11-5-02
No se sabe si por la mediación
internacional, el agotamiento del impulso genocida o la existencia de algunas
encuestas secretas que amenazan con la pérdida de votos o las ganancias de los mismos por parte de los partidos
rivales -¿hay hoy en día partidos rivales en Israel?-, el caso es que los
activistas palestinos han salido de su refugio con todas las bendiciones para
escapar de las fuerzas represoras israelíes. He ahí desplegada la principal
realidad del día. Son acuerdos que sorprenden, porque permiten pensar que si se
han puesto de acuerdo para eso podrían haberlo hecho para atajar el terrorismo
suicida, acordar el reconocimiento del estado palestino o resolver cualquier otro
contencioso de los muchos planteados entre dos comunidades que, forzosamente,
habrán de convivir íntimamente. Aceptar la existencia del otro, el derecho a
ser, es el quid de la cuestión. Y lo que parece que la realidad ya lo da, la
existencia, no deja de ser una ficción sujeta a las reacciones insospechadas de
quienes han de vivir con ella. Nadie debería poder negar la complejidad de lo
real, aunque muchos intentan reducirla, limitarla, violentarla, y, en el más
insensato de los casos, negarla. La tentación de la simplificación está siempre
presente, y quien más y quien menos se ha dejado seducir por ella, y las
empresas periodísticas las primeras, según se comprueba en la pulpitis aguda de
tantísimos editoriales. La reacción de los conciudadanos de Pim Fortuyn es un
caso elocuente, tal y como se anticipa que Cees Nooteboom, con quien Clonista
se complace en coincidir, esclarecerá en oportuno reportaje el domingo. Dentro
de esa complejidad está, por descontado, la imperiosa sensación de la
irrealidad de la realidad, la intuición de que todo cuanto sucede más allá del
estrechísimo círculo de la vida individual es el famoso cuento lleno de ruidos
y furia chespiriano. En medio del horrísono concierto suena a veces la melodía
dulce de la pureza. Una chica de 13 años se acercó a un niño de 8 años que
estaba sentado en una acera y que había huido de su casa, víctima de los malos
tratos de sus padres. ¿Por qué ese contacto real humano y solidario le parece a
Clonista la verdadera gran noticia del día, la realidad que se impone con una
belleza inmarcesible? La verdadera miseria es no tener casa, dice Giselle, en
el reportaje sobre un congreso en el que se analizó la situación de los pobres
en la construcción de Europa. Sin duda.
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