lunes, 1 de junio de 2015

2-4-02

     La realidad en el primer día de trabajo tras la semana de vacaciones -¿hasta cuándo seguirá determinando el calendario religioso de una de las religiones del país las vacaciones de todo un pueblo?- se tiñe siempre de un color oscuro y desesperanzado. Con todo, la esperanza de lo poco que queda para acabar otro curso sinuoso y empinado como un ocho mil tibetano presta un aliento que permite no desfallecer. El primer término de la realidad prensada lleva, como desde hace muchas semanas, al estupor que produce ver la intervención militar israelí en Palestina. Las múltiples persecuciones que han sufrido los judíos a lo largo de su existencia siempre han hallado la comprensión e incluso el favor no sólo de Clonista sino de cualquier persona de bien, y el vínculo espiritual y moral que todos hemos establecido con el pueblo judío tras el Holocausto está fuera de toda duda. Ahora, sin embargo, se han dejado arrebatar ese puesto de privilegio por mor de la belicosidad fanática de Sharon y lo han cedido a los palestinos, cuyo sufrimiento admite parangón, y si no que se lo digan a Saramago. Desde la última página, la voz sermoneadora y en permanente posesión de la verdad última, es decir, el verbo flagelador de la pura periodista Rosa Montero, reparte estopa a tirios y troyanos sin distinción alguna. Para ella tanto monta monta tanto Arafat como Sharon, y son ellos, parece deducirse, los principales obstáculos para llegar a una solución razonable que, sin embargo, no parece existir, de momento, según son de grandes las cantidades de odio generadas por el sinsentido de las muertes que se intercambian de desigual forma. Clonista está convencido de que la realidad se simplifica excesivamente cuando la atención mediática es de carácter excluyente. Qué importa esta o aquella elección, este o aquel conflicto también permanente, cuando un suceso se erige en "el suceso", "el evento". Clonista tiene la incómoda sensación de estar asistiendo a la "escritura de la Historia", y no le gusta nada el espectáculo lamentable de la selección y presentación de sus páginas notables. Parece que aún estemos en tiempos de Suetonio, por el culto a la personalidad que se desprende de la escritura histórica actual. Se le reprocha al César de hoy que no se preocupe por las discordias civiles de las colonias, pero ¿por qué habría de hacerlo? "Sharon tiene derecho a defenderse", habló el bushoráculo, y ahí quedó enunciada la doctrina. No se le puede pedir más al torpe devorador de galletas. La reducción de la realidad, más patente aún en la España vasquizada, desalienta a Clonista, tan dado a la anécdota, la sal de lo real. De poco sirve abrir los ojos a mundos tan anchos si luego las ventanas son tan estrechitas. Hoy ya, con el retraso habitual de lo impreso, aparece la devastación de la "gota fría" que dejó helados a los tinerfeños, y embarrados. Es inevitable que el asombro del receptor sea la constante en su relación con la realidad prensada, y que, al mismo tiempo, ese asombro se convierta en una distancia protectora que le permita seguir el desarrollo de las noticias. La realidad no es abarcable ni en una milésima parte de ella. La realidad tiene una capacidad destructiva casi ilimitada. Al igual que Clonista rehúye seguir ciertas inclinaciones personales que le llevarían a la destrucción de su realidad individual y social, pues saltaría hecha añicos; del mismo modo se parapeta ante la acometida de determinadas noticias que lo llevan a una angustia de difícil curación. El contrapunto de la farsa siempre está al quite para convertir la realidad en un lugar habitable: Villatoro, diputado de CiU, ha sido nombrado por Mas para dirigir la televisión pública catalana. Y nadie puede llamarse a engaño: ha sido nombrado para dirigirla, ni más ni menos. La potestad del Gobierno de la Generalidad  ampara la decisión. En tiempos de crisis de liderazgo, sólo a santa Televisión se encomiendan los mediocres, para ver si triunfan entre sus iguales. El sainete catalán -función que sustituye la exótica y obsoleta El oasis catalán- lleva tiempo en escena y promete más puñados de risas molares y alguna que otra carcajada incisiva. Y Clonista, pasado el límite del día, la hora lobuna de su imposible transformación, cede, aunque se lamenta de no haber sido capaz aún de dar de lado a la realidad estrellada, ignorarla, para adentrarse en el bosque en miniatura de la realidad marginal que sirve de cimiento a la hiperbólica, o hiperdiabólica, en todo caso, hiperdúlica. ¿Mañana? Lejos de Clonista los compromisos y las promesas, espada y pared de sus angustias: simple camino que invita al recorrido, a la jornada.

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