jueves, 20 de agosto de 2015

20-6-02

     ¡Día irreal donde los haya, este de la huelga general! Hoy sí que desaparecido en combate. Detener un país, aunque solo sea en un porcentaje del 70%, aboca a la sociedad a un verdadero día de reflexión, por más que el ocio, puro y duro, acabe ganando la partida. No encontrar la ración diaria de realidad prensada le retrotrae a Clonista al inicio de la presente aventura. Cerca ya de San Juan, la noche más corta del año, ¿no convendría recapitular sobre ese disparate aventurero? ¿Y si lo que le sale es revocar –que, infiel a su etimología fantástica, no es perseverar oralmente…- su decisión? Lo ve difícil. Una huelga general no es un objetivo difícil de conseguir. Menos aún si tiene la virtud política de servir de cauce a la expresión del rechazo visceral que sienten hacia el caudillito tantas y tantas personas como las que han acudido hoy a las manifestaciones convocadas en toda España. Las calles, casi vacías; los comercios, medio cerrados; los piquetes, abanderados y desafiantes; todo, en fin, se sumaba para poner al goppierno en su lugar: de espaldas al pueblo y de cara a los acaudalados, es decir, justo allí desde donde inició su tarea de desmantelamiento del antiguo proyecto socialista, ¡tan tibio él! Un día sin realidad prensada tampoco da para tanto, si la agenda familiar se le impone a uno como la suya a Clonista. Prácticamente hoy no ha pasado nada, o mejor, ha pasado la nada de un día vacío de todo lo que no fuera convertir las grandes ciudades en auténticos paisajes espectrales. Lo más relevante ha sido la abusiva presencia policial para controlar el ejercicio de un derecho constitucional. Mañana desaparecerán de las calles, justo cuando los índices de criminalidad vuelvan por sus fueros y la inseguridad de los ciudadanos sea un asunto privado. Las fuerzas de policía, a juicio del goppierno, están para reprimir huelguistas, no para proteger a ciudadanos indefensos que cometen la temeridad o la torpeza de atravesar ciertos barrios o calles. A Clonista le cuesta no ceder a la tentación de ampararse en manifestaciones oídas por la radio para levantar una clónica que, en puridad, le corresponde al día de mañana, cuando los titulares de prensa  sirvan de paradigma de la irrefutable complejidad artificiosa de lo real.

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