2-2-02
Con
el retraso propiciado por la voracidad del tiempo, que obra con piqueta arbitraria
e infatigable, accede el Clonista a la casilla dosificada del mapa desplegado
de la realidad. Y ante él, expuesto a su imaginación en su totalidad, no sabe
de qué alarmarse más, si del blanco cegador que encubre la posibilidad o de la
convicción de que la rutina y la monotonía van a hacer emerger unos paisajes
que en poco o nada se van a diferenciar de los rincones ya consolidados: la
necedad, la nadería, la violencia, la gratuidad, la vanidad y un cortejo de
miserias que espanta, como un pasacalle de carnaval lleno de demonios de cartón
piedra, a un niño de dos años. Al frente, la necesidad de la Empresa de apostar
por su caballo deseadamente ganador: Zapatero. Y ultramar, la reparación de una
injusticia: es ilegal que los bancos argentinos no devuelvan a sus propietarios
el dinero que les han confiado. Y enseguida las amenazas: del gobierno y de los
bancos: amenaza la anarquía; amenaza la bancarrota. Esa es la verdadera
realidad: una pura amenaza. Desvanecerse en el metro supone verse expulsado a
la despiadada claridad exterior, y morir a plena luz del día, como el hijo de
la senadora Sauquillo. Pretender acceder al paraíso del primer mundo supone
morir en un escondrijo de camión o ser lanzado al agua desde una patera
abarrotada. Mientras, algunos políticos estafadores, como los de Unió, combaten
la batalla perdida de su honestidad. Otros utilizan los fondos públicos para
campañas publicitarias, como la del candidato Mas, quien a golpe de fotogenia
ejecutiva aspira a seguir mandando en lo que queda de la devastada Barçaluña, la finca naciunalista. De más
calado y penetración es la noticia de la asunción de su homosexualidad por
parte del cura de Valverde del Camino. Y la guinda es la declaración del
miembro de la plataforma gay del PP, dispuesto a denunciar la propia de algunos
obispos con quienes tuvo relaciones en la época del seminario. Lo de la iglesia
católica en este país, ecónomo de Valladolid por medio, Concordato atravesado y
negocio e hipocresía en los flancos, es
una buena prueba de la distancia entre realidades, el buen plural no de los
puntos de vista, sino de los intereses que litigan por llevarse algo más que el
gato al agua. ¿Qué sería de una Iglesia que dependiera solo de la buena
voluntad económica de sus feligreses? ¿Hasta cuándo el estado ha de seguir
regalando dinero público a una confesión religiosa y, por lo tanto, institución
privada con manifiesto y público ánimo de lucro? ¿Estado laico, España? ¿No
habría que reformar la Constitución para que efectivamente lo sea? Pues
adelante, y que se dejen de hostias. Como ha sido noticia común, a pesar de la
brutalidad del hecho, el asesinato del ecuatoriano Wilson Pacheco, no sabe el Clonista
ni si ha llegado a pasar el filtro de su indolencia y de su estragada memoria a
cortísimo plazo. Hoy aparece la foto de su viuda recién llegada a Barcelona.
Sola, reza el titular. Ni familia ni autoridades ni responsables de la empresa:
sola, y sin su mundo. Quien lo empujó al agua, donde se ahogó, anda huido; los
otros en prisión. Y la noche barcelonesa, como cualquier noche de cualquier
ciudad del primer mundo, está llena de locales donde se discrimina racial y
socialmente. Y el Clonista se calló.
¡Menos mal que quería dosificarse, al menos hoy! Algún día habrá, supongo, en
que esta clónica y el supuesto espejo esmerilado de la realidad coincidan in
extenso. ¡No quiere ni pensarlo, el Clonista! Un día para clonar un día, o
quince o un mes, ¡o toda una vida!
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