30-4-02
Boquea el mes de abril y se avecina
mayo, mes del prisionero que ni sabe cuándo es de día ni cuándo las noches son, salvo por la
avecilla que le canta al albor. Así Clonista, que ignora, a estas alturas, qué
sea lo real y qué lo imaginado, lo fantástico, lo inverosímil, lo soñado o lo
deseado. Y en esas está. Muladar de
tópicos podría subtitularse esta clónica, por más que la topografía en ella
contenida tenga más de desierto fatigoso que de selva ubérrima. Otro más es que
la realidad es un lugar común en el que estamos instalados individualmente, sin
percibir aquella condición, de ahí la posibilidad constante de la sorpresa y la
convicción de ser capaz de dominarla o crearla, de no estar sujeto a lo
inexorable. Realidad común y libertad individual forman un hermoso dúo mudo,
una binca de desinteresados jueces burlones. A un día de mayo, esta clónica
envejece a ojos vista. Un tercio de su vida consumida y ahí sigue la realidad,
intacta, distante, ignota, burlona, devastada, trucada, centelleante, absurda,
y Clonista tras ella, junto a ella o en ella, aquejado del sueño de la razón.
Lo cotidiano cotilleado al propio oído repite su cantinela antilepenista, como
exhibe la prepotencia israelí o la burla electoral del espadón paquistaní pronunciado.
No existen los individuos intrahistóricos en la realidad prensada, salvo cuando
se copia el modo de hacer periodístico usamericano. Es sosa y fea Historia la
periodística, de negritas de relumbrón, de todopoderosos y todohumillados, al
rebufo de la anciana historiografía que solo maquilla con la infografía, la
niña de sus ojos. Desde la modesta situación de Clonista, el desfile vanidoso
de lo real así prensado, le recuerda el papo de Isabel II descrito por Valle.
Ppappo y preppotencia es la del ppartido del goppierno cuando siente el huelgo
lebreliano de la opsoeición lanzada a la captura de algunas presas que la
hicieron en buenos créditos más que amistosos. No se puede decir que el tal
Francisco González no sea bien nacido, ciertamente. En la realidad empírea de
los centros de decisión, cuyas pragmáticas acaban afectando al ciudadano -de lo
que éste se da cuenta quizás al cabo de uno o dos años-, todo aparece como un
totum revolutum cuya síntesis mejor que nadie plasmó Peridis en su tira de
acertado tiro durante aquella otra cacería lepenoide de Aznar y los cuarenta
secuaces. En medio de todo el revoltillo -dejémoslo en eso-, GarZón se presenta
y pide cuentas. Ya la vieja mesa de HB pasó por sus manos y de ellas salió como
la semilla del pimiento de la digestión. Acrecentó, eso sí, el ora pronobel, el
bonito pedestal de escalinatas que se sigue construyendo: al cabo, la estatua
que venga después muda será. Y una vez el timbre perdido en la veta del mármol,
quedará el gesto, pues que de gestos también se vive. Y así sucesivamente.
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