domingo, 3 de mayo de 2015

5-3-02

     Aquel romántico y tremendo golpe en las costillas del lado izquierdo le tiene a Clonista con la respiración forzada y limitado de movimientos tan básicos como el de doblarse para atarse los zapatos. La merma física condiciona nuestra visión del mundo, lo que es evidente en dramáticos ejemplos como el de Leopardi, pongamos por caso. Y aunque eso es picar muy alto, lo cierto es que cualquier achaque te obliga a ver la realidad de un modo muy distinto. Clonista se accidentó besando a su conjunta. No ha sido una broma, a pesar del titular, ni un divertimento sin gracia, sino la revelación de lo verdadero, cuya epifanía ha provocado un evidente nerviosismo incluso en el periodista que, mediante un titular descriptivo y aséptico, intenta buscar la complicidad de los lectores sobre el posible disparate de la alegación divorcista: "Anulado un matrimonio porque el novio dejó de ser cariñoso tras la boda". ¿Acaso hay algún otro motivo de mayor consideración que la ausencia del cariño? La supuesta realidad es que un divorcio ha de ir precedido, a lo que se ve, por un calvario, y todo lo que no sea así o es una broma o no tiene sentido. Menos sentido aún parece que tengan las dos muertes de dos jóvenes malagueños por consumir "éxtasis", ese beltenebroso nombre del veneno, en una fiesta multitudinaria. Sorprende, tras tantas campañas de información, que se acepte como si nada un producto sobre cuya imposible pureza hasta los fallecidos hubieran podido apostar con toda la seguridad ganadora del mundo. Clonista se duerme. El hecho de estar aquí, por somnoliento que esté, es ya esclarecedor. Lo terrorífico es que ello implique, sin embargo, reducir la realidad de Zimbaue a las prácticas caciquiles de Mugabe o que la mediocridad de Aznar quiera devolverle, torpe y neciamente, la pelota a El País, tras el escándalo de El Mundo, con el desmentido que se convierte en otra mentira, y suma y sigue. Que la obra de goppierno de Aznar sea la desfiguración del país y haberlo convertido en rehén de las prácticas abusivas de las grandes empresas es algo quizás inmerecido. Tras su arrollador paso mediocrático, ¿quién será el guapo que se atreva a satisfacer todas las demandas de gasto social que el déficit cero ha arrumbado, o estrangulado? Purito yermo va a dejar tras de sí el caudillito, a pesar de los pantanos del PHN... De momento es la inmigración la que se convierte en chivo expiatorio del crecimiento de la violencia, aunque constituyan ya el 4% de las nuevas altas en la Seguridad Social. De los empleados que explotan a la mano de obra barata y que se desentienden de ella cuando han cubierto sus objetivos de temporada, ¿quién dice ni palabra? Es cierto que de tanto en tanto se caza a algún miserable explotador para dar ejemplo de lo que, en realidad, no existe: un plan para acabar con la esclavitud laboral en un país supuestamente avanzado. Al final, el padre de los cuatrillizos cuya familia sobrevive con su sueldo de camarero ha conseguido que la Generalitat le "regale" graciosamente 420 euros al mes para poder alimentar y vestir a sus criaturas. Eso sí, la gracia está en que el buen hombre ha tenido que salir en manifestación individual y reclamar las firmas solidarias de los ciudadanos para conseguir que las autoridades lo recibieran, las mismas que se quejan de que no crezca la natalidad, claro. El caso de Cataluña, por lo que hace al despilfarro de los dineros públicos, es perversamente ejemplar. Durante veinte años, los nacionalistas ciunidos -que hasta las últimas elecciones no fueron vencidos, y que aun así se salieron con la suya, es decir, lo suyo, esto es, el poder ejecutivo, el control sobre les faves- han hecho lo siguiente: colocar una papelera para mejorar el paisaje urbano con un coste de, pongamos, tres euros; y poner a su lado una valla publicitaria donde se leía: Esta papelera ha sido colocada por la Generalidad de Cataluña, una inversión -o aberración- informativa cuyo coste se elevaba fácilmente a los mil euros -a precio tirado de concesión-chanchullo, por supuesto-. Y así siguen, haciendo país arruinando la hacienda. 

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