19-5-02
La perspectiva de un lunes festivo
lleva al espíritu del clonista un sosiego búdico materializado en esta
presencia temprana ante la pantalla para culminar una secuencia de
privilegiados: desayuno-diario-clónica. Abrir los ojos y la realidad ha sido
todo uno -tras un desayuno moderado para evitar el sobrepeso del fondista
fondón-, lo mismo que comenzar a leer y encontrarse con una revelación que,
camino del aniversario del atentado del 11-S, igual supone la caída de Bush. Lo
que se comprende ahora es que Irak pagó la felatiogate y Afganistán la
incompetencia en general y en particular
de a quien se le atraviesan las galletas saladas frente al partido de
football e hizo oídos sordos a las voces de al-arma. El principal remanso del
domingo es la ausencia de tráfico rodado al por mayor, lo que, unido al buen
tiempo, le permite a Clonista abrir el balcón y oír tímidos gorjeos, algún
graznido de gaviota y, allá a lo lejos, en la Pl.Goya, el serrucho estridente
de los periquitos invasores. Otra música, pretendidamente celestial, en
consonancia con la pose evangélica y luminosa del manantial puro del que brota,
es la expuesta por Zapatero en larga entrevista programática y recapituladora.
Tres melodías surgidas de él y de la
realidad prensada al alimón, se entrecruzan en su discurso: la inseguridad de
quienes sólo tienen al estado como defensa; la inexistencia de políticas que
afronten el hecho complejo de la inmigración; la inmensa carga fiscal que
soportan quienes menos tienen. Y el acorde final de su talante: nada de
agresividad que desgaste; desgasta más la corrección y las buenas maneras.
Nietzscheano, Zapatero: cuida con esmero de tus enemigos. El caudillo
redentorista Chávez ha tenido el detalle de arremeter contra la cumbrita
iberoamericana y emparentarse con los sindicatos, en este caso en el papel de
invitado desagradecido. Como la verdad es la verdad, la diga Agamenon o su porquero,
Chávez ha puesto en su sitio la tentación de la grandeur aznariana. Es cierto
que el acto solemne es una sucesión de monólogos, como lo es que los pasillos,
los reservados y las citas clandestinas -¡y a veces a ciegas!- cumplen las
veces de aliviaderos para el turbión de tópicos y oquedades -en el supuesto de
que los primeros no sean exactamente como las segundas- que, por riguroso
turno, les toca soltar a cada uno de los convocados con vocación de estadistas
y con triste realidad de estadillo. Y Aznar pasó lista. Y cuando vio que
faltaba el viejo díscolo se dijo que mejor le saldría la clase, que un descanso
para todos: lo ha puesto por escrito en su Ley de Calidad de la Enseñanza.
Racistas y antifascistas, amantes ambos de la bulla, el palo y tente tieso, se
las tuvieron igualmente tiesas y a la cabeza en su batalla campal en Premià: la
policía, fiel a su espíritu de preservar la seguridad de las personas, y en
primer lugar la suya propia, no intervino: eran todos compatriotas y bien está
que se desahoguen y se abran la cabeza, a ver si, con ella abierta, les entra
la realidad sin deformación de filtros prensados, políticos, religiosos et
alii. Desde hace semanas, o meses, se veía venir que los golpes llegarían al
río. La abstención política goberciunante, quizás alentada por el soplo
ideológico de la primera dama catalana contra la invasión mahometana, se trueca
ahora en lamentos y caras de manzanas
agrias. Después, por la noche, quedarían complacidos ante el fervor
nacional y patriótico desatado en el Camp Nou. Estaban todos, ciertamente, sí.
Hasta ahora no había Clonista coincidido con Puigverd, pero se alegra de
hacerlo ahora, por la estimación intelectual que le profesa: “Sobre el páramo
que el fútbol espontáneamente coloniza, empieza a construirse el nuevo
populismo.” Ni más ni menos. Si acaso, un plural a petición propia, los
populismos.
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