domingo, 28 de junio de 2015

28-4-02

     Un día ajeno al resto de las realidades, inmerso en las depresivas correcciones de cien mil barbaridades malgrafiadas, y Clonista, hecho a la involuntaria rutina de los fines de semana, vuelve a ver cómo se le adelantan los días y se le rezaga la clónica. Desde el lunes tira la vista atrás, al día inédito, con la promesa de realidades intacta, y destapa la caja de la imposible música celestial, pues son truenos, aunque blandos, los que se escapan de ella. Ya se sabe que el domingo no es un día propenso a los sobresaltos ni al rastreo de las noticias que reflejan el posible pulso de lo que nos empeñamos en considerar “la” realidad; antes bien es un día de remansos plácidos y análisis relativamente sesudos, cuando no meramente de trámite y embolso. Dulcificadas, pues, las aristas agresivas de lo real, el jefe de los servicios de inteligencia españoles –aún resuenan los ecos de las chocarreras mofas ppopulares  durante su rentable asedio agresivo al gobierno de Felipe González- puede repantigarse en su sofá y disertar sobre los peligros de la democracia, externos e internos, y sobre la necesidad de los servicios que él dirige. Plácidamente también ha muerto el barón Thyssen, tras haber dejado en España buena parte de su colección artística, a buen precio, según parece. Con la placidez de quienes no se sienten amenazados y saben que viven en un mundo de excepción, el de las élites intelectuales, tan ajenas a las clase trabajadora, discursean hoy sobre la democracia varios articulistas, a propósito del “vendaval” lepenista, ese airecillo inmisericorde que, en esta primavera como corresponde, ha provocado más de un resfriado. No se ponen las plumas de acuerdo, pero Jordi Mollà sí acierta: “si no sales en la tele, no existes.” Habla de su gremio, el de los cómicos; pero puede extenderse a la realidad toda. Clonista también puede decir lo mismo: si algo no sale en El País, no existe. La cuestión de los límites, así pues, es determinante. Vox pópuli es que “todos [los diarios] dicen las mismas mentiras”, de modo que tampoco es algo lamentable escoger una ventana y no andar asomándose a cuantas pudieran garantizar cierta objetividad que se le antoja imposible: ¿a cuántas ventanas habría de asomarse para tener esa garantía? La prevención con que el famoso “hombre de la calle”, y tanto vale este Clonista para ello como cualquier otro escrutador de la realidad prensada, recibe esta construcción de la realidad  es un magnífico indicador de la ficción que subyace en ese comercio desigual. Clonista aún no se ha atrevido a leer el diario como una novela experimental, esto es, realista a ultranza: superposición de hechos, personas, discursos, publicidad, anuncios, anatemas, informaciones, amenazas, propuestas comerciales; pero se propone intentarlo. Al final, José Ramón de la Morena dice que el mejor sitio para ver el mundial de fútbol será la radio. Probablemente. Con la famosa teoría del interés general, desarrollada por los cascos de un ministro de presa, pronto la España de los 50 habrá vuelto con todo su esplendor miserable y la cohesión ideológica que tanto añora la derecha que goppierna. ¿Se preguntaban en El País si era posible el caso de Le Pen en España? A Clonista le parece imposible.., porque, aunque maquillado, aquí ya gobierna. ¿O en Fuerteventura no hay un campito de concentración/retención de inmigrantes, en peores condiciones de las que promete en Francia Le Pen? Pues eso.

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