viernes, 24 de julio de 2015

19-5-02

     La perspectiva de un lunes festivo lleva al espíritu del clonista un sosiego búdico materializado en esta presencia temprana ante la pantalla para culminar una secuencia de privilegiados: desayuno-diario-clónica. Abrir los ojos y la realidad ha sido todo uno -tras un desayuno moderado para evitar el sobrepeso del fondista fondón-, lo mismo que comenzar a leer y encontrarse con una revelación que, camino del aniversario del atentado del 11-S, igual supone la caída de Bush. Lo que se comprende ahora es que Irak pagó la felatiogate y Afganistán la incompetencia en general y en particular  de a quien se le atraviesan las galletas saladas frente al partido de football e hizo oídos sordos a las voces de al-arma. El principal remanso del domingo es la ausencia de tráfico rodado al por mayor, lo que, unido al buen tiempo, le permite a Clonista abrir el balcón y oír tímidos gorjeos, algún graznido de gaviota y, allá a lo lejos, en la Pl.Goya, el serrucho estridente de los periquitos invasores. Otra música, pretendidamente celestial, en consonancia con la pose evangélica y luminosa del manantial puro del que brota, es la expuesta por Zapatero en larga entrevista programática y recapituladora. Tres melodías  surgidas de él y de la realidad prensada al alimón, se entrecruzan en su discurso: la inseguridad de quienes sólo tienen al estado como defensa; la inexistencia de políticas que afronten el hecho complejo de la inmigración; la inmensa carga fiscal que soportan quienes menos tienen. Y el acorde final de su talante: nada de agresividad que desgaste; desgasta más la corrección y las buenas maneras. Nietzscheano, Zapatero: cuida con esmero de tus enemigos. El caudillo redentorista Chávez ha tenido el detalle de arremeter contra la cumbrita iberoamericana y emparentarse con los sindicatos, en este caso en el papel de invitado desagradecido. Como la verdad es la verdad, la diga Agamenon o su porquero, Chávez ha puesto en su sitio la tentación de la grandeur aznariana. Es cierto que el acto solemne es una sucesión de monólogos, como lo es que los pasillos, los reservados y las citas clandestinas -¡y a veces a ciegas!- cumplen las veces de aliviaderos para el turbión de tópicos y oquedades -en el supuesto de que los primeros no sean exactamente como las segundas- que, por riguroso turno, les toca soltar a cada uno de los convocados con vocación de estadistas y con triste realidad de estadillo. Y Aznar pasó lista. Y cuando vio que faltaba el viejo díscolo se dijo que mejor le saldría la clase, que un descanso para todos: lo ha puesto por escrito en su Ley de Calidad de la Enseñanza. Racistas y antifascistas, amantes ambos de la bulla, el palo y tente tieso, se las tuvieron igualmente tiesas y a la cabeza en su batalla campal en Premià: la policía, fiel a su espíritu de preservar la seguridad de las personas, y en primer lugar la suya propia, no intervino: eran todos compatriotas y bien está que se desahoguen y se abran la cabeza, a ver si, con ella abierta, les entra la realidad sin deformación de filtros prensados, políticos, religiosos et alii. Desde hace semanas, o meses, se veía venir que los golpes llegarían al río. La abstención política goberciunante, quizás alentada por el soplo ideológico de la primera dama catalana contra la invasión mahometana, se trueca ahora en lamentos y caras de manzanas agrias. Después, por la noche, quedarían complacidos ante el fervor nacional y patriótico desatado en el Camp Nou. Estaban todos, ciertamente, sí. Hasta ahora no había Clonista coincidido con Puigverd, pero se alegra de hacerlo ahora, por la estimación intelectual que le profesa: “Sobre el páramo que el fútbol espontáneamente coloniza, empieza a construirse el nuevo populismo.” Ni más ni menos. Si acaso, un plural a petición propia, los populismos.

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