21-7-02
Avanzando
inexorablemente hacia la aniquilación del tiempo que supone el mes de agosto, y
del que para Clonista es el mes de julio un anticipo sobrado, encara hoy el
levantamiento del nuevo edificio a una hora razonable en un lugar razonable y
con una predisposición ambigua, dado que al escepticismo habitual de su
condición se unen el desencanto y la decepción producidos por el cumplimiento
de su disparatada aventura. Clonista supone que de una relectura atenta de cada
uno de los días que integran su clónica se sacaría la impresión de que cada uno
de ellos ha sido como una mole granítica casi imposible de ser desplazada por
el que le iba a la zaga. Y algo de ello hay, por supuesto; pero lo cierto es
que la fugacidad de la realidad clonicada aún le sorprende a Clonista como lo
hizo desde el primer mes de su al principio ilusionante tarea, hoy simplemente
ilusa y carente del arte que sigue habiendo dentro de ella, por más que él no
haya conseguido extraerlo. Aún tiene cinco meses por delante para intentarlo,
no obstante. La crisis de Perejil/Laila se cierra, aún no se sabe si en falso,
gracias a los interesados oficios de los
usamericanos, es decir, a pesar de la inepta diplodocusmacia española. El
ridículo más espantoso se extiende ahora como una mancha indeleble, y alcanza
incluso a quienes, infografía en mano, narraron los acontecimientos, en
acertada expresión de Vicent, “con la parafernalia grandilocuente del
desembarco de Normandía.” La ausencia
del perejil que adorne el plato medio vacío y calcinado del verano prensado
permitirá el regreso a los temas tradicionales, los de toda la vida. ¿Cuándo se
acabaron las veraniegas guerras de las banderas? Suenan a guerras de nuestros
antepasados, ciertamente. Mucho más aliciente tiene, para los nazis
vascongados, el acoso a los judíos socialistas y populares, como denuncian en
Navarra. Y es que siempre hay alguien un peldaño por debajo de la peor de las
situaciones, y habitualmente en el olvido, o ensombrecidos por la escasez de
radio del foco mediático. Clonista considera que la verdadera realidad es una
suerte de negociación entre la vida personal y la vida colectiva: hasta aquí
dejo que entres, hasta aquí permito que lo general condicione mi vida
individual y hasta allí participo o me intereso en y por lo y los demás. Es una
negociación desequilibrada y fallida. La insatisfacción lo domina todo. Clonista
considera que tan perjudicial es dejarse habitar, o colonizar, por la realidad
prensada, como proyectarse exclusivamente hacia fuera de uno con el
convencimiento de que esa acción es el gran fundamento de la realidad
individual, la sólida roca de nuestra identidad. Con todo, se trata de una
negociación que nunca cesa. Lo que cesa es el flujo turístico hacia España. El
descenso de hasta el 25% es un toque de atención que justifica las ofertas de
última hora y el desengaño de los previsores. Reservas con antelación y acabas
pagando casi el doble que quien decide contratar dos días antes de salir de
vacaciones. Clonista, que es turista atípico, por no decir que nunca se siente
como tal, dada su íntima condición apátrida, entiende que quizás incluso la
fiebre de los viajes organizados vaya remitiendo, y, sobre todo, que las crisis
económicas pasen su factura ominosa. Que diez millones de españoles dediquen
alrededor del 30% de sus ingresos a pagar la hipoteca de su casa, en un plazo
medio de 20 años, es un indicador clarísimo de que son muchos los entrampados y
pocos quienes disponen de disponibilidad. Y aquí sí que Clonista sabe que toca
carne caliente de realidad: letras, facturas, impuestos, y el inmovilismo
desafiante de los sueldos. Pero para penar y lamentar no se metió en la clónica
de este año dos, ¿o sí? Un domingo es siempre un domingo, y su aire de gran
reportaje se cumple ya en la amplitud del gesto postdesayuno con que se sostiene
el periódico sobre las piernas cruzadas. ¿A quién le toca hoy poner el nombre a
la trivialidad? Ángel González y Caballero Bonald: la democracia es aburrida,
no ahuyenta la tentación totalitaria y la realidad cada vez es más vulgar,
espesa y gregaria. Pues eso.
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