jueves, 9 de julio de 2015


9-5-02

     ¡Qué extensa es la realidad! Llega uno a su exhibición prensada sin aliento, con la necesidad de reponer fuerzas, como si acabara de atravesar un desierto en el que han ido apareciendo espejismos de lo más variopinto. La cabeza inflada de lugares, personas, venganzas, impudicias, venalidades, arbitrariedades, asesinatos, pasteleos, nepotismos, climatología, banalidades..., todo ello resonando en la bóveda craneal como una orquesta horrísona que maltrata, que hiere. Una primavera auténtica, es decir, del sol a la lluvia, del frío al calor, del viento a la calma chicha en apenas horas afecta sin duda al desarrollo de cualquier existencia, y la condiciona. Con la realidad prensada pasa otro tanto. Hay una trampa adictiva en la información, y es posible que Clonista haya caído en ella, por más que le sea imposible regodearse en el suceso. Destaca a simple vista la principalísima realidad del día, el ombligo del poder mediático contemplándose con la satisfacción de quien seguirá sacando sus ricos beneficios, ahora más que nunca con la fusión de las plataformas televisivas de pago de Sogecable y Telefónica, aunque los contenidos de la oferta no hayan cambiado mucho desde aquellos tiempos del panem et circenses de Juvenal, todo sea dicho. Resulta escalofriante pensar en los cientos de cadenas de todo tipo, públicas, generalistas, comarcales, municipales, de pago, por cable, por satélite, etc., a la captura del telespectador que renuncie, desde la pasividad psicosomática, a la infinita riqueza de buena parte de lo real, aunque sea prensada. Clonista, abstemio y abstelevisivo, se sabe, cada vez más, ser de otro mundo, o quién sabe si de la nada. Limitado por el desasosiego de las necesidades inconscientemente asumidas, asume, así mismo, la dualidad insultante: hay existencias ricas y pobres, sí, de acuerdo, pero en términos ¿de qué?, ¿de realidad?, ¿de experiencias?, ¿de deseos?, ¿de intuición? ¿Por dónde pasa el eje del mundo, el diámetro de la realidad? Porque saberse ensartado por él debe ser lo más cercano a la experiencia crucial de palpar lo real, de abrazarlo. ¿Toda la realidad cabe en Clonista? Preguntas ociosas, sin duda. Máxime cuando se contempla la perpetración de la ocupación política del goppierno -pues que también así puede y debe llamarse- de los jueces. ¡Fuera las caretas! ¿Reclamará alguien la elección libre de los gobernantes del poder judicial? El culito estrechito debería tener el gobierno, de pensar que el liante Liaño no pudiera regresar a ¡impartir justicia!, ¡justicia! Consumado el atropello jurídico que es la resolución del goppierno judicial de aprobar el reingreso del prevaricador doloso, ¿podrá recusarlo cualquier ciudadano cuyo pleito caiga en manos de aquél, por delincuente? Esa, quizás, habría de ser la respuesta popular: recusación tras recusación hasta impedirle el ejercicio, piensa Clonista desde su ignorancia de facto, de iure y del iure. El día de hoy sí que ha sido una acabada muestra de torticera construcción de la realidad. A Clonista, desde la soledad de su visión individual, y desde su limitación fontanal, se le representa que, desde las páginas mundanas del diario oficial del sindicato del crimen, en terminología felipista, se debe contemplar una realidad prensada que en poco o nada debe parecerse a la que Clonista ve, refleja, anota y comenta. La incomunicación, que fuera éxito editorial de Castilla del Pino hace bastantes años, parece haberse adueñado de la sociedad: cuanto mayor es el incremento de los medios de comunicación al alcance de los ciudadanos, mayor es el descenso del interés, la trascendencia y la importancia de lo comunicado. Clonista tiene la impresión, probablemente demasiado subjetiva, de que las personas nos hemos convertido en burbujas desde la que contactamos con otras burbujas, pero sin comunicarnos. Silencio.

2 comentarios:

  1. Si uno le hace mucho caso a la información, puede acabar concluyendo que la propia existencia es inconstatable. Como estoy leyendo a Josep Pla ("Notes disperses"), me ha llamado la atención una coincidencia. Dice él (de memoria) que el número de periódicos ha contribuido a la banalización de su contenido. La necesidad de informar cada día es empobrecedora y produce, además, un cinismo en el periodista que resulta fatal. Según él, lo importante en los periódicos "ahora" es el aparato técnico, la producción. El periodista es irrelevante.

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  2. De hecho, un periódico se guía por el principio de "la naturaleza rechaza el vacío". Y, lamentablemente, en la mayoría de ellos ese vacío que cubren las informaciones de toda clase y condición acaba imponiéndose a los contenidos.

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