sábado, 25 de abril de 2015


26-2-02

     Con dos días de retraso, la realidad reflejada en los diarios tiene ese sí sé qué de mojama más propia de los libros de Historia, y cuesta un trabajo inmenso aceptar que el ayer, por inmediato que sea, tenga una carga sustantiva que condicione el hoy, es decir, el mañana, 27, en el que no tardará mucho en entrar Clonista. La alteración climatológica afecta al cuerpo hasta el punto de sentirse éste extraño e incómodo: la primavera en febrero no se aviene con las expectativas térmicas del cuerpo, de ahí el cansancio y la abulia que lo señorea hasta reducirlo a puro escombro de irrealizables aspiraciones. Con la realidad pasa otro tanto: suele frustrar a menudo las expectativas que nos hacemos respecto a ella, ¡si es que nos hacemos alguna! Lo propio es vivir ajenos a que exista tal cosa a la que llamamos realidad, por más que siempre andemos a vueltas con que si tal o cual cosa es real, se ajusta a la realidad, desmerece de lo real o, simplemente, es inverosímil. Lo de la inverosimilitud presupone que la realidad es, per se, verdadera, algo en lo que Clonista renuncia a entrar, aunque hasta el más ingenuo, torpe o lego en la materia sabe que verdad y realidad son términos heterogéneos. Por ejemplo: a imitación -o por envidia- del plan pentagónico sobre las informaciones falsas, el goppierno ha corrido como real un bulo: que Felipe González se ha entrevistado con el Primer Ministro marroquí y con el rey de aquel país. Mañana sabrá Clonista  que tanto el primero como el segundo han desmentido la información e incluso han ofrecido pruebas que demuestran su falsedad, la de la información. Es decir, quien más quien menos está dispuesto a modificar la realidad para que ésta se ajuste a sus deseos, sean electorales, mafiosos, amorosos, económicos o lo que sea. Casi podríamos asegurar que se ha convertido en el deporte de moda, este de falsificar la realidad. Para colmo, mañana leerá, en el tren, un capítulo del libro de Manguel en el que habla de la traducción -traduttore traditore- y señala precisamente el riesgo de la falsificación que lleva aparejada. Observando, además, la síntesis periódica de la realidad, parece que muchos de sus fragmentos hayan tenido la decidida voluntad de ser para figurar, un esfuerzo que se sitúa en la órbita pentagónica de la que tanto se ha hablado en esta clónica. El PP acusa de desleal al PSOE respecto del pacto antiterrorista, y lo hace justo cuando uno de los miembros de este último partido ha sufrido un brutal atentado de ETA. Parte del poder político -si acaso no lo es todo- consiste en ser capaces de construir la realidad, de definir lo real, de ahí la importancia de un desliz como el de Bush, señalado días atrás. De otro lado están las imágenes congeladas, a través de las cuales ha de juzgar también el lector, aunque se trata de un doble juicio, pues el primero es el del propio fotógrafo. En la realidad de hoy destaca, por su propio peso, la candidata del PRI, Beatriz Paredes, tan voluminosa como hermosa y aseadita, al menos las manos, y no quiere señalar a nadie. ¿Qué parte de la realidad formará la siniestra imaginación que se le ha disparado a Clonista a partir del anuncio que se sitúa a los pies de la desautorización mediante la que Bush parece haber parado la guerra desinformativa del Pentágono? “Compramos edificios con inquilinos”, reza el anuncio. Y su imaginación calenturienta -acorde con la primavera a destiempo- ha visto enseguida los sibilinos, a la par que despiadados, métodos con los que la empresa se deshace de ellos para hacer su negocio. Junto a esa imaginería del horror, un círculo catalán del artista Richard Long, pieza de artecamelo monumental donde las haya, le deja de piedra: como le deja sordo el concierto de aspiradoras o estupefacto la playa de hielo en la Puerta de Alcalá. Con todo, desde la Agenda hasta los ecos de sociedad, resulta agotadora la cantidad de fragmentos de realidad con una vida cuya importancia sólo la pereza le impide a Clonista evaluar. Se dice siempre, a sí mismo, que es injusto, que su visión de la realidad es siempre una deformación inconsciente, sin fiabilidad ninguna. Y promete enmienda, pero anda flojo de remos y con sueño atrasado. Tal vez mañana, que es el hoy desde el que escribe, con un agotamiento preprimaveral que parece la más pura de las astenias. Hasta hoy, pues.

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