20-5-02
En día de asueto, y tras haberse ido
ayer al leve y corto mundo de los sueños con la impresión desasosegadora de la
biografía fílmica de Iris Murdoch, Clonista se incorpora a su lenta labor con el recuerdo, así mismo, del último
fragmento de otra biografía, ésta escrita, la de Sebastián Haffner, donde se
repite una y otra vez, no sin congoja a posteriori, si en los primeros momentos
de la toma del poder por Hitler, en 1933, la realidad era, realmente, la vida
cotidiana a la que sólo llegaban los ecos prensados de una amenaza cuya
envergadura, a juicio del autobiografiado, pocos sospechaban. Quizás ahora pase
lo mismo: la realidad tiene una existencia virtual para el lector de diarios,
pero sus efectos acaban llegándole en forma de cambios económicos, militares o
sociales cuya irrupción en la vida cotidiana no acaba de explicarse. Algo así
debe haberles pasado a muchos pacíficos habitantes de Premià, sorprendidos
entre los dos fuegos de la intransigencia nacionalconservadora y la resistencia
antifascista violenta. Y Pujol, haciéndole los honores nacionales a su
conferenciante esposa, y sin que se le escape la xenofobia por el colmillo
retorcido, como aquella patriótica y barrerada descalificación hacia los
gitanos -luego parcheadas con un arrepentimiento en modo alguno de conciencia
remordida-, expone su sipero: tierra de acogida, pero ojito con tocarnos la
identidad, no fotem. Al otro lado de
la plaza, Clos reconoce que en vez de bilingüismo tenemos 86 lenguas. Es un
modo como otro cualquiera de quitarle importancia al castellano, desde luego.
Hace poco señalaba Clonista la súbita desaparición de Bin Laden; ahora señala
el regreso videográfico y la amenaza de futuros desastres con que se cubren las espaldas los negligentes
dirigentes usamericanos que amenazan a su vez con más mano dura al régimen
castrante cubano. Cabrera Infante le da un repaso a los usos y costumbres del
unimandante barbado y espera, como Machado, algún milagro de la primavera. ¿Qué
hace Bono, el de La Mancha, no el cantante, entre sotanas de buscadividendos,
bendiciendo con su presencia de inmaculado y pulcro cristiano una reunión de
agiotistas? ¿Y qué hace Clos, ungido defensor de la sexualidad políticamente
correcta y carlesiana, luchando a precinto y cierra, moreneta, contra Scenic,
un restaurante espectáculo sospechoso de querer convertirse en el mejor y más
grande burdel de Europa? Eso sí, en los alrededores de can Barça pueden seguir
maltratadas y explotadas cuantas inmigrantes se buscan la vida, sin que haya ni
un triste municipal que precinte nada, todo lo más, si anda calentorro, igual
encinta. Clonista intuye que deben animar a los clientes al ritmo frenético de
!Barça, Barça, Barça...! hasta el pitido final. Es decir, fan país. La noticia de
una película de Erice, aunque sea de diez minutos, es un acontecimiento
singular que se impone al resto de la realidad hasta casi anularla. En sus
declaraciones, no obstante, peca de ingenuo ilustrado rancio al recordar que el
lenguaje cinematográfico, para distinguir entretenimiento y cultura, ha de ser
enseñado en la escuela. Entre la sexualidad, el tráfico, el cine, la
publicidad, la alimentación, la economía y algunas otras materias más se podría
llegar ciertamente a una revolución escolar de tomo y lomo -pero no de libro,
es evidente-. A la vista del millón y medio de anuncios que se emiten por año
en las distintas televisiones, ¿cuántos anuncios ve un españolito sentado
-cólera incluida- en el plazo de un año? No sabe Clonista si el cine debería
ser una asignatura escolar, pero la publicidad exige ser explicada como
propedéutica a la demagogia económica y política. Lástima, por otro lado, que
Puleva haya fracasado con su aceite. Estaba, la marca, tan asociada a la leche
de vaca, que lanzarse a la conquista de un espacio en el mercado de aceites con
ese nombre era una temeridad de la que cualquier consumidor avezado les hubiera advertido, a poco que le hubieran
consultado. Igual “que se ven venir”
tantas cosas, se ve venir la propia realidad. Y se la ve ir, apenas en el
diario ciertas noticias postreras se van como encogiendo, haciéndose pequeñas o
humildes. A lo largo de la lectura de la realidad prensada se producen unas
extrañas relaciones entre las noticias. Pero de esas vidas cruzadas y de la
interacción permanente que hace emerger significados imprevisibles, como el
encuadre angélico de Sisa entre los accionistas inmóviles, amantes del pasivo y
el devengo de dividendos, supone Clonista que tendrá ocasión de escribir en
futuros días. Sería algo así como el efecto producido por la contigüidad de las
fotografías de Avedon sobre personas del oeste usamericano, un auténtico manhattan transfer descriptivo. El
espectador sale del paseo por las salas de la exposición con la sensación de
haber visto Fargo, Easy Rider, Las uvas de la ira y La ruta
del tabaco en un revoltillo salpicado por muchas otras a modo de especias.
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