martes, 24 de marzo de 2015

30-1-02

     Que los diarios maquillan la realidad está fuera de toda duda. Que ese maquillaje constituya una labor de taracea de difícil credibilidad, también. Pero hoy destaca, entre el fárrago de obviedades elevadas a recuadro, columna, artículo y publicidad, una declaración de principios de Emilio Guevara sobre su antiguo partido, el PNV -pues por escribirla ha sido expulsado de él- y sobre los mínimos éticos de la dedicación política. En resumidas cuentas, Guevara viene a decir que militar en un partido hoy, en España, significa exclusivamente asentir y renunciar a una opinión personal crítica. Esa es su experiencia, y la de todos cuantos observan la vida partidaria desde la atalaya de una independencia de criterio que no se aviene con el régimen de ordeno y mando que impone el juego de las mayorías y las minorías. En este país sobran obispos. Este es, aún, un pueblo vestido de sotana y armado de hisopo para bendecir cualquier cañón que dispare sus irrebatibles argumentos. ¡Que tanto miserable alguacilillo tenga poder para marcar con sus orines el espacio de lo real! Viene a decir Guevara que la falta de libertad en el País Vasco está por encima de cualquier otro problema. El gobierno del estartrequiano, sin embargo, con el cura del trabuco al frente, debe seguir sosteniendo que lo que les falta a tantos concejales que se van, hartos de que juegue con ellos ETA al pim pam pum sin que a casi la mitad del pueblo vasco le importe lo más mínimo su drama, son cojones u ovarios. La realidad oficial es el anuncio publicitario de Euskadi como lugar turístico casi paradisíaco. La realidad real es el miedo, el silencio, el recelo, la venganza, el odio, las extorsiones y los asesinatos. Y al otro lado, un Papa que nunca termina de agonizar del todo y que incita a la rebelión contra las leyes de la República que afectan al divorcio, pues predica la insumisión de quienes habrían de aplicarlas. A veces tiene uno la sensación de que el verdadero milagro es el de que se haya impuesto la razón como método para organizar la sociedad y la convivencia. Son muchos sus enemigos, y algunos papapoderosos, pero es la única compensación, el único alivio que puede sentir un europeo cuando contempla el fundamento racional de sus sociedades -con todas las excepciones que se quieran-, frente al fanatismo, el pensamiento mítico o militarizado que rigen en otros rincones del planeta.

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