miércoles, 3 de junio de 2015

3-4-02

     La lluvia tenaz -pero no tan intensa y devastadora como en Tenerife o Alicante- vela en parte la realidad. En los dias lluviosos parece que la realidad tenga menos cuerpo, que sea algo más sombra de lo que a veces es. La preocupación por no calarse hasta los huesos aleja al común de los mortales de interesarse por lo que suceda más allá del frágil espacio de imposible secano que delimita un paraguas agradecido a la ausencia de viento. El diario, leído donde se haya podido, en el caso de Clonista en el tibio sillón acogedor de las sobremesas caseras, se vuelve repetición, como la sucesión de gotas idénticas. A medida que el conflicto desatado por Israel se hace más crudo y violento, las noticias van quedando sepultadas bajo los silencios o las opiniones. Una pregunta se vuelve acuciante: ¿qué hacen los laboristas israelíes en el gobierno genocida de Sharon? Clonista, que soporta a duras penas la tentación de caer en el editorialismo, valiéndose de la tribuna que también admite su clónica, se hace una pregunta simple y supone que común a cuantos se interesen por ese gran cuadro de la realidad que se va pintando ante nuestros ojos cada día. A su modo, ¿por qué no?, la realidad es también un enorme museo lleno de cuadros animados, y como todo museo, un espacio inhóspito, excesivo y aquejado del mal de la grandeur. La realidad siempre ha querido dejar bien claro su dominio absoluto sobre la especie humana. Y nosotros la hemos reverenciado, siempre dudando de nuestro propio poder de abolirla. Zapatero propone reformas educativas para evitar el fracaso escolar. Hay un malentendido, que es la única forma humana de entenderse, bien evidente: ¿acaso puede garantizarse a una sociedad que no habrá fracaso escolar? Lo mismo vale para el empleo, el terrorismo, las viviendas, etc. Es loable la cantidad de energías que se gastan para tratar de convencer a los demás de que la realidad es un invento defectuoso y fácilmente corregible: ahí están las leyes y los decretos. ¡Ay, Señor…!, que diría Carrillo. Menos mal que entre tanta vaciedumbre aparece el señor Hortelano, García, y Clonista recuerda ipso facto su hermosa y atrevida Gramática Parda, título "alto, sonoro y significativo", como corresponde. Y bien poca cosa más. La realidad tiene a veces tendencia a enredarse en naderías de baja estofa que le hacen pensar a Clonista en la dimensión onírica de que se reviste cuando sale a exhibirse, bien prensada, ante los ojos descuidados y un poco legañosos de los lectores con prisas y agarrados a su sempiterna muletilla: ¡pero qué barbaridad! Aún queda pendiente el escabroso escarceo por los márgenes de la realidad. Pues eso.

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