2-8-02
Las
vacaciones de verano conllevan un plus de nocturnidad no alevosa que le impide
a Clonista cumplir con su débito a su debido tiempo, de ahí que vaya
instaurándose como costumbre el regresar en el tiempo a la realidad prensada
del día anterior para concluir lo prescindible que acaba resultando lo que fue,
en principio, el imán poderoso de una atención convertida casi en necesidad. En
una vieja casa de pueblo de Villanueva de Bogas, villa que lo fue en el XIII de
Jiménez de Rada, Clonista se siente como en casa, dada la calidad de su
antecesor en el oficio, cuya Historia
Gótica recuerda de lejanísimas clases de medieval con Lavandeira, amable
silbido pidaliano. A la sombra de una habitación con muros de medio metro de
espesor y mínimos ventanucos que protegen del despiadado sol de la Mancha, el
mismo que le derritió los sesos al ingenioso caballero -¡Qué crueldad, la cervantina,
de hacerlo salir en el tórrido verano manchego a la búsqueda de aventuras!-, Clonista
se abre a una realidad prensada cuyo eje dramático sigue siendo la muerte. En
esta ocasión la de trece inmigrantes a quienes los mafiosos que los
transportaban en patera los arrojaron al mar a menos de 200 metros de la costa
junto con los otros ocho que lograron salvarse. Fue, en salvaje realidad,
arrojarlos al foso de los leones de la avaricia desalmada. Para evitar la
detención y la única acusación posible, comercio de esclavos, los patrones de
la embarcación los debieron obligar, Clonista ni se imagina con qué métodos, a
saltar al agua, a pesar de las protestas de quienes, como se ha demostrado, no
sabían nadar. En el interior, el editorial destaca la macabra estadística del
último lustro tenebroso: 4000 inmigrantes muertos; la mayoría sin nombre,
destaca el editorialista con la convicción primitiva de que la pérdida del
nombre es la pérdida del alma. Después de la última matanza provocada por los
terroristas palestinos, Bush, el defensor de los fuertes, insiste en la vieja
teoría del derecho a la defensa de Israel, razonamiento que es de vía única,
como la estrechez mental de quien la repite. Más vivo es su colega italiano,
Mafiosconi, quien ha conseguido que se apruebe una ley en el Senado para que el
Ducesconi pueda recusar a los jueces que, a su juicio –es decir, legítima
sospecha-, resulten sospechosos de
parcialidad. En definitiva: justicia a la carta, sin venda y hasta sin balanza.
No en vano el partido del ducito se llama Casa
de las libertades, claro está. En el otro platillo de la balanza, el de la
defenestración, le ha tocado el turno a aquella esperanza blanca del castrismo
que parecía Roberto Robayna, el Roberto Alcázar caribeño, que ha acabado siendo
expulsado “deshonrosamente”, después de haber congeniado, entre otros varios,
con uno de los nuevos amos de Trasmediterránea, el excelente gestor de su
patrimonio exterior, Abel Matutes. Entre los otros había incluso un acusado de
pertenecer a la mafia de Juárez dedicada al narcotráfico. Más discretamente,
aunque debería ocupar espacio de titulares, se descubre ahora lo que, en su
momento, ocultó la propaganda de Mafiosconi, que la policía había fabricado las
pruebas para justificar el asalto contra los manifestantes antiglobalización en
Génova. La realidad también es amante de las coincidencias, es una de sus
pasiones confesables. Y una bien notoria es el artículo de opinión escrito por
Ignacio Sotelo y dedicado a la política cultural exterior de los gobiernos.
Concretamente se centra en el caso italiano, pues Ducesconi, al acaparar
también la cartera de Asuntos Exteriores, se ha convertido en la primera
autoridad de quienes representan la cultura italiana en el extranjero.
¿Conclusión? Sustituir, al modo totalitario aznarista, tan colega suyo, la
cultura por la propaganda. ¿Destituciones? Las de todos cuantos siguen pensando
que la cultura ha de ser, sobre todas las cosas, pensamiento crítico. A Clonista
le reconforta coincidir con Sotelo en el ejemplo de Unamuno relativo al
periódico El pensamiento navarro. Las
anécdotas, a veces, se acaban convirtiendo en síntomas. El capítulo de la
perversión del razonamiento tiene en la estadística un paradigma insuperable.
Atender a las preocupaciones sociales por el resultado de unas encuestas que
solo confirman lo que los medios de comunicación a las masas han sembrado en
las semanas anteriores a la recogida de datos resulta espectacularmente
estúpido, amén de ser carísimo y, por ende, gratuito. Que se le pregunte al
encuestado si hay “relación” entre inseguridad ciudadana e inmigración resulta
tan aberrante que obvia cualquier arremetida crítica contra la desfachatez
manipuladora del CIS, a quien el goppierno ha hecho ciscos desacreditantes con
su afán faccioso y totalitario. Junto a esa noticia, la redacción pueril e
ingenua de Josep Garriga, quien afirma que “la inmigración es citada
espontáneamente en el sondeo como el segundo problema de Cataluña”, le resulta
enternecedora a este Clonista resabiao y malicioso. ¿Quién recuerda hoy, por
ejemplo, el asunto de las vacas locas sobre el que se creó una alarma social
prensada, si bien no sin fundamento y que fue durante tantas semanas la
principal preocupación de los españoles?
