martes, 14 de abril de 2015


15-2-02

     Segundo asalto al pasado. Segunda frustración. Segunda vez, como segunda parte que nunca fue buena, y hay excepciones a porrillo. Y una misma atonía. Y un parecido agobio. Y una invitación vespertinonocturna que te lo trastoca todo. Y la imposibilidad de ser asocial. Y haber sabido que, desde la minúscula realidad cotidiana, la gran realidad del mundo se desvanece como una pesadilla así que suena el despertador. ¡Qué extraño se hace el día cuando casi hasta última hora no se ha podido echar un vistazo a la realidad! Por un momento se alberga la esperanza de que, al abrir la realidad envasada, haya habido algún cambio real, o de que realmente la realidad sepa convencerte del imperio que ejerce sobre las conciencias y, sobre todo, sobre las esperanzas de quienes quizás lo esperan todo de ella. ¿Son los hechos la realidad o lo es la conciencia de ella? A veces todo parece una simple cuestión mecánica, de mecanismo, de que funcione todo como se espera que lo haga el gran artefacto que hemos construido, por acción y por omisión. En fin, palabras mayores que, en la madrugada del sábado al domingo, tras una partida interminable de Rummikub, ni son pertinentes ni pueden seguirse con la suficiente claridad de mente y cuerpo. ¿Por qué, a posteriori, el acta de la realidad parece falsa? La realidad fijada se vuelve una impostura, si se la contempla uno o dos días después de haber existido, de haber sido un presente que siempre le roban la radio y la televisión. Ahí está, para demostrarlo, el rifirrafe montado en torno a la cátedra disputada por un abertzale y una “españolista”, es decir, por un ideólogo del terror y una socialista aterrorizada y resistente. Las dos vascongadas frente a frente, los dos países ¿irreconciliables? No es que por las vascongadas anden mal las cosas, sino que anda -campa a sus anchas- el mal, que no es lo mismo. Es ya una foto fija de la realidad. El día en que esa laboriosa esquinita escindida dentro de sí deje de proporcionar fragmentos de apocalipsis, ¡qué jartá de merecido aburrimiento vamos a tener! Al igual hasta reducen plantilla en los diarios. O no. No muy lejos de esa esquina se perfila, por ejemplo, la guerra del pañuelo, ya que no del chador, pues son distintos. Chador es el manto negro que llevan las marginadas protagonistas de El círculo, una estremecedora película que nos habla de la Edad Media del siglo XXI en Irán. Pañuelo, al fin y al cabo, han llevado las mujeres en este país durante años y años, y aún sigue siendo prenda oficial del uniforme de viuda anciana rural. Por otro lado, ¿cuántos desintegrados mentales no llevan gorras casposas que no se quitan ni para dormir? En fin, que las salvas de balas podían guardarse para guerras mayores, en vez de para simples escaramuzas. Pero, desde la perspectiva de pasado mañana, es decir, de hoy domingo, ya se puede profetizar, sin riesgo, que traerá cola de demagogias varias, que tanto adornan el vacío de la necedad. ¿Está cerca de ese velado barullo lo del esquiador mercenario que conquista “oros” para “España”? Resulta grotesco, y es real. La deformación de la perspectiva debe ser parte de la realidad, como la participación sustancial del observador modificando el fenómeno. Así nos luce el pelo.

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