15-3-02
¡De nuevo
casi con dos días de retraso! Se ve que la llegada del fin de semana ralentiza
la percepción, serena el brío, dispersa las fuerzas y relaja el cumplimiento de
la obligación. Para Clonista es una
obligación, grata e ingrata, salir en busca, cada día, de la realidad. La
principal la tiene ceñidita a él como las camisetas blancas y mojadas de las
chicas de calendario, y cuesta incluso darse cuenta de que tantas actividades
obligatorias constituyan la esencia de la vida de Clonista a lo largo del día
que, una vez pasado, se va por el sumidero hacia el más oscuro de los olvidos.
Perdemos realidad cada día, eso es evidente, y Clonista sabe que no la recupera
en la información prensada, por más que se esfuerce y trate de destacar o
relegar estos o aquellos sucesos. ¿Tarea inútil, la suya, pues? De dudoso
sentido como mínimo. Quizás tenga razón sin pretenderlo, y su esfuerzo no será
baldío, pero no está seguro. Un género inédito, como el de esta clónica, que ni
es Historia, ni Dietario, ni Comentario, ni Anecdotario, ni Poliantea, ni... ¡Detente,
bala! Sólo falta que Clonista se fría a sí mismo en la sartén de la necedad,
llena de agujeros para asar las castañas.
De hoy es posible que quede lo mismo que quedó de ayer y que quedará de
mañana: la insalvable distancia que se ha creado entre los representantes del
pueblo y la parte del pueblo más involucrada en la lucha para conseguir ser
factor determinante en la toma de decisiones. La democracia tiene sus grietas,
y la cumbre de la UE las ha hecho patentes con la ayuda de un convencido
antidemócrata como Aznar, más amigo del ordeno y mando que del dialogo y
decido. Le convendría leer el largo y sencillo artículo de Semprún acerca de la
europeidad bien entendida. Clonista
confiesa sus lagunas y reconoce que lo ignora todo acerca de Gadamer, pero se
queda con la copla del resumen de su obra hecho en la necrológica y se propone
leerlo a conciencia. Barcelona es hoy más noticia por la ausencia de vehículos
que por la propia cumbre europea. Es inusual ver una ciudad sin el elemento
agresivo que la neurotiza, y produce una relajación insólita. Tanta como la que
le acomete, a estas horas de la noche, y
le envía al amparo cálido y erótico del sobre. Ahí se va.
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