miércoles, 18 de marzo de 2015

23-1-02

            ¡Qué ingrata memoria a cortísimo plazo! Doblar la última página del diario supone haber perdido en el pozo oscuro del olvido casi el 90% de lo leído. La realidad nos hiere con una fugacidad insultante. Y no hay más remedio que aceptar. Día a día se arrastra una cola de acontecimientos cuyo devenir acaba por anestesiarnos, por inmunizarnos frente a los muchos frentes del horror, que si no es jinete del apocalipsis, debería serlo; un horror pluriforme que vemos domesticado en las columnas, incapaz de salpicarnos la sangre exaltada de sus entrañas. Los titulares de un diario pretenden marcar los hitos de la realidad, y en esa disputa feroz se aprecia la inevitable naturaleza fragmentaria de una realidad que difícilmente se sujeta a la voluntad de los poderosos grupos mediáticos. Barrionuevo y Corcuera han sido absueltos de lucrarse con los fondos de reptiles. Vera, sin embargo, ha sido condenado. Demasiada oscuridad, demasiados navajazos traperopolíticos andan de por medio para que nadie pueda poner la mano en el fuego. El Gran Hermano, no obstante, fue preservado del acto de fe propiciado por la derechona. Como bien diría José Luis: ¿y qué me va ni me viene a mí en toda esa alienación política?, ¿en qué medida el seguimiento estrechísimo de tantos lances supuestamente decisivos para la vida política del Estado me proporciona o me quita a mí la felicidad? El viejo dicho, un hombre sin información es un hombre sin opinión, es un lema publicitario de dudosísima verdad. De hecho, la experiencia de esta Clónica casi le lleva al Clonista a pensar justo lo contrario: el exceso de información -y cualquier diario aporta más de a la que cualquier persona puede atender con cierto interés y competencia- ahoga el surgimiento de la opinión, excepto que se genere la mimética de la línea editorial del diario, que es lo que usualmente suele ocurrir. Día alicaidillo éste, parece. Como muchos otros. El gran problema de la vida moderna es ciertamente el cansancio. No sé si el estrés. Pero sí el cansancio. Cansa casi todo. Y el sueño cada vez repara menos. Y la realidad se ajusta peligrosamente a los ritmos de las alarmas que nos gobiernan con su argot carcelario. Marsillach, sin representación gubernamental en su entierro, pues son auténticos facciosos quienes gobiernan, se ha descolgado ya del carrusel de la feria de vanidades, él que tuvo tanta. Por lo demás, entre las noticias de quienes roban o asesinan, o de los bancos y cajas que siguen aumentando su cuenta de beneficios, o de los no olvidados argentinos a quienes les están robando impunemente, encima de decirles que tendrán que hacer sacrificios, ¿qué puede mover a un ser cansado para meterse, a estas horas de la noche, a indagar cuál pueda ser la exacta, la científica fisonomía de la realidad? La pregunta es: ¿existe la realidad?

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