miércoles, 29 de abril de 2015


3-3-02

     Cuanto (y cuando) más abultada se nos entrega la realidad prensada, menos de ella se nos queda entre las manos una vez se ha recorrido la fatigosa vereda de los refritos, los “especiales”, las crónicas “en profundidad” y toda suerte de compases de espera hasta que la realidad del primer día laborable nos devuelva la compulsión de lo perentorio que desplaza la calma chicha de los domingos. Hoy la realidad se vuelve más espectáculo que en cualquier otra ocasión y mucho menos espectacular. Clonista repasa la tela por cortar y observa estampados archisabidos, titulares resabiados y fondos de armario. La realidad del domingo es una realidad complementaria. Aquello de lo que no se habla durante la semana aflora hoy, auténtica realidad sumergida, aunque los lectores no le presten atención, porque en día festivo no se lee un diario como en un día laborable, y que no se le pidan explicaciones de por qué sucede tal fenómeno, pero la intuición de Clonista le dice que eso es algo tan cierto como el extendido hábito de repasar, que no leer, el periódico en la terraza soleada de un bar a la hora del desayuno o del vermut. Es loable la intención de recoger la tela sobrante que queda después de aplicar los férreos patrones que nos dan el modelo de realidad con que vestimos nuestro imaginario personal y colectivo, pero ¿no convierten en una monstruosidad dichos modelos, así que les restituimos los retales? No ha mencionado Clonista hasta hoy, cree, la importancia decisiva del núcleo duro de la realidad: la economía, y cómo éste Clonista, como tantísimos ciudadanos y lectores más, mantiene respecto de ese núcleo una posición distante, fría y, contra toda lógica, sumisa. Las cuentas de la vida diaria son unas, la vida de las cuentas es otra, muy distinta, en parte oculta, en parte arte de prestidigitación, que es lo que se nos viene a las mentes cada vez que las oscilaciones bursátiles amenazan con resfriados, estancamientos productivos, depresiones y otras coyunturas tan esotéricas como el origen de algunas enfermedades víricas. De lo que sí tiene conciencia Clonista es de que cada vez que los grandes banqueros se reúnen, se expresa en sus modales, poses, atuendos y ademanes el dominio de quienes tienen en sus manos muchos destinos humanos: se les ve el poder.  Un domingo, sin embargo, tampoco es día adecuado para meterse en vericuetos abstrusos. El descanso merecido, la familia, el deber a medias cumplido de la semana que se inmiscuye durante la tarde como quintacolumnista de lo irremediable  invitan a no fijarse demasiado en lo que, a pesar de ello, golpea nuestra imaginación o nuestra pereza. Un hombre bomba palestino se inmola ante una sinagoga. Va de paradojas: la bomba humana fue reivindicada por el grupo palestino laico “Brigadas de los Mártires de Al Aqsa”, y suma y sigue en la fanática negación de lo obvio: ni los palestinos pueden quedarse sin estado, ni los judíos van irse del suyo. Por las Islas Británicas un “Ejército de Liberación Nacional Escocés”, de nuevo cuño, poca coña y mucha sosa cáustica, intenta sumarse al amplio inventario de lo real por la vía más fácil y cobarde, la del terrorismo. Ahí está Lionel Jospin, sin embargo, quien, en sintonía con sus electores, proclama que la inseguridad “es la primera de las injusticias”. ¡Ay, las inseguridades! ¿De los inmigrantes explotados? ¿De las mujeres amenazadas? ¿De los trabajadores que padecen acoso moral? ¿De los niños víctimas de los padres violentos o los pederastas organizados? ¿De las blancas tratadas tan suciamente? Habrá que esperar ulteriores declaraciones aclaratorias. El País, desde donde Clonista consuma su disparatado propósito, pone ¿punto final? a la presa hecha en la incompetencia gobbelesiana del goppierno. O sea, que en el fondo no es tan fácil la invención de la realidad, ni repetida mil veces. Y mucho menos convivir con una tan adversa como la de las universidades de las vascongadas, donde tanta hiel antidemocrática y nacionalfascista se ha de tragar, según experiencia viva de la profesora Gotzone Mora. Ahí está el PCE, cuyas siglas pronto se volverán un acertijo indescifrable para la gran mayoría de los votantes de este país, intentando demostrar la leyenda de las siete vidas de los gatos, o sus siete muertes, mejor dicho. ¿Y qué decir, en cuanto a invenciones de lo real, de lo del Fórum Universal de las Culturas, que va camino de ser el I Encuentro Universal Folclórico? 

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