lunes, 8 de junio de 2015

8-4-02

     El caso de las cuentas opacas del BBVA es una muestra ínfima del poder real de las sociedades financieras en el país. Frente a usos refinados como el descubierto, ¿qué significan las chapuzas defraudadoras de tantos ciudadanos que saben exactamente, con horas y lumbalgias, lo que les cuesta ganar cada una de sus perras?  La distancia que mantiene el ciudadano con lo real es la distancia del escamado, de quien sabe que sigue habiendo una España sojuzgada y una España del poder, y que se resiste a seguir un juego absurdo: hacerle creer que su voto transforma la realidad. En la corte del capital, por acción o por omisión, todos bailan la danza del mírame pero no me toques y del déjame a mi aire que yo me lo guiso y yo me lo como. A Clonista le cuesta horrores, a veces, tomarse en serio su labor y dar a entender que su indagación, más allá del sentido que no tiene, tiene, al menos, una trascendencia que la salva del estéril terreno de lo anodino, de lo trivial, de la prescindible. A lo largo de estos meses Clonista ha observado un fenómeno curioso: la insensibilidad del ciudadano adicto a la realidad frente al proceso histórico en el que se desenvuelve su vida individual. La Historia siempre es un cuento escrito a posteriori, ciertamente, pues sin la perspectiva temporal adecuada no hay Historia que valga; pero lo chocante es la indiferencia o el desinterés con la que vive Clonista lo que luego se convertirán en hechos sobre los que se escribirán mil y una narraciones y explicaciones, a cual más polémica y tal vez fantástica o meramente  sesgada. A Clonista no se le escapa que la invasión israelí puede caer del lado de los acontecimientos históricos. ¿Qué le falta? Quizás el asesinato de Arafat, un error que aún no han cometido, pero en el que, con otro hombre o mujer bomba que se lleve por delante cincuenta israelíes, no tardarían mucho en caer. De igual modo, es consciente también, Clonista, de que la mayor parte de la realidad inventariada -es decir, casi inventada- es, a efectos históricos, absolutamente irrelevante.  De otra manera se ve el asunto si, en vez, de Historia, hablamos de la intrahistoria, que defendía Unamuno, porque entonces sí que toda la realidad prensada, o la mayor parte de ella, se vuelve significante. Ahora bien, Clonista se declara incapaz de destacar, en ese pandemonio de noticias que cuartean el continuo de la realidad, las que "marcan" a hierro y fuego el devenir de sus conciudadanos. Entre ellas estaría el deseo de las autoridades de retrasar la edad de la jubilación o permitir que los jubilados acepten trabajos de media jornada o similares. La lógica del capital siempre dominando: demasiados viejos y mucha carga para la Seguridad Social, pues que sigan trabajando hasta que revienten. Todo antes que alentar el ocio creativo y la realización personal al margen de la esclavitud laboral. El ideal de los gestores neoliberales y la patronal: que se trabaje hasta que las enfermedades le lleven a uno directamente del trabajo a la sepultura. Y suma y sigue. Sin embargo, en Segovia como en Lérida, la contaminación ambiental de los purines, que amenaza las aguas subterráneas y los ríos, por los vertidos ilegales, parece no preocupar a unas administraciones que gobiernan al servicio de los empresarios. Los residuos parece que acabarán siendo el cáncer de las sociedades desarrolladas, y comparados con esos problemas, los cementerios de residuos nucleares casi resultan un asunto baladí. La realidad prensada que se nos presenta  parece diáfana: Port Aventura -capital de Barçaluña-  no encuentra personal en Cataluña para cubrir 1000 empleos.  De ningún modo se toman la molestia, por ejemplo, de hablar de las condiciones de tales trabajos y del salario de esa generosa oferta de esclavitud que parece rechazarse por mor de ínfimas pero orgullosas noblezas al estilo de la del escudero del Lazarillo. Y las galletas Fontaneda -de repente Clonista sufre un revolcón de nostalgia- dejan de ser patrimonio de Aguilar de Campoo -reconocida en el mapa por los dulces discos casados con la leche-, porque, como ya sucedió con la empresa Lear en Cataluña, la multinacional que se quedó con la empresa ha decidido cerrarla, tras haber recibido, claro está, todas las ayudas del mundo y alguna más. Y suma y sigue. Para el broche  del día, Costa-Gavras: Mad City, que Arcadi Espada y Roman Gubern mirarán  con tanto interés como la miró en su día y la remirará de aquí a poco este fatigado Clonista aturdido por la responsabilidad de su compromiso y la necesidad de compatibilizarlo con sus cien mil esclavitudes, las impuestas, las buscadas y las deseadas.

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