2-4-02
La realidad en el primer día de trabajo
tras la semana de vacaciones -¿hasta cuándo seguirá determinando el calendario
religioso de una de las religiones del país las vacaciones de todo un pueblo?-
se tiñe siempre de un color oscuro y desesperanzado. Con todo, la esperanza de
lo poco que queda para acabar otro curso sinuoso y empinado como un ocho mil
tibetano presta un aliento que permite no desfallecer. El primer término de la
realidad prensada lleva, como desde hace muchas semanas, al estupor que produce
ver la intervención militar israelí en Palestina. Las múltiples persecuciones
que han sufrido los judíos a lo largo de su existencia siempre han hallado la
comprensión e incluso el favor no sólo de Clonista sino de cualquier persona de
bien, y el vínculo espiritual y moral que todos hemos establecido con el pueblo
judío tras el Holocausto está fuera de toda duda. Ahora, sin embargo, se han
dejado arrebatar ese puesto de privilegio por mor de la belicosidad fanática de
Sharon y lo han cedido a los palestinos, cuyo sufrimiento admite parangón, y si
no que se lo digan a Saramago. Desde la última página, la voz sermoneadora y en
permanente posesión de la verdad última, es decir, el verbo flagelador de la pura
periodista Rosa Montero, reparte estopa a tirios y troyanos sin distinción
alguna. Para ella tanto monta monta tanto Arafat como Sharon, y son ellos,
parece deducirse, los principales obstáculos para llegar a una solución
razonable que, sin embargo, no parece existir, de momento, según son de grandes
las cantidades de odio generadas por el sinsentido de las muertes que se
intercambian de desigual forma. Clonista está convencido de que la realidad se
simplifica excesivamente cuando la atención mediática es de carácter
excluyente. Qué importa esta o aquella elección, este o aquel conflicto también
permanente, cuando un suceso se erige en "el suceso", "el
evento". Clonista tiene la incómoda sensación de estar asistiendo a la
"escritura de la Historia", y no le gusta nada el espectáculo
lamentable de la selección y presentación de sus páginas notables. Parece que
aún estemos en tiempos de Suetonio, por el culto a la personalidad que se
desprende de la escritura histórica actual. Se le reprocha al César de hoy que
no se preocupe por las discordias civiles de las colonias, pero ¿por qué habría
de hacerlo? "Sharon tiene derecho a defenderse", habló el
bushoráculo, y ahí quedó enunciada la doctrina. No se le puede pedir más al
torpe devorador de galletas. La reducción de la realidad, más patente aún en la
España vasquizada, desalienta a Clonista, tan dado a la anécdota, la sal de lo
real. De poco sirve abrir los ojos a mundos tan anchos si luego las ventanas
son tan estrechitas. Hoy ya, con el retraso habitual de lo impreso, aparece la
devastación de la "gota fría" que dejó helados a los tinerfeños, y
embarrados. Es inevitable que el asombro del receptor sea la constante en su
relación con la realidad prensada, y que, al mismo tiempo, ese asombro se
convierta en una distancia protectora que le permita seguir el desarrollo de
las noticias. La realidad no es abarcable ni en una milésima parte de ella. La
realidad tiene una capacidad destructiva casi ilimitada. Al igual que Clonista rehúye
seguir ciertas inclinaciones personales que le llevarían a la destrucción de su
realidad individual y social, pues saltaría hecha añicos; del mismo modo se
parapeta ante la acometida de determinadas noticias que lo llevan a una
angustia de difícil curación. El contrapunto de la farsa siempre está al quite
para convertir la realidad en un lugar habitable: Villatoro, diputado de CiU,
ha sido nombrado por Mas para dirigir la televisión pública catalana. Y nadie
puede llamarse a engaño: ha sido nombrado para dirigirla, ni más ni menos. La potestad del Gobierno de la
Generalidad ampara la decisión. En
tiempos de crisis de liderazgo, sólo a santa Televisión se encomiendan los
mediocres, para ver si triunfan entre sus iguales. El sainete catalán -función que sustituye la exótica y obsoleta El oasis catalán- lleva tiempo en escena
y promete más puñados de risas molares y alguna que otra carcajada incisiva. Y Clonista,
pasado el límite del día, la hora lobuna de su imposible transformación, cede,
aunque se lamenta de no haber sido capaz aún de dar de lado a la realidad
estrellada, ignorarla, para adentrarse en el bosque en miniatura de la realidad
marginal que sirve de cimiento a la hiperbólica, o hiperdiabólica, en todo
caso, hiperdúlica. ¿Mañana? Lejos de Clonista los compromisos y las promesas,
espada y pared de sus angustias: simple camino que invita al recorrido, a la
jornada.
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