jueves, 21 de mayo de 2015

23-3-02

     Ya resulta sintomático: acercarse el fin de semana y que la realidad se le escape de las manos a este voluntarioso Clonista, por más que intente lazarla para fijarla en estas páginas tan variopintas.  El reino de las posibilidades infinitas, es una clónica. Nada está, por definición, exento de aparecer en ella. Ayer, día de pre maratón, acabó siendo un día de mil compras, familiar, taxisteo, y de relativo poco descanso. Lo que no cupo fue el acta del día, tampoco excesivamente excitante, todo sea escrito. Si Clonista se hubiera puesto como requisito elaborar esta clónica con lo que recordara del diario una vez hubiera acabado de leerlo, ¡cuántos días no se hubieran quedado reducidos a las seis tristes rayas a duras penas rescatadas del olvido! De hoy, ya ayer desde este domingo, ¿cómo no retener la vergüenza de una cumbre como la de Monterrey, donde no se decide sino perpetuar las misérrimas condiciones de vida de la mitad de la humanidad? Las palabras son un arma, pero también una máscara. ¡Menudo acólito le ha salido a Arzalluz en la figura de Saramago! Eso se llama un argumento de autoridad. Pero poco convincente. Clonista entiende perfectamente esos descensos de racionalidad que aquejan al común de los mortales: forma parte de los contrastes de la especie. Frente a aquella declaración partidista de Saramago, la decisión de los tribunales británicos de autorizar la eutanasia en un caso concreto supone un plus de racionalidad que se opone a aquel descenso comentado ut supra, que dicen los leguleyos. Escondidita en el rincón pertinente, casi hay que buscar la noticia en la que Tailandia ha conseguido crear tratamientos antisida a un precio bajísimo, lo que la enfrenta a las grandes multinacionales del fármaco. A medio camino entre la exhibición morbosa, como los freaks circenses, y la lección de anatomía, la exposición en Inglaterra de cadáveres disecados que muestran sus entrañas, robándole la profundidad humana a la superficie de la epidermis, ha tenido un gran éxito. Y el cansancio rinde, de nuevo, a Clonista.

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