5-7-02
Tras trece
horas de volante casi ininterrumpidas, más un día nubladísimo, el resultado es lo más parecido a una piltrafa,
así se siente Clonista. Con todo, aquí está, dispuesto a cumplir con su
exigente y disparatado compromiso, al que ya debería haber renunciado. En su
actual estado de ánimo, cualquier realidad prensada pierde, por serlo, ese
interés relativo que forzosamente ha de suponérsele. Probst-Salomon reconoce
que son una minoría intelectual aquellos capaces, en Usamérica, de prestar
atención a las noticias internacionales, y menos aún quienes distinguen sus
matices. Sin embargo, en provincias también hay vida, la única vida para sus
propietarios. ¿Se es propietario de
la propia vida? Clonista teme haber escrito una estupidez, o una más,
según se mire. No, decididamente no se
es propietario de la propia vida, a pesar incluso de las eternas protestas de
independencia y autocontrol que suelen hacerse desde la adolescencia. El choque
aéreo, como es usual en estos tiempos judicializados, ha perdido su carácter de
accidente para entrar en los terrenos de la negligencia, la irresponsabilidad,
la falta de inversiones, etc., y ahí se empantanará, aunque los afectados verán
protegidos sus derechos a una indemnización, como debe ser. El estreno
parlamentario de la derecha francesa abre una vía que, según y cómo, hasta
puede tener un lado positivo. Se trata de encarcelar a los delincuentes de 13
años. A su modo, es un bofetón de realidad a la tendencia infantilizadora de la
sociedad, cuyos cachorros no alcanzan la madurez sino cerca ya de la treintena.
El afán protector ha engendrado monstruos, es cierto. Deben explorarse, pues,
otros modos de iniciar a las criaturas en la asunción de los derechos y los
deberes. Tras mucho tiempo sin que Mafiosconi apareciese en esta clónica, hoy
lo hace como protagonista de una ley que le permite compatibilizar su condición
de propietario de casi todos los medios de comunicación con la de presidente
del gobierno. Seguro que el Duce no llegó a tener tanto poder real como él
tiene actualmente. ¡Menudo chollo ha encontrado la prensa realidófaga con la
famosa Ley de Partidos! Si hasta el presente la cuota de realidad de B superaba
con creces lo imaginable en su deseado programa de agitprop, a partir de ahora,
¿qué otra realidad acaparará la atención nacional sino si B cae o no cae dentro
de los supuestos de ilegalización plasmados en la ley? Mientras, además, los
héroes y las heroínas democráticas siguen su lucha sin el amparo, sin el
respaldo, del Lehendakari de unos cuantos vascos, cada vez más empeñado en que
quede bien clara esa parcialidad. Al sur, en Canarias, Fuerteventura sigue
siendo tierra de floja ventura para desesperados de toda procedencia, y los
problemas se agravarán, más aún. Poco a poco van apareciendo esas estrechísimas
vinculaciones entre el periodista envideado Ramírez y el poder, y cómo movió
sus resortes para tratar de evitar una vergüenza que no debería sentir, pues la
práctica extorsionadora que sufrió se desacredita sola, y más aún si tiene como
objeto la sexualidad no penalizada por ley. Al leer la noticia relativa a la
cuádruple violación sufrida por una maestra de dieciocho años en el Punjab
paquistaní, en el cumplimiento de una condena emitida por un tribunal popular o
jirga, porque su hermano había tenido
relaciones con una mujer de una casta superior, Clonista se da de bruces con
una dimensión de la realidad que no le coge por sorpresa, por supuesto, pero
cuya dureza y cuya inmediatez lo descolocan y desconciertan. La imagen
fotográfica de los agresores encarcelados, ignorantes de haber hecho algo que
no esté dentro del orden natural de las cosas según allá las entienden, a su
modo medieval, tiene algo del gran circo de la diversidad; como tiene mucho de
doliente la imagen compungida de la ministra paquistaní para Asuntos de la
Mujer. Tras una semana sin realidad terruñera, Clonista vuelve y ve que todo
sigue sus pasitos sólitos. Vallès recoge el guante dialéctico de unas
declaraciones de Jiménez de Parga y se plantea si el Parlamento, en tanto que
institución democrática, es inútil, está anticuado, tiene sentido o no. Si
Vallés hiciera su reflexión en relación con el Parlament, en el que él es
diputado, debería caérsele el alma a los pies. La descripción que hace de la
institución se ajusta de hecho a lo real, y más relevante aún es la idea de que
la realidad prensada es la única verdadera, que el parlamento de papel le ha
ganado la partida al parlamento oficial. Malos tiempos son los veranos para los
estrenos cinematográficos, de ahí que ni siquiera en esa sección haya
encontrado Clonista ni rastro de la auténtica realidad, la que está más allá de
la torpe ficción desgarbada que aceptamos a pies juntillas, y casi sin
rechistar.
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