14-3-02
Parece un sino, esto de ir detrás de la
realidad con la lengua fuera y el asombro controlado. Acercándose al gran
suceso anual del maratón para el que castiga el cuerpo con esmero, ciencia,
paciencia y constancia, Clonista cayó ayer rendido sin poderse asomar a la
ventana desde la que observa el cambiante edificio en construcción que es la
realidad nuestra de cada día. Lo obvio es lo más oculto, como en el proverbio
chino que dice que el lugar más oscuro es debajo de la lámpara. Que la ONU
apoye la creación de un Estado palestino, con tener mérito, resulta indignante
por la tardanza. Que la UE haya de reunirse resulta lamentable. Que Mugabe
continúe detentando el poder es un insulto. Pero que la vida sea así, que el
progreso social y moral lleve el paso tardo de los grandes saurios
antediluvianos, apenas podemos considerarlo como una muestra de realismo. ¿Por
qué apelamos siempre a la realidad para manifestar el conformismo ante las
injusticias? Otros misterios venidos a menos son más divertidos. Como ver la
faz de dibujo animado malvado del Fiscal General del Gobierno y de las
multinacionales muequeando la defensa a ultranza -y a cuál si no, siendo él tan
ultrareligioso, ultraconservador y ultrafelpudo- de los poderes establecidos.
Una mayoría absoluta favorece el buen humor escarnecedor y ninguneador, de lo
que es buen botón de muestra la actitud desconsiderada de Rajoy en el
Parlamento. Los chistecillos del ministro lengua cortada ¡recuerdan tanto los
silbidos de la foto psicológica donde Franco y Astray exhiben sus premonitorias
muecas de dictadura absoluta! Clonista a veces se despista y pierde de vista su
objetivo. Cumple, como buen oficinista, con su tarea y repasa lo repasable;
pero ¿dónde se le esconde la realidad? Porque después de levantar acta de lo
notable, nada de todo ello presenta rasgos ni señales de ser la realidad,
verdadera, propia o vicaria. ¿Qué decir de la desinformación y de la mala fe
con que se habla de la educación? La realidad es que a los niños retrasados
académicamente se les segrega desde los doce años al agruparlos por nivel en un
aula donde ayudarlos a superar sus dificultades de aprendizaje. ¿Tanto cuesta
hablar con los datos en la mano? Lo dramático es que sólo de vez en cuando se
sabe de qué se habla cuando se habla de lo que ocurre en la sociedad, quizás
porque hay un desfase enorme entre lo que exige la práctica diaria y la
corrección política. Ese abismo permite, por un lado, que la sociedad funcione
y, por otro, que la política y la realidad se vuelvan mundos incompatibles de
puro heterogéneos. Clonista camina desorientado por estas realidades diarias
tan iguales a sí mismas, tan levemente cambiantes y tan irreales que a veces se
sorprende en momentos de abatimiento profundo: todo se le vuelve una minucia
que la letra impresa sobredimensiona. Clonista está dispuesto a discutirle al
diario la idoneidad de esa realidad que se le ofrece, y que tenga la
importancia con que se la presentan, sobre todo porque cuando se conoce algo
del paño del que se cortan esos relieves de realidad sabe positivamente que el
retal recortado es no solo uno entre otros muchos posibles, sino a veces el más
insignificante. En el terreno de las artes esa sensación se agrava y se grava
de modo definitivo con el pesadísimo
impuesto de la arbitrariedad, la insignificancia y la mediocridad de lo
elegido. ¿Por qué el PSC ha salido en tromba contra un periodista paniaguado de
MasiDuran?, pues porque sabe, por experiencia propia, qué es un pesebre. Clonista
no tiende a la euforia, desde luego, pero lo real a veces sí que tiene un
carácter euforizante, y sin explicación. La contemplación de un mar invernal
agitado por un viento huracanado es una inyección de romanticismo, por ejemplo,
tras la que nadie puede quedarse impasible, supone. De paso por una calle, un padre
habla con su hija, a quien parece explicarle por qué no puede ir a recogerla:
"A mí me gusta llegar al trabajo una hora antes de que llegue mi jefe y me
gusta marcharme una hora después de que lo haya hecho él". Clonista sabe
que ese servilismo es también la realidad (¡un pedazo enorme!) y mira con
piedad a la acongojada criatura de seis añitos.
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