viernes, 30 de octubre de 2015

27-8-02

     Por fin llegó la gran decisión política, hecha realidad prensada a cuatro columnas: el Congreso insta al goppierno a que pida la ilegalización de B no por sus ideas, tales o cuales –en todo caso inexistentes, pues lo suyo son las consignas–, sino por formar parte de la organización terrorista ETA. GarZón  le disputa protagonismo al Congreso y dicta una orden que insta a clausurar las sedes de B –lo que implica cortarles, incluso, luz, agua y gas–, y que sitúa a B, en tanto que persona jurídica, al margen de la ley, por lo que no podrá presentarse a elecciones ni convocar manifestaciones. Queda inaugurado, pues, oficialmente, a cuatro días de que acabe el mes de agosto, el otoño caliente. Debe ser que la ausencia de verano en gran parte del país, más las últimas lluvias torrenciales y la bajada de las temperaturas han  animado a la muchachada política y han comenzado la liga con ganas. Sorprende en la construcción de la realidad prensada proilegalizadora un detallito de redacción: “el mayor rechazo vino de parte de” quienes ya se sabe, claro. A Clonista le despista lo de “mayor.” No acaba de entender la comparación. Otegi I, el Impune, llama a sus huestes a defender sus sedes. La policía vascongada pide una y mil aclaraciones antes de mover un dedo, acostumbrada a no mover ninguno, por orden de la superioridad, frente al caleborroquismo de B. Y ahí queda emplazada la realidad hasta nuevo aviso. Nada en la realidad de hoy puede compararse con esa decisión política que genera incertidumbre, pero que constituye la reparación moral contraída con cuantos han sufrido y sufren el acoso fascista del terror. Restituir la legalidad vigente, descosida por los cuatro costados gracias en parte a la contemplativa tibieza de la coalición de gobierno nacionalcomunista, una de esas insólitas rarezas no menores que las declaraciones arhzallucianas, ha de ser, necesariamente, el primer paso para poder alcanzar una normalidad institucional que permita, después, confrontar ideas. De la realidad manifestada allende las fronteras españolas, además del aumento insoportable de la población carcelaria usamericana -¿no cumplirán acaso una función social redentora películas como La última fortaleza, protagonizada por Robert Redford, cuya existencia debe tener un fundamento económico, supone Clonista?-, superior a los seis millones y medios de reclusos, sólo la Cumbre sobre el Desarrollo Sostenible tiene la suficiente entidad como para atraer a Clonista, muy en su papel de consumidor de realidad prensada que no piensa hacer el más mínimo esfuerzo por interesarse por los productos, sino que espera a que estos vengan a él con sus contradicciones por delante. Raúl Estrada, un diplomático argentino –lo que vale tanto como un prestidigitador verbal–, diagnostica con tino de cubero la gran mentira de la Cumbre, una vez que se han iniciado los trabajos sobre el borrador de las conclusiones, del plan de acción: “el documento no tiene sujeto.” Es decir, según añade con afán pedagógico, la periodista Alicia Rivera: “que desglosa lo que hay que hacer, lo que hay que apoyar, lo que hay que aumentar, lo que hay que promover, pero no indica quién tiene que apoyar, aumentar, promover..., en resumidas cuentas hacer (sic).” La Cumbre ha servido, no obstante, para que, mientras sigan reunidos los cumbristas -¿los cumparsistas?-, aparezcan noticias que siembran el miedo al gran colapso global del mundo por obra y gracia de la devastadora acción humana. Ahora se trata de la gran Nube Marrón, cuyos componentes han sido, en un 85%, producidos por la acción de la especie humana. La senda de Chernobil sigue abierta, y aumenta el tráfico. Donde se cortó el tráfico fue en el metro de Madrid, pues la policía emprendió la persecución por sus túneles de dos ladrones sudamericanos que atracaron a un pescadero nada más salir éste de una sucursal bancaria con 9000 euros. Los ladrones dieron tunelazo esquinado a los policías y el servicio se reanudó, entre Sol y Lavapiés, pasadas dos horas de su cierre. La lectura del apellido Bergamín llama inmediatamente la atención de Clonista, pues ha sido, de siempre, devoto de quien le confirió importancia literaria, José Bergamín. Su impotencia frente al sectarismo hispánico, frente a su fanatismo, su papanatismo, su incultura y sus banderías, acabó haciéndole comulgar con el vascongado, ¡nada menos! ¿Habría renegado, en aquellas últimas horas, medio velada ya su afilada lucidez, de su impecable aforismo: “Buscar las raíces es una manera subterránea de andarse por las ramas”? Clonista cita de memoria, como es lógico en plenas vacaciones agosteñas, pero no debe de equivocarse por mucho. La presencia del apellido se relaciona no con el viejo republicano católico, sino con su nieta, actriz de teatro, de televisión, de cine y escritora en cierne. Que la nietísima sea un nuevo talento cae del lado de la rendida apreciación del entrevistador, sin duda. Clonista agradece, con todo, la posibilidad de evocar al abuelo y recordar su envidiable agudeza. Y ahí se acaba la realidad hodierna.

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