Las encuestas son el capricho autocomplaciente de los manipuladores. La
particular guerra vótica entre los antiguos socios de legislatura, PNV y PP, continúa
con excelentes resultados para ambas partes, de lo que se congratulan día sí y
al otro también. Prometen, por ende, seguir apretando la pinza que estrangula
al PSE, y en parte alícuota al PSOE. Por el flanco sur de su estrategia, las
cosas se calientan y se azuza a las masas para que ocupen el coso patriótico
donde sacrificarse por dos plazas fuertes que son las niñas de los ojos de los
restos de una grandeza tan antigua como nuevo es el reino de Marruecos que las reivindica
para que su soberano siga distrayendo a sus súbditos de la miseria, mientras él
suma al patrimonio de sus almas los dólares paganos que se multiplicarán en
cuentas suizas y en paraísos fiscales. Del oasis terruñero llega la noticia de
un temporal que impresiona sobre el papel con sus siete millones y medio de
litros de agua, una transcripción inusual. Aun así, los 200 litros por metro
cuadrado causan sobresalto. Clonista ha vivido alguna gota fría que le ha
dejado helado y recuerda vivamente una durante la que su conjunta, con el primogénito de ambos de
la mano, hubo de retroceder en su intento
de atravesar la Gran Vía, convertida en un Ebro cualquiera. Y junto al
temporal, la Generalidad que le gana por la izquierda al Ayuntamiento carlesino
y regula por decreto los prostíbulos ante la estupefacción de unos y unas y el
reconocimiento de otros y otras: cosas de la mercadotecnia política ante el
gonzalofernándezdelamoriano crepúsculo de las ideologías, lectura que debió
serlo de cabecera del cachorro anticonstitucional Aznar. En el apartado de cine
de la Revista de Agosto aparecen unas
imágenes de la segunda parte del Quijote, rodada por Manuel Gutiérrez Aragón. A
Clonista le parecía imposible, después de la interpretación de Fernando Rey
como D.Quijote en la primera parte rodada para la televisión, hallar un actor
que pudiera estar a la altura de quien falleció antes de poder interpretar la
segunda parte. La imagen impactante es la del actor Juan Diego Botto
caracterizado como Dulcinea. Sobre la de Juan Luis Galiardo como D.Quijote Clonista
se reserva el juicio. D.Quijote es hombre de visajes, y hay que ver los del
actor antes de decidir si se ha aproximado al modelo narrativo o al muy logrado
de Fernando Rey, cuya actuación debería ver e incluso imitar en parte. Se
promete mucho. La sin par atmósfera cervantina conseguida en la serie de
televisión exige ir a ver esta segunda parte, ahora rodada para el cine, como
si aquella hubiese sido una preparación para esta de ahora. Clonista tendrá la
suerte narrativa de poderla ver dentro de los límites temporales de la presente
clónica, por lo que se cita a sí mismo para salir de dudas hacia el mes de
noviembre, camino ya de los estertores de su aventura. Trasplantado a la que
fue rompeolas de las españas, Clonista se lleva otra sorpresa estadística menos
polémica, eso sí, que las anteriores, pero más desoladora: “80.000 menores de
la región hacen ‘botellón’ con
frecuencia” y “el 32% de los que beben en la calle ‘no ve alternativa’ de
ocio.” Siendo un apasionado amante de la
lectura y del cine, Clonista se pregunta qué sueño egoísta de la sociedad es el
que crea monstruos tan de botella y media. Ahora mismo se da cuenta Clonista de
que, al llegar al final de la realidad, allí donde la economía linda con la
televisión, su cómitre fiel, esa realidad no es otra cosa que el efecto
anticipado a la causa, sea cual sea la parcela de realidad prensada y la
posteriormente seleccionada por Clonista o cualquier lector. Por eso las
noticias relativas a la delincuencia de cuello blanco son tan estremecedoras.
¿Qué vale, frente al desmoronamiento de los resortes básicos del sistema
capitalista, el empecinamiento del ministro Rato en sus buenos augurios
macroeconómicos, después de haber ido fracasando indicador tras indicador –de
nuevo la errata de pulsación, tras
sindicador, tiene más miga que el mensaje original– hasta el batacazo de la
huelga general y las movilizaciones que se avecinan? A veces las verdades
tienen carácter revolucionario, y bien podría ser que los males de la patria recitados
por Zapatero acabaran creando una conciencia de levantamiento popular contra la
miseria temporal que fundamenta la acción de goppierno, esto es, de
desgobierno, o de enriquecimiento de próximos, de prójimos.
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