31-5-02
La subida de
la temperatura ambiente, unida a la relajación que depara el final anunciado
del curso escolar, que boquea ya camino de su muerte ritual, permiten a Clonista acercarse a la clónica
del día con una suerte de tranquilidad que le aleja de la realidad hábilmente
expuesta por Verdú en su interesante crónica titulada En el diván. Lo esencial de la realidad que denuncia Verdú es el
desinterés de los políticos por cambiar la vida. Todos ellos parecen empeñarse
sólo en buscarnos medios de ganárnosla, no de disfrutar realmente de ella. Ese
cansancio del yo es una formulación exactísima de la desgana expresada en
tantas y tantas ocasiones por este Clonista cuando, al borde del agotamiento,
había de enfrentarse a su clónica. No puede negar que un esfuerzo semejante en
modo alguno es imposición ni necesidad, sino simple vocación de investigador
surrealista, pero, una vez autocomprometido, ¡qué difícil renunciar a la propia
palabra autodada y dadá! Al fin aparece en la primera página de la realidad el
acosador sexual Ismael Álvarez, alcalde de Ponferrada y seguidor moderno del
viejo derecho de pernada, respaldado, eso sí, por todos sus concejales adictos,
a su persona y se supone que también a sus prácticas acosadoras, y, al fondo,
el silencio elocuente del PP aprobando a su chulesco representante político, el
mismo que condena a la acosada, también militante del mismo partido. La
despedida del acosador sexual ha sido negar lo probado: no hay nada de nada de
nada de nada, lo diga un juez o lo digan diez mil. ¡Se lo van a decir a él! ¡Y
ojo los españoles todos: están sujetos a la indefensión jurídica absoluta si a
alguna señorita le da por decir que tal o cual le ha tocado el culo! La
chusquería cuartelera del alcalde nada zalamero de Ponferrada acrisola tanta
miseria moral que Clonista cree que la realidad de hoy casi la ocupa por
completo el miserable sujeto. Los honores estelares de la realidad prensada los
comparte con los obispos vascos. A Clonista le resulta chocante que una
pastoral, dedicada al rebaño de fieles que supuestamente son los únicos
interesados en lo que digan o dejen de decir los tales ensotanados señores
acapare una atención prensada más propia de otros tiempos, tridentinos y casi
preconciliares. Debe ser el efecto aznarretro que ha vuelto a poner la realidad
bajo palio. Excesivo, se mire como se mire. Ni en los peores vaticinios post
mayoría absoluta se contemplaba esta eclosión eclesiastizante de la realidad a
la que ahora contribuye, no sin ánimo combativo, El País. Páginas adentro de la realidad, en una de esas capas
cebolliles de la realidad prensada, tan diuréticas, emergen los imames
islámicos para recordarnos que a la España de las autonomías le sucederá la
España de las iglesias. La propuesta más izquierdista, a día de hoy, y más
ilusionante para un votante como Clonista no es otra que la búsqueda de un
estado ajeno a la vida religiosa privada de sus ciudadanos. ¿Laico?, pues
laico. Y sin concordatos acogotadores. Y sin la presencia de la religión en las
escuelas públicas. Junto a esa supersticionalización de la vida pública, ¿cómo
no sentir un compasivo afecto por la bondad intrínseca e ingenua de quienes
promocionan la lectura como un bien cultural de primer orden? ¡Angelitos! Hay
para echarse a temblar, ante ese ataque de intimidación cultural que se les
viene encima a ninos, jóvenes y familias. De nuevo una promesa cinematográfica,
Sombras, de John Casavettes, viene a
coronar la realidad del día con su inmersión catódica hacia la sensibilidad de
un cineasta verdaderamente independiente.
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