domingo, 20 de septiembre de 2015

21-7-02

     Avanzando inexorablemente hacia la aniquilación del tiempo que supone el mes de agosto, y del que para Clonista es el mes de julio un anticipo sobrado, encara hoy el levantamiento del nuevo edificio a una hora razonable en un lugar razonable y con una predisposición ambigua, dado que al escepticismo habitual de su condición se unen el desencanto y la decepción producidos por el cumplimiento de su disparatada aventura. Clonista supone que de una relectura atenta de cada uno de los días que integran su clónica se sacaría la impresión de que cada uno de ellos ha sido como una mole granítica casi imposible de ser desplazada por el que le iba a la zaga. Y algo de ello hay, por supuesto; pero lo cierto es que la fugacidad de la realidad clonicada aún le sorprende a Clonista como lo hizo desde el primer mes de su al principio ilusionante tarea, hoy simplemente ilusa y carente del arte que sigue habiendo dentro de ella, por más que él no haya conseguido extraerlo. Aún tiene cinco meses por delante para intentarlo, no obstante. La crisis de Perejil/Laila se cierra, aún no se sabe si en falso, gracias a los interesados  oficios de los usamericanos, es decir, a pesar de la inepta diplodocusmacia española. El ridículo más espantoso se extiende ahora como una mancha indeleble, y alcanza incluso a quienes, infografía en mano, narraron los acontecimientos, en acertada expresión de Vicent, “con la parafernalia grandilocuente del desembarco de Normandía.”  La ausencia del perejil que adorne el plato medio vacío y calcinado del verano prensado permitirá el regreso a los temas tradicionales, los de toda la vida. ¿Cuándo se acabaron las veraniegas guerras de las banderas? Suenan a guerras de nuestros antepasados, ciertamente. Mucho más aliciente tiene, para los nazis vascongados, el acoso a los judíos socialistas y populares, como denuncian en Navarra. Y es que siempre hay alguien un peldaño por debajo de la peor de las situaciones, y habitualmente en el olvido, o ensombrecidos por la escasez de radio del foco mediático. Clonista considera que la verdadera realidad es una suerte de negociación entre la vida personal y la vida colectiva: hasta aquí dejo que entres, hasta aquí permito que lo general condicione mi vida individual y hasta allí participo o me intereso en y por lo y los demás. Es una negociación desequilibrada y fallida. La insatisfacción lo domina todo. Clonista considera que tan perjudicial es dejarse habitar, o colonizar, por la realidad prensada, como proyectarse exclusivamente hacia fuera de uno con el convencimiento de que esa acción es el gran fundamento de la realidad individual, la sólida roca de nuestra identidad. Con todo, se trata de una negociación que nunca cesa. Lo que cesa es el flujo turístico hacia España. El descenso de hasta el 25% es un toque de atención que justifica las ofertas de última hora y el desengaño de los previsores. Reservas con antelación y acabas pagando casi el doble que quien decide contratar dos días antes de salir de vacaciones. Clonista, que es turista atípico, por no decir que nunca se siente como tal, dada su íntima condición apátrida, entiende que quizás incluso la fiebre de los viajes organizados vaya remitiendo, y, sobre todo, que las crisis económicas pasen su factura ominosa. Que diez millones de españoles dediquen alrededor del 30% de sus ingresos a pagar la hipoteca de su casa, en un plazo medio de 20 años, es un indicador clarísimo de que son muchos los entrampados y pocos quienes disponen de disponibilidad. Y aquí sí que Clonista sabe que toca carne caliente de realidad: letras, facturas, impuestos, y el inmovilismo desafiante de los sueldos. Pero para penar y lamentar no se metió en la clónica de este año dos, ¿o sí? Un domingo es siempre un domingo, y su aire de gran reportaje se cumple ya en la amplitud del gesto postdesayuno con que se sostiene el periódico sobre las piernas cruzadas. ¿A quién le toca hoy poner el nombre a la trivialidad? Ángel González y Caballero Bonald: la democracia es aburrida, no ahuyenta la tentación totalitaria y la realidad cada vez es más vulgar, espesa y gregaria. Pues eso.

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