trazada con la escala del diario, ¿qué parte ocupa el suplemento Quadern, dedicado a la cultura catalana? El Clonista se pasea por el suplemento y tiene todita la sensación de hacerlo por una necrópolis, o por una abadía benedictina en el siglo XVIII. Supone que es realidad “palpitante” de este país, pero no le abandona la percepción de la criatura como un museo de taxidermista. Hasta el negro de la tinta de sus páginas parece distinto del del resto del diario. Le resulta incomprensible, su sensación. En fin, después de un entrenamiento satisfactorio, la realidad ha de contemplarse desde una calma infinita, la del descanso reparador e inminente. Ya.

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