18-8-02
La
dinámica veraniega induce a encontrarse con los domingos como una sorpresa
prensada y relativamente pesada, porque la festividad tampoco consigue engordar
demasiado el ejemplar sin suplemento terruñero que se recibe en San Pedro del
Pinatar. Lo que no engaña es la primera plana bazariega. Clonista casi se marea
entre tantos titulares, colores, negritas, encuadres, rayas, rayitas y rayones
y demás motivos supuestamente ordenadores, amén de las referencias a las
revistas exentas, revistas inmersas y suplementos varios. Con esa exuberancia
anonadante, la realidad queda demasiado ceñida a la exhibición, lo que provoca,
al menos en Clonista, casi un rimero de inhibiciones, antes que la rimada
inhibición. Sabe, no obstante, que ha de cumplir con su cometido, pero lo hará
arrastrándose por pedregales llenos de cantos afilados que le van a destrozar
la sensibilidad y la buena disposición. No hay aventura sin lucha, y mucho
menos sin momentos difíciles. A su manera, Clonista se siente a veces, frente a
la realidad prensada, como denuncia Manuel Vicent en su deontológica columna Guiñol que se siente el pobre
desgraciado al que le ha tocado –muy a menudo porque se lo ha buscado–
convertirse en muñeco de pim pam pum: “¿Por qué me había reído de un pobre ser,
inculto e inofensivo, a quien el periodista había destrozado con armas tan
desiguales, él con un millón de lectores y el otro a solas con su ignorancia?
Me dije, a partir de ahora se acabó el guiñol. A estos graciosos que los lea su
padre.” Pues eso. A veces casi toda la realidad prensada, sin el lado hiriente
del viejo guiñol mamporrero, tiene demasiado de exceso de poder. A Clonista no le pasa por alto la estructura
de una noticia referente al ardor guerrero de Bush, quien, no contento con las
hazañas bushbélicas en Afganistán, de aún inciertos resultados, se apresta a
lanzar una nueva ofensiva contra Sadam Hussein, su demonio viceverso. Entre
corchetes, al final, se da todo tipo de aclaraciones sobre las fructíferas
relaciones de Rusia con Irak y el estrechamiento de lazos entre ambos estados.
Y son corchetes descorchados, casi cohetes. Vicente Rangel, en la primera de
las entrevistas dominicales, día dedicado a quienes no dejan de hablar para que
puedan seguir haciéndolo, afirma taxativo que no habrá más golpes en Venezuela.
Si considera que la oposición es “deplorable, pura chatarra”, y que Carlos
Andrés Pérez es “un cadáver político”, Clonista empieza a sospechar que la nula
viabilidad del golpe acabará debiéndose a la neutralización policial o militar
de los opositores. Lo no dicho, en la entrevista, parece más importante que lo
dicho con tanto menosprecio. La opinión repetidamente expuesta por Clonista
respecto de la política guppernamental de lavarse las manos respecto de cuanto
no sea estar al servicio de los poderosos, oligopolios, monopolios,
expoliadores, banqueros, etc., la calca Albert Domènech en un asunto
aparentemente intrascendente: los alevines de pescado, sobre cuya captura y
comercialización el goppierno hace “la vista gorda”. Entre cualesquiera realidades políticas, el
diario escoge hoy destacar la violenta de las bandas colombianas que imponen
unos usos de gatillo fácil no conocido por estos lares. ¡Cuantísima realidad
declarativa! Es cierto que la institución democrática por excelencia es el
Parlamento, pero una democracia meramente verbal acaba siendo un verdadero
timo, máxime si además hay rudas restricciones, según se pone de manifiesto
cada vez que se le recuerda a un perorador, desde la presidencia parlamentaria,
que se le acaba su tiempo. Si en el Parlamento se pudiera hablar más, la
realidad prensada sería más llevadera. La segunda entrevista tiene al ministro
Zaplanaznaril como atracción de feria por la que Clonista pasa veloz; más aún
tras ver la pose de casposo cantante melódico que quizás se le haya quedado
tras sus tratos imaginarios con Julio Iglesias, a quien le regaló unas
migajillas de su presupuesto valenciano, vale casi personal. Como ya apuntó Clonista
sobre la sociabilidad de la realidad, a la desaparición de las dos niñas
inglesas –misterio que será pronto resuelto, quizás, tras el hallazgo de dos
cadáveres- no ha tardado en sumársele la de dos jóvenes españoles: Donovan y
María Teresa. El primero lleva desaparecido seis meses y la segunda dos años.
Es una nota menor que el subtítulo indique “hace meses”, refiriéndose a dos
años, pero desconcierta. Los colorines del suplemento Domingo se abren con un extenso reportaje sobre B que a Clonista,
por crítico que sea, le sigue pareciendo propaganda, por aquello que se dice de
que hablen de ti, bien o mal, pero que hablen de ti en la prensa, porque de lo
contrario es como el despertar sin dolores pasada la cuarentena: estás muerto.
Una nueva entrevista, esta vez con el hijo de Jrushov. El punto final es un
continuará, es decir, la publicación saldrá en breve, de lo que se deduce que
debe ser entrepropaganda, o lo más parecido. ¡Qué cansancio! El estresagosto
comienza a atacar, y sus efectos serán duraderos hasta la temida vuelta a las
aulas. De repente son poquísimas las realidades prensadas que le parecen a Clonista
que formen parte de ella, de la realidad que va siempre buscando, de esa Ítaca a
la que no sabe si llegará. Hoy será otro día. ¡Es, ya, otro día! Y la
perspectiva de volver de aquí a pocas horas a seguir su periplo le achica al
clonista el tiempo y hasta el espacio. ¡Tomemos un roto!
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