3-4-02
La lluvia tenaz -pero no tan intensa y
devastadora como en Tenerife o Alicante- vela en parte la realidad. En los dias
lluviosos parece que la realidad tenga menos cuerpo, que sea algo más sombra de
lo que a veces es. La preocupación por no calarse hasta los huesos aleja al
común de los mortales de interesarse por lo que suceda más allá del frágil
espacio de imposible secano que delimita un paraguas agradecido a la ausencia
de viento. El diario, leído donde se haya podido, en el caso de Clonista en el
tibio sillón acogedor de las sobremesas caseras, se vuelve repetición, como la
sucesión de gotas idénticas. A medida que el conflicto desatado por Israel se
hace más crudo y violento, las noticias van quedando sepultadas bajo los
silencios o las opiniones. Una pregunta se vuelve acuciante: ¿qué hacen los
laboristas israelíes en el gobierno genocida de Sharon? Clonista, que soporta a
duras penas la tentación de caer en el editorialismo, valiéndose de la tribuna
que también admite su clónica, se hace una pregunta simple y supone que común a
cuantos se interesen por ese gran cuadro de la realidad que se va pintando ante
nuestros ojos cada día. A su modo, ¿por qué no?, la realidad es también un
enorme museo lleno de cuadros animados, y como todo museo, un espacio
inhóspito, excesivo y aquejado del mal de la grandeur. La realidad siempre ha querido dejar bien claro su
dominio absoluto sobre la especie humana. Y nosotros la hemos reverenciado,
siempre dudando de nuestro propio poder de abolirla. Zapatero propone reformas
educativas para evitar el fracaso escolar. Hay un malentendido, que es la única
forma humana de entenderse, bien evidente: ¿acaso puede garantizarse a una sociedad
que no habrá fracaso escolar? Lo mismo vale para el empleo, el terrorismo, las
viviendas, etc. Es loable la cantidad de energías que se gastan para tratar de
convencer a los demás de que la realidad es un invento defectuoso y fácilmente
corregible: ahí están las leyes y los decretos. ¡Ay, Señor…!, que diría
Carrillo. Menos mal que entre tanta vaciedumbre aparece el señor Hortelano,
García, y Clonista recuerda ipso facto su hermosa y atrevida Gramática Parda, título "alto,
sonoro y significativo", como corresponde. Y bien poca cosa más. La
realidad tiene a veces tendencia a enredarse en naderías de baja estofa que le
hacen pensar a Clonista en la dimensión onírica de que se reviste cuando sale a
exhibirse, bien prensada, ante los ojos descuidados y un poco legañosos de los
lectores con prisas y agarrados a su sempiterna muletilla: ¡pero qué
barbaridad! Aún queda pendiente el escabroso escarceo por los márgenes de la
realidad. Pues eso.
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