sábado, 10 de octubre de 2015

9-8-02

     Con el lógico retraso veraniego que provocan las eternas veladas sobre las fichas del Rummikub, ayer acabada con la satisfacción pueril de la victoria, Clonista se afana en levantar las ruinas de una realidad que, en apenas unas horas, tendrá más de sombra que de realidad. La ayuda del FMI a Brasil, por ejemplo, al ritmo especulativo de las bolsas mundiales, ¿en qué quedará?, ¿cuánto tardará en consumirse como un motor pasado de revoluciones? A todos los beneplácitos y los buenos augurios, ¿qué soplo helado de una futura bajada incomprensible, pero inmediata, no les congelará la mueca del beneficio? De todos modos, una ayuda como la del FMI es, en realidad, la acción desesperada de quien le ha visto las orejas al lobo y sabe que, gane Lula o no las elecciones, una mayor presión contra el real y la economía brasileña no tendría otro desenlace que una recesión global, empezando por España, por contado. A toma pasada, aparece hoy el ataque setembrino de las FARC contra el Congreso colombiano. De los 17 muertos provocados por los aguerridos guerrilleros, 11 eran mendigos que no deberían andar festejando la victoria de Uribe precisamente, pero ya se sabe que en las guerras son inevitables los asesinatos colaterales. También lo saben las futuras mártires iraquíes que desfilan con la convicción tradicional de las viudas practicantes del sati. Por cierto, exculpados los hijos herederos del asesatinato de su madre, la policía ha llegado a la conclusión de que de entre los 1000 asistentes al rito funerario, salieron unas decenas de brazos que lanzaron a la viuda sobre las llamas. Como el matrimonio era mal avenido, se entiende que los amigos del difunto quisieron hacer justicia, y la hicieron. Justa es, aunque tardía, la decisión de Shlomo Ben Ami de dimitir como diputado en el Parlamento por la presencia de su partido en el gobierno ultraconservador y sharonicida que está pulverizando todas las posibilidades de paz entre vecinos tan bélicos como creyentes. ¿Hay algún agnóstico en Israel? ¿Lo hay en Palestina?  Clonista no sabe si por vía paradójica debería inventarse la Iglesia Agnóstica y enviar misioneros a todos los rincones del mundo para revelar la buena nueva: el hombre ha de querer ser el responsable de su propia vida. Por razones de simpatía deportiva, Clonista, también maratoniano, ve con simpatía la imagen del político en campaña electoral corriendo con sus posibles votantes. Él corre no solo hacia sí mismo, sino hacia un 8% de los votos, que en Alemania, para un partido verde, supondría una gran victoria, es decir, la posibilidad de una gran derrota si el SPD sigue perdiendo el resuello cerveceril –prohibido ver ni siquiera una vez cerril donde no lo hay- de los alemanes cansados y estáticos. Clonista, perezoso como él solo y como le han hecho los excesos de la realidad prensada, no ha seguido, aunque se lo merecía, las entregas de José Comas sobre las posguerras balcánicas. El reportaje del día, más cercano a la actualidad del aberrante tráfico de esclavos, presenta una realidad que Clonista tuvo la ocasión de conocer, hace más de un año, en un documental televisivo que le afectó considerablemente. De todo el escalofriante relato de Comas, a Clonista se le queda, sin embargo, un apunte trazado de paso: “En el Hotel Berna, un sólido edificio con un vestíbulo de estética narco, con cascadas de agua y serpientes de plástico dentro, reina Leka y se mueve a sus anchas. ¡“Estética narco”! ¿Pero dónde ha estado metido Clonista, por el amor del Gran Cero! Como suele ocurrir con la realidad prensada, desde que los encerrados en la universidad Pablo de Olavide, en Sevilla, aparecieron en ella, su rastro inmóvil se había perdido en el relativo marasmo de noticias mayores, menores, anecdóticas y de borra. Ahora aparecen para, finalmente, desaparecer esposados hacia el fracaso, hacia el origen. La conclusión es que la situación se ha podrido, después de que, como sugiere José Chamizo, Defensor del Pueblo andaluz, hubiera surgido un grupo que impedía a algunos encerrados tomar decisiones individuales, ya que no libres, por supuesto. Como la campaña prensada del verano ha escogido la inmigración ilegal, TB y CR se permiten una licencia que habla bien a las claras de por dónde van los tiros a la hora de comentar el apresamiento de la superpatera que albergaba –es un decir– a 70 inmigrantes: “Setenta personas, número equivalente a casi cinco Gobiernos de José María Aznar, se hacinaban en la patera más grande interceptada hasta ahora en las costas andaluzas.” Y Clonista tenía complejo de padecer alergia aznárica… El virus del Nilo –pobre turismo el de Egipto, tener que luchar ahora contra los mosquitos así bautizados por mor de donde fue identificado– tiene atemorizados a los usamericanos, y el pánico va en aumento. El escudo nuclear poco puede hacer contra tales enemigos, todo sea dicho, que más parecen salidos de la ficción catastrofista que de la realidad. El listón de las exigencias culturales también desciende lo suyo en verano, aunque igual las suplencias periodísticas contribuyen algo a la fofería de determinadas informaciones. Que la conferencia de Savater haya sido resumida como si se tratase de un encuentro de Escrivá con sus fieles supongo que debe haber irritado al resistente antifascista, con razón. Clonista casi nunca se pasea clónicamente por el suplemento Tentaciones, hecho a medida para un público que desprecia el resto del periódico en el que aparece, pero hoy, al ir pasando las páginas para acabar de leer lo que ayer quedó en el silencio oscuro de lo inédito, encuentra una entrevista a doble página con Álex Olmedo, se supone que un nuevo valor de la música popular contemporánea, quien no cuenta entre sus tentaciones los libros: “Me gustó Seda, de Alessandro Baricco. Pero me cuesta terminar los libros.” ¡Ahí es nada! El caballero Olmedo parece que ha leído menos letra impresa que los ratones de biblioteca, tan frecuentadores de ella. En fin, una y no más. Es cierto que, de vez en cuando, al Clonista curioso le gusta adentrarse en terrenos ajenos para saber qué se cuece, pero el último plato no deja de ser el mismo plato de siempre, y siempre recalentado.

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