jueves, 2 de julio de 2015

3-5-02

     Acaba uno de cerrar las contraventanas para sumergirse en la quieta penumbra de un descanso merecido, y se retira  a él con la grata coincidencia con Millás. Efectivamente, no se ve la realidad. Él parece tener una suerte de ingenua confianza en que ella exista, Clonista tiene la ilusión de que pueda existir, y quizás de ambas ficciones van tirando ambos, con desigual fortuna. La vida de cada día, el día de cada vida -¡cada vida cada día!- no es una venda en los ojos, sino la indiferencia casi absoluta del agotamiento. Clonista suele demorarse en la contemplación impertinente de la derrota de los seres que llegan al supermercado poquísimo antes de que lo cierren y que realizan una compra de urgencia para afrontar la noche presabatina en el plato (o plató) de ducha catódica: platos precocinados de rápida preparación comodísima, aperitivos saladísimos e hipercolesterólicos, yogures cremosísimos y azucarados, vinillo preprohibitivo,  la chapata de rigor, exquisiteces sucedáneas y cholate negrísimo prêt-a-porter. De un lado, la gabardina y el portafolios, del otro el cesto, donde sobresale la barra de pan desmochada; el nudo de la corbata aflojada, la barba ensombreciendo el rostro; la mirada vidriosa. ¿La realidad? Clonista sabe que en el diario no se va a encontrar con la estampa cotidiana de la agónica lucha individual por la vida, esa estampa ajada cuya soledad ejecutiva tanta compasión improcedente le inspira. Hay otras soledades, de dimensiones trágicas, nacionales, europeas, mundiales. El escaparate donde se muestran, sin embargo, es un Rastro de excesivos contrastes, a veces difíciles de digerir, e incluso de creer. La realidad es muy pocas veces verosímil, y casi nunca verdadera. A menudo también es risible, porque hay, en la prensada al menos, un derroche de humanidad, de lo más propio, es decir, patético, de ella. Aznar, el estadillo, rezuma vanidad ufana y turiferaria junto al arbushto borde cuyo poder es directamente proporcional a su ignorancia: la suma de dos obviedades biológicas de tal calibre bien se merecerían una ovnibiabducción benefactora por parte de la otra realidad que, estando ahí, nunca acaba de bajar a echar una mano, o una antena. A Clonista no se le pasa por alto una página interdisciplinar: Simulacrónica, con entrevista incluida, de la Feria de Abril barcelonesa. Polacos. El nuevo arte de Polonia. Exposición colectiva. Dos pescadores tarraconenses aficionados capturan un atún de 300 kilos, tras luchar hemingwayanamente cuatro horas con el bicho, al que redujeron y finalmente ataron a la embarcación, según el famoso original cubano. Se archiva el caso de asesinato de un niño marroquí de ocho años, hallado muerto en el interior de un pozo en agosto de 2000, por falta de indicios que conduzcan al descubrimiento del criminal. Por ahí, pues, se pasea un criminal impune. Clonista no puede evitar la indignación impotente, y el horror, a manos llenas, ante el conato de representación de la terrible tortura, agonía y muerte de la criatura. Alerta de fuertes lluvias en Barcelona. El pronóstico se ha cumplido a medias. Chaparrón veraniego moderado y poco más. Como cada viernes, la cultura se ofrece al ocio desplegando su cauda vanidosa, su abanico refitolero, y Clonista, de presupuesto tan limitado y de sensibilidad tan devastada, dispone el vídeo para grabar arqueologías del cine gratuitas y revisitar su propio pasado Mirando hacia atrás con ira, por ejemplo.

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