domingo, 14 de junio de 2015

14-4-02

     En unas horas la situación de Chávez ha dado un vuelco. El ejército, ante la insurrección de una buena parte del mismo, favorable a Chávez, ha dado órdenes al nuevo presidente, el empresario Carmona, de suspender el decreto que disolvía el Parlamento elegido en las urnas. Clonista se resiste a inmiscuir en esta crónica noticias de fuentes ajenas a la escogida por él, pero, sin que sirva de precedente, añadirá, para completar el relato, que Chávez ha sido restituido en su puesto. Parte de su posterior discurso a la nación ha sido una amenaza sin velo contra quienes han querido  -y durante unas horas lo consiguieron- defenestrarlo y quién sabe si eliminarlo, vía carcelaria, sacárselo de encima, vía expulsión -sin duda a Cuba- o la tercera vía, el famoso artículo uno de cualquier golpe militar que tenga la decidida voluntad de triunfar, es decir, asesinarlo. En la comedia de indecisiones que se entrevé, los bolivarianos han reído los últimos, de momento. No parece que tras la huelga general todo quede en este final de opereta. Clonista seguirá atento. Hoy, domingo, la relativa calma del panorama real forma parte ya del ritmo de consumo de lo real. No le extraña a Clonista que la vida privada de cada quisque sea antitética de la recogida y plasmada -antes bien modelada- en los diarios. Y el exceso abrumador de noticias exige un tiempo de descompresión  del que Clonista no ha tenido la oportunidad de disfrutar. No llevará tan lejos su desquite como su amigo José Luis, quien renunció abiertamente a dejarse informar, pues fue consciente de la alienación en que vivía, interesándose hasta la pasión por asuntos que poco o nada tenían que ver con su existencia, y para la que representaba -su apasionamiento informativo- antes un estorbo y un engorro que una ayuda o un complemento; pero hoy ha experimentado, por primera vez, el alivio que le supondrá llegar a la noche del 31 de diciembre de 2002. Malo, se dice, porque no hay como desear una meta para que se haga insoportable el camino hacia ella. Aquí habría de figurar un elogio del camino, de la vida como viaje, etc., y a su modo esquemático queda, ¿no? Hoy, escribía, es un día en que la realidad aparece átona, destensada, relajada, navegando al pairo. Incluso la masacre llevada a cabo en Yenin tiene menor cuerpo de letra que lo ocurrido en la hija patria bolivariana. Y el grosor de la letra es el índice de densidad de lo real, convencionalmente. Clonista sabe que es un recurso engañoso, aunque muy valorado por los profesionales: ¿Y esto, en qué cuerpo? Y en ello anda el consejo de redacción enredado en cábalas y comparaciones hasta que se haga la luz. Con alborozo habrán acogido millones de mujeres en este país la crisis matrimonial entre el fútbol y la televisión, aunque la presencia de hasta tres y cuatro televisores en las casas -más cuantos menos libros haya en ellas, está claro- habrá evitado muchas y duras situaciones conflictivas. Clonista no andaba lejos de la verdad cuando censuró el editorial de su empresa creadora de realidad relativo a las sordas americanas. Hoy, con discreción de tirón de orejas privado, aparece una crónica en la que sordos españoles defienden su condición, y una mujer comienza por decir que se alegró muchísimo cuando supo que su hijo sería como ellos. ¿Mostraba aquel editorial nuestra incapacidad para juzgar las realidades que se aparten de la aceptada por nosotros, de la valorada y tenida por normal, con todas sus consecuencias? Esta misma clónica de la realidad, ¿cuánto no diferiría de cualquier otra escrita por un sordo o un ciego, pongamos por caso? El plural, realidades, lleva muchas semanas imponiéndose de tal modo que la anomalía lingüística es que exista el singular. Como el hermoso anales -tan al caso en esta clónica-, enseres, exequias o víveres. A tal repertorio reducido habría de añadirse realidades y suprimir, de una vez por todas, que exista tal cosa como realidad, o dejarla para pasto de parlamentarios en sesiones plenarias de señorías cautivas. Y ello en proceso inverso del que les llevó a los judíos sefarditas a abominar de Dios, por oírlo plural, y sustituirlo por su Dío singular. Y de la Segunda República ni acordarse, como quien dice.

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