jueves, 4 de junio de 2015

5-4-02

     Hoy, atrevimiento insólito, Clonista se anticipa a la realidad ignota y se instala, muy brevemente, en un día no nacido sobre el que no puede decir nada que no sea aventurarse en oficio de futurólogo, para el que quizás esté menos dotado aún que para el de clonista. La fecha anodina encabezando un vacío luminoso se ha convertido en una tentación, la de emborronar el comienzo del nuevo día. Si dispusiera de más tiempo y menos sueño, quizás se aventuraría a formular algunas hipótesis o predicciones tan facilonas como la continuación de ciertos hilos conductores, pero se trata de un juego absurdo y aburrido. Lo poético del asunto estribaba en adentrarse en este nuevo día sin tener nada que decir y sin saber qué dirá de aquí a unas pocas horas. El nuevo día, ya transcurrido, ha resultado ser un día tan viejo como el de ayer, igualmente apegado a las rutinas y con escasísimas novedades. Si acaso, la contraportada, alusiva al posible traslado de la residencia de los niños de San Ildefonso -los cantores de la lotería de Navidad-, le ha traído a Clonista el recuerdo de un amigo perdido, Salus, quien fue profesor de química en esa institución. Y si los amigos se pierden en ese trasiego del vivir, ¿cómo no va a perderse la realidad, mucho menos cercana y afectuosa? De todo el repaso, largo repaso a la realidad prensada, Clonista apenas ha retenido sino dimes y diretes, tensiones, publicidad, mucha publicidad, algunas lelas expresiones de felicidad por lo bien que les van las cosas a quienes las exhiben y tufos inmensos de vanidad, malas intenciones, desconciertos e ingenuidades. ¿Es la realidad prensada un espejo? ¿O un pozo? ¿O un agujero negro que devora tantísimas energías como despliegan las gentes, Clonista entre ellas, por supuesto, para vivir las largas y duras jornadas que transcurren en un santiamén? A Clonista, aún no del todo vencido por el cansancio tras la jornada con final natatorio, se le queda cara de imbécil ante el vacío sorprendente en que permanece tras haber cerrado las difícilmente manejables páginas del diario, tan inclinadas a vencerse en todas las direcciones posibles, a retorcerse en las manos como si las espolearan las dramáticas y violentas noticias del interior. Sabe que Piqué y Solana han hecho el ridículo de la impotencia. Sabe que Aznar, resabiadillo ya tras sus años de poder absoluto, se complace en  castigar a Zapatero con la vileza del acomplejado. Sabe que un nuevo IRPF acabará favoreciendo exclusivamente a quienes más ganan, los votantes habituales del PP. Sabe que se ha descubierto el genoma del arroz, más complejo, al parecer, que el de los seres humanos. Sabe que en la situación de excepción que se vive en las vascongadas un tiroteo de mala película de espías ha puesto una guinda trágica a un pastel podrido. Y sabe que hoy hay un desfile de críticas de cine que le han dejado indiferente, pues ninguna le ha llamado la atención lo suficiente como para proponerse ir a verla, y ello a pesar de que mañana será día de cine, gracias a la abnegación de la abuela que acoge a los nietos, para Clonista y su conjunta. Las dudas no dejan de asaltar a Clonista de forma continua. La fundamental es sobre el sentido del compromiso adquirido y, entre las accesorias, destaca sobre todo la inseguridad de haber acertado con el planteamiento, el tono y la selección del contenido. ¡Ahí es nada! Como para seguir, después, uncido a este carro de Tespis donde se representa la comedia más vieja del mundo. A veces Clonista se cansa de ver repetidos los mismos telones de fondo y de insistir en argumentos archimanidos, y tiene la tentación de dejarse llevar por la imaginación retozona, pero de momento aguanta, se contiene y se ajusta al plan concebido ¿en mala hora? En todo caso, con la facilidad engañosa de las falsas promesas.

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