lunes, 16 de marzo de 2015

21-1-02

            Los lunes, además de día infernal y maldito, son un agobio de horas encadenadas en la prisión educativa, en el incorreccional. ¿Sobre qué realidad puede uno meditar cuando el peso del vacío lo ha laminado? Abierta la ventana plural de los mundos taraceados, ¿qué se descubre sino la cantinela repetida del día a día sin sorpresas? Extraño modo el que tiene la realidad de manifestarse. Día a día parece como si su existencia dependiera de que las variaciones sean imperceptibles. Y cuando se produce el notición, la bomba informativa, el suceso descomunal, desmedido, usualmente atroz, nadie se cree que sea cierto, y se vive como una alucinación, un sueño o la repetición fantasmal de un recuerdo olvidado. Así, bien se la han jugado a los argentinos, con ese cambio que les va a robar la mitad de sus ahorros, mientras que las grandes y medianas fortunas han evadido sus dólares a confortables y numeradas cuentas suizas como las de Menem. Por otro lado, y aunque será mañana la portada de toda la prensa, ¡qué conmoción tan enorme el conocimiento de que la madre de Santomera ha estrangulado a sus dos hijos con el cable del alimentador del móvil! En el siglo veintiuno, un suceso del menos uno y aun de más allá. Así somos, también. A su modo, pasa lo mismo en el País Vasco: la discrepancia ideológica se resuelve mediante el asesinato ritual y propicio a la mayor salud de los inmisericordes dioses del nacionalismo funesto. ¡Vivir en un territorio con dueño! También Pujol, que ya se va y deja un maniquí-jefe-de-planta-de-El Corte Inglés, a gusto de su señora y de sus hijos, ha gobernado Cataluña al más puro estilo andaluz terrateniente. ¡Para que luego digan que la inmigración no ha dejado su impronta indeleble en el país! A lo lejos, acorralado, Arafat tiembla ante la emboscada del genocida Sharon. ¡Ay, cuántos adeptos tiene la contagiosa religión del terror! ¿Son realidades dentro de la realidad? ¿Realidad comprehensiva, pero una? A estas horas, frente al ordenador, en el caos de tiempos del globo, dormidos y despiertos, moribundos y torturados, escondidos y acechantes, estafadores y altruistas solidarios, ¿con qué sangre colada no escribirá la naturaleza su  terrible venganza ciega? Ni el consuelo de la filosofía, ni la filosofía del consuelo bastan para amortiguar, que es un iluso guarecerse de la muerte, el desconsuelo pronto a transformarse en impúdica ataraxia.

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