3-5-02
Acaba uno de cerrar las contraventanas
para sumergirse en la quieta penumbra de un descanso merecido, y se retira a él con la grata coincidencia con Millás.
Efectivamente, no se ve la realidad. Él parece tener una suerte de ingenua
confianza en que ella exista, Clonista tiene la ilusión de que pueda existir, y
quizás de ambas ficciones van tirando ambos, con desigual fortuna. La vida de
cada día, el día de cada vida -¡cada vida cada día!- no es una venda en los
ojos, sino la indiferencia casi absoluta del agotamiento. Clonista suele
demorarse en la contemplación impertinente de la derrota de los seres que
llegan al supermercado poquísimo antes de que lo cierren y que realizan una
compra de urgencia para afrontar la noche presabatina en el plato (o plató) de
ducha catódica: platos precocinados de rápida preparación comodísima,
aperitivos saladísimos e hipercolesterólicos, yogures cremosísimos y
azucarados, vinillo preprohibitivo, la
chapata de rigor, exquisiteces sucedáneas y cholate negrísimo prêt-a-porter. De
un lado, la gabardina y el portafolios, del otro el cesto, donde sobresale la
barra de pan desmochada; el nudo de la corbata aflojada, la barba
ensombreciendo el rostro; la mirada vidriosa. ¿La realidad? Clonista sabe que
en el diario no se va a encontrar con la estampa cotidiana de la agónica lucha
individual por la vida, esa estampa ajada cuya soledad ejecutiva tanta
compasión improcedente le inspira. Hay otras soledades, de dimensiones
trágicas, nacionales, europeas, mundiales. El escaparate donde se muestran, sin
embargo, es un Rastro de excesivos contrastes, a veces difíciles de digerir, e
incluso de creer. La realidad es muy pocas veces verosímil, y casi nunca
verdadera. A menudo también es risible, porque hay, en la prensada al menos, un
derroche de humanidad, de lo más propio, es decir, patético, de ella. Aznar, el
estadillo, rezuma vanidad ufana y turiferaria junto al arbushto borde cuyo
poder es directamente proporcional a su ignorancia: la suma de dos obviedades
biológicas de tal calibre bien se merecerían una ovnibiabducción benefactora
por parte de la otra realidad que, estando ahí, nunca acaba de bajar a echar
una mano, o una antena. A Clonista no se le pasa por alto una página
interdisciplinar: Simulacrónica, con entrevista incluida, de la Feria de Abril
barcelonesa. Polacos. El nuevo arte de Polonia. Exposición colectiva. Dos
pescadores tarraconenses aficionados capturan un atún de 300 kilos, tras luchar
hemingwayanamente cuatro horas con el bicho, al que redujeron y finalmente
ataron a la embarcación, según el famoso original cubano. Se archiva el caso de
asesinato de un niño marroquí de ocho años, hallado muerto en el interior de un
pozo en agosto de 2000, por falta de indicios que conduzcan al descubrimiento
del criminal. Por ahí, pues, se pasea un criminal impune. Clonista no puede
evitar la indignación impotente, y el horror, a manos llenas, ante el conato de
representación de la terrible tortura, agonía y muerte de la criatura. Alerta
de fuertes lluvias en Barcelona. El pronóstico se ha cumplido a medias.
Chaparrón veraniego moderado y poco más. Como cada viernes, la cultura se
ofrece al ocio desplegando su cauda vanidosa, su abanico refitolero, y Clonista,
de presupuesto tan limitado y de sensibilidad tan devastada, dispone el vídeo
para grabar arqueologías del cine gratuitas y revisitar su propio pasado Mirando hacia atrás con ira, por
ejemplo.
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