8-4-02
El caso de
las cuentas opacas del BBVA es una muestra ínfima del poder real de las
sociedades financieras en el país. Frente a usos refinados como el descubierto,
¿qué significan las chapuzas defraudadoras de tantos ciudadanos que saben
exactamente, con horas y lumbalgias, lo que les cuesta ganar cada una de sus
perras? La distancia que mantiene el
ciudadano con lo real es la distancia del escamado, de quien sabe que sigue
habiendo una España sojuzgada y una España del poder, y que se resiste a seguir
un juego absurdo: hacerle creer que su voto transforma la realidad. En la corte
del capital, por acción o por omisión, todos bailan la danza del mírame pero no
me toques y del déjame a mi aire que yo me lo guiso y yo me lo como. A Clonista
le cuesta horrores, a veces, tomarse en serio su labor y dar a entender que su
indagación, más allá del sentido que no tiene, tiene, al menos, una
trascendencia que la salva del estéril terreno de lo anodino, de lo trivial, de
la prescindible. A lo largo de estos meses Clonista ha observado un fenómeno
curioso: la insensibilidad del ciudadano adicto a la realidad frente al proceso
histórico en el que se desenvuelve su vida individual. La Historia siempre es
un cuento escrito a posteriori, ciertamente, pues sin la perspectiva temporal
adecuada no hay Historia que valga; pero lo chocante es la indiferencia o el
desinterés con la que vive Clonista lo que luego se convertirán en hechos sobre
los que se escribirán mil y una narraciones y explicaciones, a cual más
polémica y tal vez fantástica o meramente
sesgada. A Clonista no se le escapa que la invasión israelí puede caer
del lado de los acontecimientos históricos. ¿Qué le falta? Quizás el asesinato
de Arafat, un error que aún no han cometido, pero en el que, con otro hombre o
mujer bomba que se lleve por delante cincuenta israelíes, no tardarían mucho en
caer. De igual modo, es consciente también, Clonista, de que la mayor parte de
la realidad inventariada -es decir, casi inventada- es, a efectos históricos,
absolutamente irrelevante. De otra
manera se ve el asunto si, en vez, de Historia, hablamos de la intrahistoria,
que defendía Unamuno, porque entonces sí que toda la realidad prensada, o la
mayor parte de ella, se vuelve significante. Ahora bien, Clonista se declara
incapaz de destacar, en ese pandemonio de noticias que cuartean el continuo de
la realidad, las que "marcan" a hierro y fuego el devenir de sus
conciudadanos. Entre ellas estaría el deseo de las autoridades de retrasar la
edad de la jubilación o permitir que los jubilados acepten trabajos de media
jornada o similares. La lógica del capital siempre dominando: demasiados viejos
y mucha carga para la Seguridad Social, pues que sigan trabajando hasta que
revienten. Todo antes que alentar el ocio creativo y la realización personal al
margen de la esclavitud laboral. El ideal de los gestores neoliberales y la
patronal: que se trabaje hasta que las enfermedades le lleven a uno
directamente del trabajo a la sepultura. Y suma y sigue. Sin embargo, en
Segovia como en Lérida, la contaminación ambiental de los purines, que amenaza
las aguas subterráneas y los ríos, por los vertidos ilegales, parece no
preocupar a unas administraciones que gobiernan al servicio de los empresarios.
Los residuos parece que acabarán siendo el cáncer de las sociedades
desarrolladas, y comparados con esos problemas, los cementerios de residuos
nucleares casi resultan un asunto baladí. La realidad prensada que se nos
presenta parece diáfana: Port Aventura
-capital de Barçaluña- no encuentra
personal en Cataluña para cubrir 1000 empleos.
De ningún modo se toman la molestia, por ejemplo, de hablar de las
condiciones de tales trabajos y del salario de esa generosa oferta de
esclavitud que parece rechazarse por mor de ínfimas pero orgullosas noblezas al
estilo de la del escudero del Lazarillo.
Y las galletas Fontaneda -de repente Clonista sufre un revolcón de nostalgia-
dejan de ser patrimonio de Aguilar de Campoo -reconocida en el mapa por los
dulces discos casados con la leche-, porque, como ya sucedió con la empresa
Lear en Cataluña, la multinacional que se quedó con la empresa ha decidido
cerrarla, tras haber recibido, claro está, todas las ayudas del mundo y alguna
más. Y suma y sigue. Para el broche del
día, Costa-Gavras: Mad City, que
Arcadi Espada y Roman Gubern mirarán con
tanto interés como la miró en su día y la remirará de aquí a poco este fatigado
Clonista aturdido por la responsabilidad de su compromiso y la necesidad de
compatibilizarlo con sus cien mil esclavitudes, las impuestas, las buscadas y
las deseadas.
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