9-1-02
Liberado
de la fiebre, aunque plagadito de convulsas expectoraciones, la realidad sigue
teñida de corporeidad castigada. Más cuando la noticia de la avidez sexual de
Iris Murdoch, incluido Elías Canetti en plan sádico, resulta una noticia
destacable. Los jugos corporales, al cabo, siguen convocando la atención de la
especie como si no hubiéramos salido de la Edad Media y aún nos guiáramos por
los famosos humores teóricos. A su lado, la palidez de noticias como el triste
tango argentino, la ducemanía de Berlusconi, a quien defiende el no menos
carismático Aznar, la malversación de fondos en el Ayuntamiento de Madrid y en
uno de los partidos que gobierna Cataluña y otras noticitas así es tan evidente
como la incapacidad de retener ninguna de ellas tras haberle puesto punto final
a la lectura de la ventana abierta al mundo congelado.
10-1-02
Colgado
aún del Kleenex, parece como si un lienzo blanco le velara en parte la realidad
al Clonista y, de paso, le deslumbrara. Cuesta fijar en la memoria lo anodino.
Y anodino es casi todo lo que pasa. Aun a pesar de los tintes de tragedia cuyas
manchas quedan bien lejos, extendidas como maldiciones inoperantes en las
páginas del diario. Todo, como la propia vida del Clonista, es minúsculo. Ya
miente. Hay grandezas ciertas: la satisfacción de los hijos; el placer de la
contemplación de la conjunta; las dos páginas arrancadas a la novela en curso;
la seguridad de un entrenamiento decente, etc. Y junto a todo ello, las
inacabables discusiones sobre estrategias y miserias en las vascongadas, cuando la situación de falta
real de libertad es tan evidente como la de los judíos y todos los demás
opositores en la Alemania de Hitler. Falta real, ha escrito. Cree saber el Clonista
, después de haber padecido una dictadura hasta los 24 años, qué realidad es
ésa. De modo provocativo, pues la insertan en las páginas de Sociedad, en vez de en las de Internacional, se publica la noticia de
que Bush aprobará una ley para que los colegios donde se produce el fracaso
escolar puedan echar a sus profesores a la calle. He ahí, de repente, una
realidad con la que no contaba: expulsado a las tinieblas del paro, llevado a
la quiebra económica, a la miseria, a la imposibilidad de seguir proporcionando
a sus hijos lo que necesitan, sobre todo una buena educación. A veces desde la
letra impresa el salto a la realidad es un ejercicio de acrobacia o
funambulismo que espeluzna. La suerte es encontrarse, por feliz designio de los
hados, un artículo como el de Arcadi Espada acerca del siluro albino, ¿escata de neu, tal vegada...?, otro de
Jordi Llovet sobre los anacoretas y un detalle estadístico impagable -porque la
estadística es la realidad última, la realidad de realidades, la única, quizá,
con la que tienen contacto los políticos que obran sobre la polis: Artur Mas,
el candidato más quijadesco..., es el preferido por los mayores de 65 años...
¡Menudo golpe a sus vanidad de joven estrella ascendente del nacionalismo!
¿Habrá pasado ya el sarampión nacionalista? ¿Se habrá quedado, el oxidado
ideario, para tertulia geriátrica del IEC?
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