domingo, 12 de abril de 2015


14-2-02

     Supone Clonista –quien acaba de alcanzar su nombre propio– que la realidad también es que llegue la noche y no haya encontrado ni un puto momento en todo el día para saber de qué va la desconcertante película de la realidad en cuestión, y ello por las obligaciones familiares, deportivas, profesionales o por simple agotamiento. Quizás contribuya al falso lamento presente esa suerte de impasibilidad, de acorazamiento de que el espectador, lector arúspice y paciente, se reviste para soportar el paso de los días, ajeno al reflejo del espejo o al incesante bombardeo de quienes nos quieren convencer de que esto que vivimos es the real thing, the real stuff. Cada día clonicado en este modestísimo laboratorio le persuade más a Clonista del carácter de sueño fantástico y arbitrario de la realidad, de su insustancialidad, de su intangibilidad, de su marcesibilidad y de su maleabilidad, entre otros rasgos desgarradores. Ahora mismo, que vuelve desde el domingo 17, tiene todita la impresión de que está intentando resucitar un cadáver hediondo. Un diario jamás resiste la prueba del tiempo. Desde el día siguiente a su publicación, todo lo consignado en él es ya auténtica Historia. Si leemos simultáneamente un ejemplar de anteayer y otro de hace cien años enseguida advertiremos, dentro del inmenso bloque de ámbar en que se conservan las dos diferentes realidades, que son intercambiables, pues poseen una misma condición, la del pasado irrevocable. Incluso la propia guerra contra Sadam Husein, ya parece haberse librado aun antes de ser declarada. Como el Núremberg de Milosevic, aunque ahora no aparecen por el juicio quienes con sus contemplaciones permitieron su sueño genocida. Linz coincide con algo ya clonicado aquí: el político ha de decir que algunos problemas no tienen solución, como el terrorismo, por ejemplo, o el foso de las desigualdades sociales o el alcoholismo juvenil o la ignorancia colectiva o la rapiña de los bancos o cualquier otro de la lista que cualquiera convertiría en interminable. Una investigación sobre la sexualidad de los zapateros comunes -insectos, por supuesto-, resulta esclarecedora sobre la pugna entre sexos para asegurar la continuidad de la especie. La tentación de la extrapolación es grande, y quizás no haría justicia a la de la especie humana. Y aún Botín repartiendo lo propio entre los suyos para asegurar la dinastía. Todo muy chato.

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