10-7-02
Hoy es un
día de fiesta mayor para los medios de comunicación: crisis de gobierno. Todo
iba bien, la huelga no había existido, nadie estaba quemado y, de repente, un
vuelco político que huele a sálvese el que pueda -que quede una pensioncilla o
que no se piqaiga en manos de la justicia- y que se escenifica como un vodevil,
a juzgar por tanta entrada, salida y cambio de despacho. Y todo, tan acelerado,
¿para qué?, ¿para ir adónde? Si poco a poco Zapatero ha logrado instalar en la
sociedad el mensaje del fin de ciclo popular, Aznar parece empeñado en
corroborarlo, más pendiente de su salida hacia el olvido piadoso que de la
imposible llegada a una nueva mayoría absoluta. Clonista debería estarle
agradecido al caudillito, de quien, por cierto, ha rememorado maneras
destitutorias, por la chinilla que ha agitado el pantano de su acción política,
pero los prensadores menos entusiastas han advertido enseguida que el tono
mediocre del asunto destaca tanto que el solo nombre del escalador Zaplana -de
Benidorm al cielo-, nombrado además para la cartera de Trabajo, lo dice todo,
lo explica todo y lo resume todo. Clonista solo percibe un detalle de buen
gusto en el despido obligado del infame portavoz neopentagonal, si bien el
contrapeso escandaloso es el mantenimiento del visugermanicus y reverencial
Piqué para no verse a pecho descubierto frente a una justicia que algún día
tendría que exigirle que rindiera cuentas, de esas ficticias a las que tan
aficionadas andan últimamente las empresas del capitalismo literario de este
comienzo de milenio. Ante la próxima cita parlamentaria, y sabedor de la
inferioridad política con que a ella se presentaba, el caudillito ha querido
convertirse en el epicentro del debate público, si bien es muy posible que el
tiro acabe saliéndole por la culata, y más aún con el equipo de monteros con
que se presenta. Se habrá de ver. Casi desapercibida pasa la noticia del tibio
reencuentro negociador entre árabes e israelíes, junto a la algazara de
perfiles, biografías, trayectorias y especulaciones de todo tipo, locales y
comunitarias, como rebote del movimiento ministerial. Y, por supuesto, Pannella
ha desaparecido del primer plano de lo real. ¿Cómo será su próxima irrupción,
de cuerpo presente, acaso? La vacación
ganada en la dificultosa lid del esforzado menester docente condiciona
sobremanera la visión de la realidad, y más aún la ofrecida desde la prensa. El
ritmo cansino y desestresado parece comunicarse a la contemplación de lo real,
de modo que incluso la leve agitación producida en el estanque de la España-que-va-bien
tiene algo de cámara lenta, de ensayo intrascendente. La desaparición del joven
torero español en Perú, aparecida ayer con tintes de novela por entregas, se ha
resuelto en una muerte misteriosa en la playa. A Clonista le llama la atención
la carencia de datos con que está confeccionada la noticia. Se supone que
mañana, si algo se supiera hoy, llevará el asunto a la portada del diario. Es
decir, mañana la realidad se abrirá con una muerte, el gran suceso alrededor
del cual gira la creación prensada de la realidad. A veces, también, seamos
justos, lo es el nacimiento, sobre todo si unos padres blancos se encuentran
con dos gemelos negros; otra noticia en la que la carencia de datos dejaba al
lector de la realidad pendiente de una futura entrega que ya no se ha
producido. La realidad prensada, en ese sentido, no es muy distinta de la
realidad fluida de radio corto: tiene una enorme capacidad para decepcionar.
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