26-7-02
El buen
tiempo, que aprovechan los emigrantes para acceder a las puertas del paraíso
europeo con riesgo probado de perder la vida en el empeño, favorece las oleadas
de pateras con ingenuos soñadores. Cuando llegan a Canarias son recogidos y,
después, dispersados por centros de la geografía española antes de ser
deportados a sus países de origen, cuando es posible. Cuando no sucede así,
quedan libres, sin papeles que legalicen su estancia en España y a expensas de
lo que pueda hacer por ellos la caridad privada. O sea, el goppierno Aznar
reformó la ley de extranjería para desentenderse del destino de quienes buscan
una oportunidad para sobrevivir y para evitar, dijeron entonces, el famoso
efecto llamada, convertido ahora, ironías de la demagogia, en llamada a gritos,
desde que administran su mayoría autoritaria. A su modo, favorecen la fácil
tentación del esclavismo, en la que caen tantos y tantos de sus votantes que
son empresarios depredadores. El ideal: mano de obra de usar y tirar, y con
sueldos de miseria. El gobierno israelí busca excusas inverosímiles para tratar
de justificar la atroz matanza genocida perpetrada en suelo palestino. Y los
laboristas siguen sin dimitir. ¡Ay, las razones de estado, qué sinrazones! La
realidad suele ser como la verdad: tiene cara de hereje, que decía Quevedo.
Asusta muy a menudo la crudeza de los desgarradores destinos humanos que
aparecen en esa falta de relieve que no le quita ni un ápice de hiriente
horror. Los humanos tienden a complacerse en la desgracia ajena, y la realidad
prensada ofrece un muestrario acorde con esa inclinación: el hombre despechado
que quema a su mujer; el padre que mata a sus dos hijos, el vigilante de la
fábrica al que asesinan de un escopetazo a bocajarro los asaltantes, etc. La
variedad como singularidad es la señal distintiva de la realidad prensada, lo
que construye una realidad ajena por completo a la experiencia individual que
cada uno pueda tener. En la vida de nadie pasan nunca tantas cosas heterogéneas
como ocurren en la lectura de un sólo día de realidad prensada. El espectáculo,
así pues, está servido y es insaciable: ha de ser alimentado constantemente,
cada día. En la radio, cada hora... Teóricamente, aparecer en la prensa es
adquirir carta de naturaleza de real, pero la perspectiva del espectáculo la
rebaja, de ahí la sensación que tiene Clonista de que tantas y tantas
declaraciones políticas como alimentan esas páginas forman parte de un mal guion,
culpable de la deplorable realización de una película insoportable. Ahí está,
por ejemplo, para demostrarlo, Caruana, el campeón de los llanitos solitarios.
O el nuevo mandamasillo de RTVE, quien no se considera parte del goppierno, que
es una verdad absoluta, porque se considerará todo, ¿o no-do?, y si se declara continuista
hasta acabará de rizador de rizos. Suerte que, tras las fastos de las
celebraciones nostálgicas, por más que Maragall mire hacia el futuro que tarda
tanto en llegar para él que, cuando
llegue, los ciudadanos van a pensar que lleva ya gobernando cuatro años, hay
historias como la del segundo arquero, Joan Bozzo i Mulet, una suerte de
contracrónica que muestra con elegancia las muchas miserias que hay detrás de
la cultura de escaparate. Que busque consuelo en la subida de las bolsas, tan artificial
como las bajadas. ¡Y que en esa montaña rusa se pierdan tantas vidas y
patrimonios como se ganan poderes! ¡Ay, como achucha la realidad! El clonista
aún tiene pendiente su gran reto: empezar desde la primera página y comentar
una a una todas las noticias de la realidad. Lo hará. Se lo tiene retado.
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