19-2-02
Aún le da
vueltas Clonista a la selección instintiva que impone el observador, haga o no
una clónica como la presente. Quizás el título de la aventura es pretencioso,
además de inexacto. En cualquier caso es la intención lo que cuenta, porque la
laboriosidad con que se esmera en hacer reconocibles los días que pasan tiene
un mérito innegable. ¿Quién habría de atreverse a tanto, excepción hecha del
nesciente, del mentecato, del ignaro? Y lo peor de la realidad, tan próxima al
tiempo, es su mutabilidad. Contemplada a través de la lata de sardinas que es
el diario, pues todas las noticias se ordenan, bien apretaditas, en columnas,
como los descabezados, aceitosos y sabrosos pececillos, siempre estamos viendo
el pasado petrificado, hierático, amojamado y, en ocasiones, hasta levemente
podridillo. La impetuosidad de la radio te hace olvidar lo ocurrido, apenas
horas antes, y te sitúa en ese presente compulsivo en el que lo vas recibiendo
todo sin procesar nada; te conviertes en antena receptora y, como mucho, puedes
reenviar la señal a alguien cercano, pero poco más, pues enseguida has de dejar
esa comunicación para seguir recibiendo impresiones, reacciones, primeros
análisis, condenas, desmentidos y un etcétera aceleradísimo. Debería buscarse
un bautismo tan afortunado como el síndrome Stendhal que afecta a los turistas
para diagnosticar ese mal que ignora Clonista si es de muchos o de pocos,
aunque si existen cadenas temáticas de televisión y emisoras de radio dedicadas
solo a la emisión de noticias las veinticuatro horas del día, es plausible que
sea un mal bastante extendido. ¡Poetas hacen falta, que nombren con propiedad, y
sin intereses! Y si no repárese en la confusión bushiana entre deflación y
devaluación que modificó parte de la realidad de la bolsa en un decir amén,
hasta que tuvieron que reconocer el traspiés verbal y dejar al presidente en su
lugar: la ignorancia revestida de simplismo y adornada de necedad. ¡Cómo se iba
a llevar mal con el ínclito, ecuménico y reverencial Aznar! Suerte, bien lejos del Japón que
visita Bush, que Simon Peres ha tenido la gallardía de oponerse a la política
de su aliado Sharon y salir en defensa de una relación pacífica con los
palestinos, lo cual le honra, en momentos de ánimos crispados y de barbarie
desatada. Inmigración, narcotráfico, matonismo y el velito de la niña mora: he
ahí un bonito revoltillo que se despliega en doble página junto a un artículo
de Aguilar sobre los servicios de inteligencia, los mismos que, en artículo de
opinión de Innerarity, son importantes porque su existencia “obedece a las
dificultades generales para informarse, entender e interpretar la realidad
sobre la que se actúa”. En esta clónica hace tiempo que se ha llegado a la
conclusión de que esa “realidad” que él acepta sin rechistar, a pies juntillas,
es una invención ininteligible, pero muy comunicativa y eficaz, capaz de
imponerse al observador y convencerle de la racionalidad de la que carece. En
todo caso, parece que esta reflexión, a juzgar por el artículo del caballero de
raro nombre, no anda desencaminada de lo que se “cuece” entre quienes tienen el
oficio de pensar. Como el de Clonista es simplemente el de narrar, se excusa de
desatinos e imprecisiones provocados. Bien sabe que la tentación de convertir
la clónica en un desahogo le asedia, como asediaría a cualquiera que se hubiera
propuesto un disparate semejante a éste, pero Clonista no ha venido a esta
esforzada labor a volcar desengaños, resentimientos, odios y lamentaciones,
sino a indagar qué sea la realidad, si es que existe, aunque sea meramente
invención, sueño, fantasía, ilusión, un juego de palabras o una red secreta de
conspiraciones. Y en esas estamos. Ha muerto el creador de El País, pero es
posible que tenga mucho más valor social haber sido el creador de Alianza
Editorial, pues en esos libros de bolsillo hemos forjado buena parte de nuestro
nosotros mismos más de una generación. De forma muy distinta ha muerto, sin
embargo, el enfermo que ha pasado cuatro días en un pasillo. Es de suponer que la
contigüidad espacial de ambas muertes en la Cónica parece una invitación a la
demagogia, pero no pasan de ser dos meros epígrafes vecinos del acta de la
realidad. Otro epígrafe, éste muy distinto de los anteriores, es la crisis de
mando en CCOO. El otrora solídisimo y acorazado sindicato comienza a mostrarse
humano y se le ven las primeras grietas tras sus muchas arrugas hasta ahora
disimuladas con toneladas de maquillaje. Ser demasiado complaciente con el
gobierno aznarista, tras haber sido tan exigentes e intransigentes con los
felipistas, por fuerza ha de mover la realidad para reordenarla o reinventarla.
En eso están. En eso estamos. Lo que sea, sonará.
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