13-2-02
Y a ese
pasado vamos volviendo a pasos agigantados, los del diminuto Aznar y su alegre
y dispar colegio cardenalicio. De repente aparece la LOAPA famosa con toda la
crudeza de un proyecto de mayoría absoluta que se juzga estúpidamente a
resguardo de cualquier descalabro electoral, cuando la experiencia más debiera
aconsejar lo contrario. De aquí a poco florecerán los gobernadores civiles y,
como en unas dependencias de la Junta de Castilla y León, aparecerán en los
edificios públicos sacerdotes para imponer la ceniza el miércoles
correspondiente. El sueño de que tras la
fragmentación exuberante de la realidad haya un principio ordenador lo han
tenido muchos, pero la obstinación de lo complejo en sustraerse a él y seguir
manteniendo la diversidad como divisa debería sosegarnos, por muy desconsolados
y huérfanos que nos deje. Enfrentarse a la realidad, como discretamente se hace
desde esta clónica, abre heridas y deja secuelas, sobre todo cuando la espuma
inconsistente de lo real desaparece de nuestras manos por un golpe de viento
que nos la arrebata como esparce los
frágiles vilanos. Quizás debería el Clonista montar en cólera y quejarse
amargamente de la muchísima realidad que hay en la desesperación del tráfico,
la cerrilidad de muchos estudiantes y profesores; en la sensación de estar
pagando peaje continuamente para todo y en todos sitios; en la convicción de ser un juguete de poderes
que te dan hilo para que te sientas libre y que, en cualquier momento, siempre
a su conveniencia, te abaten; en un amago de lesión inoportuna en los gemelos;
¡en tantas cosas! Por eso, abrir el diario y exponerse a los mensajes que
construyen el decorado de nuestras vidas resulta tan fatigoso. A veces ni
siquiera el espíritu lúdico con que puede uno recibir las informaciones,
tomándolas como un juguete cómico marxista, es capaz de levantar el maltrecho
ánimo de un contribuyente cansado de batallar, de un proletario superado por la
escasa ayuda estatal para sacar adelante a la prole, de un artista que vive la
amarga experiencia del tiempo que se le escapa de las manos sin dejar el pósito
de la obra que avanza con lentitud de bueyes normandos. En fin, en el principio
está Milosevic y la carta blanca que dio para que se escribieran páginas de
exterminio tan negras como muchísimas otras de la Historia, lejana y cercana.
Todo dios se queja del fanatismo religioso, pero ¿y del fanatismo histórico? No
sabría decir el Clonista qué ha hecho más daño a los pueblos, si la religión o
la Historia, ese interesado relato usualmente tan mal escrito, esos anales de
la escoria de la especie. No serán algunos jóvenes quienes diluciden la
cuestión, pues bastante atareados estarán emborrachándose como para atender a
otros menesteres. La precariedad laboral y la imposibilidad de acceder a una
vivienda para independizarse son también parte del problema, claro, pero eso,
como puso Pujol de moda, “no toca”. Siguen muriendo los inmigrantes que
pretenden llegar en pateras, pero tampoco “toca” la solución: hay negocio
detrás. Y en esa visión enfebrecida a través de un view master que nos cambia
el espectáculo radicalmente, aparece el recuadro poético de las mariposas
muertas de frío: ¡entre 220 y 270 millones de ejemplares! ¿Morirán con las alas
desplegadas? De hacerlo así, ¡qué estremecedor paisaje fúnebre naranja y negro!
Pero junto a ellas otro silencio muy distinto, el del presidente de Enron,
dispuesto a que abogados espléndidamente remunerados hablen por él y consigan
que lo exculpen de cualquier responsabilidad, que lo lograrán. A veces el Clonista
se pregunta si su alergia a las noticias económicas no será la confirmación de
su subditanía y el sueño feliz de sus
opresores. Probablemente. El Clonista se compromete a continuar esta reflexión
sobre la elección de realidad, pues, en principio, parece otorgarnos un cierto poder, pero mucho se teme que sea otro espejismo de
los esclavos sedientos, no tanto de ella cuanto de su cara más favorable. ¿Es,
pues, Fortuna, la realidad? Echarse un trago de sueño, descansar y abrir mañana
los ojos al son real de las alarmas que le invitan a seguir participando en la
guerra de los cien años que desea vivir es lo que al Clonista le conviene..
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