domingo, 13 de septiembre de 2015

14-7-02

     Fiel a su cita dominical, la realidad prensada se despereza-despliega con la perezaparsimonia de los amaneceres postintensa cinefilia, y ayer, además, hubo suerte, pues el azar en el arte -casi azarte, casi cazarte- se produce más de lo que nos imaginamos: Al otro lado de la cama y La ciudad sin límites, de Emilio Martínez-Lázaro y Antonio Sánchez , colmaron las expectativas, cada una a su modo y su género, de Clonista y Conjunta. No haberse perdido, además, la interpretación de Fernando Fernán Gómez, un auténtico paradigma de la esencia de la representación escénica, contribuyó a la intensa felicidad de la madrugada. Ante el recuerdo, sobre todo, de la magia interpretativa de Fernán Gómez, ¿cómo es posible considerar que lo de Perejil sea una realidad de muchísima importancia, algo vital para la patria, decisivo para el curso de las relaciones entre ambos países y capaz de provocar un conflicto cuyo desenlace pudiera retrotraernos a épocas de hediente aroma colonial? La política es el arte de los gestos, también a su modo otra representación, y más si la diplomacia anda por medio, o demediándolo todo; pero entre Ana Palacio y sus llamadas frías, y Fernán Gómez y sus amorosas llamadas desesperadas en medio de la conspiración universal de lo real contra el verdadero amor, ¿pues qué puede decir Clonista sino que la realidad prensada ofrece un asuntillo carente del menor interés salvo para patriotas en celo, que tanto abundan, en el centro y en la periferia?  Bush, dicen, sigue de capaencuesta caída, y las próximas elecciones al Congreso y al Senado pueden acabar forzando la cohabitación y preparar la vuelta de quien le disputó la anterior elección. Tanto el Presidente como su Vicepresidente están empantanados en las fétidas aguas de los chanchullos de las ganancias ventajistas, y la moralidad usamericana ya se sabe que está inscrita en su moneda, que el dinero la determina. No ocurre otro tanto en Bolivia. El título ambiguo y manipulador de una crónica, El triunfo de la coca en Bolivia, esconde, sin embargo de esa pueril necesidad de llamar la atención, caiga quien caiga, aunque caiga la verdad, un reportaje bastante esclarecedor de la historia del líder indígena Evo Morales, cuya traumática iniciación en la acción política contra las seculares injusticias contra los indígenas bolivianos, el 70% de la población -la policía quemó vivo a uno de entre varios jovenzuelos acusados de narcotraficantes, él entre ellos-, hacen muy difícil pensar que, como sostiene el gobierno usamericano, los narcotraficantes estén a un paso de llegar a la presidencia del país. Las propuestas de reversión a manos nacionales del gas, el petróleo y la explotación de la madera sí que son la verdadera amenaza que observa el gobierno usamericano en el movimiento político de Morales. Confiemos en que Vargas-Llosa no tenga tiempo para dedicarle su atención neoliberal a la política boliviana, pues enseguida iniciará campaña para evitar una nueva catástrofe para el pueblo boliviano e impedir que se suicide socialmente renunciando a la globalización que, según el magnifico narrador peruano-español, tantos beneficios aporta a cuantas economías caen bajo su paraguas protector. Clonista compensa la sensación que tiene de leer una realidad fósil, cuando los informativos radiofónicos le atropellan con el último jadeo de la realidad que no cesa, con la tendencia defensiva de la realidad prensada a adelantarse a los acontecimientos, en parte para determinarlos, en parte por puro amor a los vaticinios -¡de tan fuerte raíz clásica!-. Tal ocurre con el debate sobre el estado de la nación, el gran derby del año entre goppierno y opsoesición. Jugado ya en el ámbito mediático, leídos los argumentos, las réplicas y las contrarréplicas, ¿de verdad los políticos creen que concitarán el interés nacional para que los veraneantes o los y las rodrígueces pierdan su tiempo para observar el gesto, el tono y las rutinas de rituales que son refritos de refritos, parodias de parodias, simulacros de simulacros baudrillardescos? ¡Amos anda!, que diría el clásico. Ahora mismo acaba de enterarse Clonista, además, de que Galdeano libra batalla contrarreloj contra Armstrong en el Tour, justo durante la intervención del opsoesitor Zapatero. ¡Pobre Ramoneda, sin embargo! ¡Menudo encarguito! Le ha tocado lo peor: intentar darle cuerpo y densidad políticos a la tenebrosamente graciosa obviedad bípeda implume que goppierna  España al servicio de las grandes empresas y de los intereses particulares de amigos y allegados, dispuestos a reírle sus graciosidades de colmillo retorcido y labio cuasi leporino. Recuerda aquello de Unamuno sobre el oxímoron de El pensamiento navarro, cree recordar Clonista que era el ejemplo unamuniano. Mucho más agradecido ha sido el encargo a Barbería: darle voz, en la persona de Ana Urchueguía, a la resistencia política al fascismo nacionalista vascongado. Su admirable valor personal e ideológico dice mucho de lo más que les costará a las diferentes facciones nacionalistas vascongadas llevar adelante su particular secesión. De toda la realidad segmentada, cada uno de cuyos fragmentos podría convertirse en el embrión  de una realidad absorbente, le llama hoy a Clonista la atención el serial sobre la genética que se inicia hoy y se extenderá a lo largo de diez semanas: mucho mejor, sin duda, que las tristes y desangeladas narraciones de escritores de campanillas, aunque igual, por el mismo precio, acaba Clonista viendo uno de esos engendros exprofesos en las ya de por sí ultragenésicas páginas de la realidad prensada. Más adelante se ha dejado impresionar por la relación estrecha, turbadora, terrible y mortal entre la juventud, el alcohol y los coches. Y ha sabido, final de la historia, que fueron tres policías peruanos los que acabaron con la vida del torero que luchaba por abrirse camino: la gran corná, como siempre, se la dio la vida, o mejor dicho, quienes en nada la tienen y a quienes les pagaban por defenderla.

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