24-7-02
La delgadez
extrema del diario en meses de vacaciones casi invita a dejarlo intacto, sin
abrir. Leída la primera página y la última, el envoltorio, tiene uno la
sensación de haber cumplido con la obligación culta de abrirse a la realidad
exterior, esa barahúnda de disparates frente a los que uno puede refugiarse en
su diminuta realidad interior. ¿Cómo ver, impertérritos, la obra criminal de
Sharon sin concluir que ese clamor internacional contra Israel, reflejado en la
primera página, no es más que la hipocresía de sus compinches, tan
escrupulosillos ellos? Sharon ha logrado su propósito: barrer el proceso de paz
y entenderse con su realidad cercana de la única manera que sabe hacerlo un
general genocida: a sangre y fuego. ¿Hasta cuándo lo soportará su pueblo sin
percatarse de que él es verdaderamente quien engendra a todos los terroristas
suicidas palestinos que los han martirizado y lo seguirán haciendo? Por
comprensible asociación de ideas, la realidad del día trae su página completita
de información vascongada, y destaca en ella el inminente exilio del
catedrático Llera, otro más de una larga lista. No resulta difícil llegar a la
conclusión de que en España hay un territorio donde no impera la democracia,
donde la mitad de los parlamentarios del territorio han de llevar escolta
policial para protegerse de los compañeros ideológicos de la otra mitad. La
presión cotidiana sobre los disidentes del ideario nacionalista, incluida la
difícil convivencia con la amenaza realísima de perder la vida, no es fácil de
sobrellevar, ciertamente, y ello hace aún más meritoria la labor de resistencia
de tantos y tantas que se niegan a declararse vencidos. La realidad en julio se
convierte en un curso de verano pluridisciplinar en el que quien no participa
no existe, pudiera decirse. Junto a ellos, Pujol aún tiene arrestos políticos
para renegar de la caridad del PP y decir que a él y a los pocos suyos que le
siguen no les va a temblar el pulso para dar por finiquitada su empresa
cortijera. Se esperan decisiones gallitas no inminentes. Los finales de ciclo
son un tópico más del circo político, pero algunas señales son tan evidentes
como esa declaración del papel secundario que empieza a jugar Cataluña en la
economía del país. Clonista, que vive en el oasis nacionalista desde hace casi
30 años, aún retiene en la memoria la diferente percepción que se tenía de esta
tierra en España. Pero incluso aquí dentro las cosas han cambiado mucho. Un
ejemplo trivial, que suelen ser los significativos. La publicidad de la lotería
de números catalana -cuya adjudicación supuso un oscuro negocio ciubernamental-
representa la alegría por el acierto del pleno con el lanzamiento del
despertador por la ventana, esto es, con la liberación del trabajo, es decir,
un ataque frontal contra la más auténtica idiosincrasia catalana. A Clonista le
duele particularmente la escasa incentivación que recibe de la realidad
prensada, tan mediocre y carente de interés, en términos generales, para ir más
allá del buen capazo de obviedades que vuelca en esta clónica. Espera,
impaciente, el día en que pueda desquitarse de esta galvana que lo lamina.
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