lunes, 6 de abril de 2015


7-2-02

     A las tres renuncias que se han sucedido en la propia evolución personal del Clonista: a la fe, al fútbol y a la política, quizás debería sumar, como su buen amigo José Luis, una cuarta: el abandono de la lectura de la prensa. Aquí, en esta clónica de tan difícil factura, tan imprevisible destino y tan evidente fracaso, se ve reflejando -¿o creando?- días con un afán y una disciplina dignas de mejor causa. Pero sigue. La humanidad nació con los hábitos. Sin ellos no la hubiéramos alcanzado, ni probablemente el progreso necesario para iniciar un camino por el que aún marchamos y cuyo destino ignoramos, aunque el Clonista se malicie que el orgullo de la especie no se contenta con menos que la deseada inmortalidad, o lo que más se le aproxime: hasta los más acérrimos agnósticos son tentados a menudo con el sueño ebrio de la divinidad, de su indescifrable poder genesíaco. Mientras, por la colcha llena de remiendos del mundo, vista desde la eminencia de una cabeza cuyos ojos son constantemente asediados por el sueño vulgar y moliente que doblega la humana  naturaleza, el repertorio de enunciados de lo real es tan heterogéneo como siempre e igualmente repetitivo. Ya hemos dicho que va en la naturaleza de la especie, la repetición, de ahí la tendencia a estirar las noticias hasta que, un buen día, se desvanecen como si nunca hubieran existido. ¡Qué terreno tan fecundo, el más allá de los diarios, el espeso anillo de silencio que los rodea! Es frecuente oír el dictamen: “no responde a la realidad” cuando se juzgan determinadas posiciones “políticas, económicas y sociales”, según la tríada-muletilla de catequesis a la que recurren los políticos obligados a producir mensajes verbales. De ello se deriva que la realidad es siempre ya una interpelación ya una falsación inapelable. Y esa tensión entre el dogmatismo y la dialéctica es lo que se advierte a poco de desplegar el mapa prensado de la realidad e iniciar el acostumbrado viaje diario. ¡Ah, la impropiedad, siempre tan ofídica! ¿Quién puede, en realidad -no en la realidad- acostumbrarse a esa travesía? Leído more occidentalis, hasta la última página nada acaba por prender la atención del clonista: ni las amenazas de Usamérica a Chávez; ni el procesamiento de la Corte Suprema argentina, a cuyos miembros, elegidos políticamente, acusan de chorizos y mafiosos; ni el aniversario tronado de la impávida Isabel II de Inglaterra; ni el cruce de asesinatos palestino-israelíes, hoy aquí, mañana allí; ni la suspensión de los jueces que liberaron al narco a quien le “sentaba mal” la prisión; ni un relevo en la casa del rey, incomprensible rumor incluido de que la separación del príncipe y su novia modélica ha causado su defenestración, pues son detalles de “alta política de estado” que se le escapan; ni la dosis sanguínea: en este caso la sanguinaria venganza de un joven chino a quien la familia de su pretendida le quería impedir que se relacionara con ésta; ni la lucha continua del cura gayo contra las hipócritas autoridades eclesiásticas tras haber sido suspendido “a divinis”,  -y éste sería el momento en que el grequiano pepero gay habría de hacer efectiva su amenaza de que, en caso de represalias contra el cura, revelaría los nombres de algunos obispos con idéntica orientación sexual: he ahí un misterio a cuya resolución convendrá estar bien atento, pues, al fin y al cabo, ser persona “de palabra” es una virtud en peligro de extinción; ni el ánimo vengativo y rácano del extinto Nobel hacia su único hijo, a quien deshereda; ni las obras del Fórum 2004, un pretexto como cualquier otro para, en este caso, reconvertir un barrio, Poble Nou, y hacerlo nuevo de verdad, pues la piqueta municipal no se para en barras a la hora de arrasar identidades vecinales y promocionar la Barcelona guapa que tanto les gusta a los munícipes, pasarela de moda Gaudí -y siguen las churras y las merinas- incluida; ni, por descontado, una liga de fútbol sobre la que parece pivotar algo más que el interés nacional: la nación del interés; nada, ha dicho el Clonista, ha acabado por captar su atención, excepto la última noticia, titulada, con mala leche  anticlerical , ignorancia religiosa o tropiezo  verbal, “El calvario de Usama”. Leído el texto, su autora, Isabel Piquer, investida con la fatua representatividad del Poder del que es lacaya escribana, nos da la puntilla: “En sus tiempos de casados -habla de Usama y de su ex-mujer-, en Barcelona, llevaban una vida anodina. Él reparaba muebles, ella trabajaba en una inmobiliaria”. A esa anodinería se vuelve el Clonista, o le empujan, antes bien, los asendereados plumíferos pseudotaumaturgos.

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