jueves, 3 de septiembre de 2015

5-7-02
     Tras trece horas de volante casi ininterrumpidas, más un día nubladísimo,  el resultado es lo más parecido a una piltrafa, así se siente Clonista. Con todo, aquí está, dispuesto a cumplir con su exigente y disparatado compromiso, al que ya debería haber renunciado. En su actual estado de ánimo, cualquier realidad prensada pierde, por serlo, ese interés relativo que forzosamente ha de suponérsele. Probst-Salomon reconoce que son una minoría intelectual aquellos capaces, en Usamérica, de prestar atención a las noticias internacionales, y menos aún quienes distinguen sus matices. Sin embargo, en provincias también hay vida, la única vida para sus propietarios. ¿Se es propietario de la propia vida? Clonista teme haber escrito una estupidez, o una más, según  se mire. No, decididamente no se es propietario de la propia vida, a pesar incluso de las eternas protestas de independencia y autocontrol que suelen hacerse desde la adolescencia. El choque aéreo, como es usual en estos tiempos judicializados, ha perdido su carácter de accidente para entrar en los terrenos de la negligencia, la irresponsabilidad, la falta de inversiones, etc., y ahí se empantanará, aunque los afectados verán protegidos sus derechos a una indemnización, como debe ser. El estreno parlamentario de la derecha francesa abre una vía que, según y cómo, hasta puede tener un lado positivo. Se trata de encarcelar a los delincuentes de 13 años. A su modo, es un bofetón de realidad a la tendencia infantilizadora de la sociedad, cuyos cachorros no alcanzan la madurez sino cerca ya de la treintena. El afán protector ha engendrado monstruos, es cierto. Deben explorarse, pues, otros modos de iniciar a las criaturas en la asunción de los derechos y los deberes. Tras mucho tiempo sin que Mafiosconi apareciese en esta clónica, hoy lo hace como protagonista de una ley que le permite compatibilizar su condición de propietario de casi todos los medios de comunicación con la de presidente del gobierno. Seguro que el Duce no llegó a tener tanto poder real como él tiene actualmente. ¡Menudo chollo ha encontrado la prensa realidófaga con la famosa Ley de Partidos! Si hasta el presente la cuota de realidad de B superaba con creces lo imaginable en su deseado programa de agitprop, a partir de ahora, ¿qué otra realidad acaparará la atención nacional sino si B cae o no cae dentro de los supuestos de ilegalización plasmados en la ley? Mientras, además, los héroes y las heroínas democráticas siguen su lucha sin el amparo, sin el respaldo, del Lehendakari de unos cuantos vascos, cada vez más empeñado en que quede bien clara esa parcialidad. Al sur, en Canarias, Fuerteventura sigue siendo tierra de floja ventura para desesperados de toda procedencia, y los problemas se agravarán, más aún. Poco a poco van apareciendo esas estrechísimas vinculaciones entre el periodista envideado Ramírez y el poder, y cómo movió sus resortes para tratar de evitar una vergüenza que no debería sentir, pues la práctica extorsionadora que sufrió se desacredita sola, y más aún si tiene como objeto la sexualidad no penalizada por ley. Al leer la noticia relativa a la cuádruple violación sufrida por una maestra de dieciocho años en el Punjab paquistaní, en el cumplimiento de una condena emitida por un tribunal popular o jirga, porque su hermano había tenido relaciones con una mujer de una casta superior, Clonista se da de bruces con una dimensión de la realidad que no le coge por sorpresa, por supuesto, pero cuya dureza y cuya inmediatez lo descolocan y desconciertan. La imagen fotográfica de los agresores encarcelados, ignorantes de haber hecho algo que no esté dentro del orden natural de las cosas según allá las entienden, a su modo medieval, tiene algo del gran circo de la diversidad; como tiene mucho de doliente la imagen compungida de la ministra paquistaní para Asuntos de la Mujer. Tras una semana sin realidad terruñera, Clonista vuelve y ve que todo sigue sus pasitos sólitos. Vallès recoge el guante dialéctico de unas declaraciones de Jiménez de Parga y se plantea si el Parlamento, en tanto que institución democrática, es inútil, está anticuado, tiene sentido o no. Si Vallés hiciera su reflexión en relación con el Parlament, en el que él es diputado, debería caérsele el alma a los pies. La descripción que hace de la institución se ajusta de hecho a lo real, y más relevante aún es la idea de que la realidad prensada es la única verdadera, que el parlamento de papel le ha ganado la partida al parlamento oficial. Malos tiempos son los veranos para los estrenos cinematográficos, de ahí que ni siquiera en esa sección haya encontrado Clonista ni rastro de la auténtica realidad, la que está más allá de la torpe ficción desgarbada que aceptamos a pies juntillas, y casi sin rechistar.

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