14-9-02
Cosas
trascendentales han pasado, sin duda, y ahí esta el escaparate prensado para
confirmarlo: El PNV considera que la marcha proBETA tiene “legitimidad social”
y no prohíbe la manifestación que Garzón considera ilegal. Así pues, de matute,
se nos cuela en el ordenamiento jurídico la “legitimidad social” nacionalista,
una estupenda aportación a la teoría del caos, sin duda. Este Josu Jon portaconceptual promete,
también sin duda. Junto al escándalo vascongado nuestro de cada día, otro
escándalo primerplanista: la Pasarela Cibeles acogió la colección curas de
urgencia de un tal David Delfin, quien paseó a sus modelos como si hubieran
salido de Urgencias después de una
sesión extra de malos tratos. A ello se añadió una capucha a medio camino entre
condenadas a la horca y el burka, y el remate del desfile fueron las
titubeantes pasos de las modelos a los acordes húmedos de un orgasmo. Clonista
reconoce su manifiesto desdén no tanto frente a la artesanía del dedal y de la
aguja cuanto al empeño de convertir a los modistos y modistas en artistas
indispensables y valiosísimos de la cultura. No le parece, pues, un escándalo
el desfile de los vendajes, sino la propia Pasarela Cibeles en sí, lo que se la
quiere hacer representar. La deformación profesional siempre nos hace ver la
realidad sesgadamente, y a veces incluso nos impide verla. De la detención de
uno de los principales organizadores del ataque a las Torres Gemelas, se le
queda a Clonista una frase, “Binalshibh estaba llamado a ser el número 20 de
los 19 terroristas”, que no tiene sentido, se lea como se lea. ¡Cuánta realidad
prensada no está forjada con frases así! Schröder se recupera electoralmente
con su discurso antibelicista, lo cual significa que igual pintan votos bastos
para la sumisión caudillista. A Clonista no le sorprende que en Usamérica, el
país de la tecnología punta, se haya vuelto a producir un caos electoral por el
uso incorrecto de los sistemas de cómputo de votos. De hecho, quizás el invento
más moderno que podrían utilizar para las próximas elecciones sería el de la papeleta
en una urna y el recuento manual con interventores, ¿a que no se atreven? Si se
puede llegar a Presidente con un pucherazo florideño como el de Bush,
también puede McBride deshacerse de la
incómoda Reno con idéntico método. La irrupción en Suecia del Partido Liberal,
con su ideólogo, el sueco de origen chileno Mauricio Rojas, a la cabeza, abre
un interrogante que se cerrará cuando se recuenten los votos, a buen seguro que
con tecnología manual, el próximo domingo. Así pues, será la realidad prensada
del lunes la que le ofrezca a Clonista en qué habrá quedado la amenaza que
tenía el Partido Socialista de perder el gobierno. La detención de un policía
local de San Sebastián, topo de ETA, demuestra que la política de infiltración
de B y ETA en las instituciones es como la lluvia fina que preconizaba el
caudillito para sus mensajes electorales. La venganza fría de Otegi ha impedido
al tripartito vascongado recurrir la Ley de partidos ante el Constitucional,
algo así como “os vais a enterar, hostias”. El titular del sonriente cordero
Carod con un inciso impagable, “Quiero que ETA deje de matar en Cataluña y,
claro, en España”, suena a indirectísima cuña publicitaria promaragalliana, y
ya se sabe lo que pasa cuando se piensa mal. Fernando Vallespín escribe sobre
“La política pequeña” a propósito, además, del batacarodazo que se ha dado el
líder máximo del partido mínimo por llevar puestas las orejeras del
nacionalismo cuando toca y cuando no. Vallespín, sin embargo, deriva enseguida
hacia otras pequeñeces políticas como las del caudillito, si bien se le ve el
plumero ilustradespótico cuando insiste en que, en según qué materias
políticas, lo propio de la política grande es “hacer pedagogía” sobre esas
cuestiones “complejas y delicadas”. Clonista, sin embargo, que frisa ya el
medio siglo, está más que cansado de las tutelas paternalistas, vengan de donde
vengan. La cuestión de la inmigración, a juzgar por la demonización hecha por
Munar de la inmigración y la demonización de Munar hecha por el discurso políticamente
correcto de quienes a buen seguro no mantienen el más mínimo contacto social
cotidiano con la inmigración augura tiempos de demagogia y crispación. La nueva
casa zoológica de Copito de Nieve y familia –a Clonista siempre le ha resultado
enternecedora la lucha nacional por floquetar de neu a Copito, la verdad- ha
costado la friolera de 198.000 euros. ¡Fuera demagogias!, que no es lo mismo
ser el único gorila albino, que ser un paria dado al vino, ¡dónde va a parar!
Algo parecido le ha ocurrido a Clonista cuando se ha dejado llevar por todos
los demonios a la moda y se ha despachado a gusto contra el incomprendido David
Delfín quien, al fin y al cabo, había encontrado su inspiración en el cuadro de
Magritte en el que se besan dos encapuchados. Como él mismo dice, entre vendas,
collares-soga-con-nudo de horca y otras inspiraciones netamente sociales,
“quizás mi confusión es querer llevar la cultura a la moda”. ¿Quién puede
dudarlo! Hacía tiempo que Clonista, aun a pesar de seguirlo con asiduidad, no
hacía comparecer a esa parte infinitesimal de la realidad que es el suplemento
dedicado a la literatura y otras artes, pero no la moda, de momento. Desde 1916,
año de su publicación, hasta hoy, ha permanecido inédita una novela de
Steinbeck. El título es hermosísimo, El invierno de mi desazón, y no
anticipa, de ningún modo, la trama del libro, centrada en la relación con el
dinero, pero Clonista la anota en su agenda de los buenos propósitos y algún
día se encontrará con ella, a solas. La publicidad sobre la colección de libros
vendidos a bajo precio por El País, los 40 títulos que, supuestamente, ningún
lector culto puede haber dejado de leer, corre a cargo del veterano Rafael
Conte, quien, armado de los tópicos de rigor, dispara con innegable soltura. De
todo el florilegiotópico casposo, ninguno se le clava tanto a Clonista en la
garganta como el de que la literatura nos ayuda a “conocernos a nosotros
mismos”. Apenas leerlo, y escucharlo como un taconazo caudillista ante Bush, o
verlo como las piquesumisas reverencias cervicales, a Clonista le sale del alma
que la literatura nos sirve, sobre todo, para negarnos, para desconocernos. Su
sorpresa, la de Clonista, se produce al llegar a la sección A pie
de página, donde Enrique Vila-Matas escribe, muy en su línea: “En realidad,
no escribo para conocerme a mí mismo, sino para esconderme cada vez más”. Punto
final.
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