30-8-02
Hoy, tras
un día de viaje que nos devuelve a casa, de la que llevamos más de un mes
ausentes, Clonista apenas tiene fuerzas para meterse en su particular camisa de
once varas. Al mediodía siguiente la realidad ya se ve distinta. No obstante,
una acometida de la alergia colinérgica que padece Clonista, y que le ha
mantenido en vela desde las 3 hasta las 4’30, le ha permitido, por lo menos,
acabar de leer la realidad prensada del día y tomar nota de lo que habría de
aparecer en esta clónica del día de hoy, penúltimo del mes y ya lleno de la dura
realidad de la inmediata reincorporación laboral, entre otras varias. La
realidad prensada sigue construyéndose alrededor de B, como muestra
gráficamente la fotografía del día, rodeada de asuntos tan dispares como el
fracaso del bloqueo de las cuentas bancarias de Al Qaeda, el insoportable
ascenso de los accidentes laborales y la sólita declaración maragalliana de
plantearse en serio la evolución de la
Constitución (la cursiva es de Clonista, pero bien podía haber sido del
propio Maragall, que conste). El retrato de Luis Carandell, sin premio
institucional alguno que hubiera podido tocarle en suerte, hace presagiar lo
irremediable, como así ha sido. Una lástima. Clonista ha pasado muy buenos
momentos leyéndolo y escuchándolo, y ha aprendido lo suyo a conocer la
intrahistoria de este país a través del magnífico Celtiberia Show, una crónica carpetovetónica impagable, cuya última
descendencia ha sido el celebrado Florido
Pensil, entre otras. A Bush se le complica el ataque contra Irak, no por
méritos defensivos de Sadam, sino por los escrúpulos diplomáticos de Europa,
que se han agarrado a la necesidad de que la ONU dé el visto bueno. Hoy sí que
la realidad se ha manifestado con toda su crudeza inescrupulable: las
autoridades alemanas han confiscado dos contenedores de material militar
israelí que iba a ser vendido a Irán. ¡A Irán, nada menos! Pues así es la
realidad. Si lo que parece impensable y abominable fue cierto, que Hitler tuvo
admiradores y seguidores judíos –por cierto, Clonista tiene pendiente una
película, The Believer, americana,
que narra un caso parecido–, no menos evidente es que hay comerciantes judíos
dispuestos a venderle lo que sea incluso al diablo. Muy ilustrativa, la
realidad sucia del comercio de armas, desde luego. Ahí sí que a Clonista le ha
parecido estar tocando la médula de lo real. Emilio Alfaro escribe un artículo
de opinión en el que se recoge una idea muy perspicaz: el golpe contra B ha
sido contundente y no tendrá respuesta, porque B había nacido para moverse,
como un vampiro, en el ambiguo terreno de la legalidad. Pasar a la
clandestinidad es pasar a lo desconocido, a aquello para lo que no están
preparados. En la clandestinidad las fronteras con ETA aún se desdibujan más y
muchos de ellos incluso pueden verse abocados, perdida su legalidad, a tener
que empuñar las armas y pasar del grito al disparo o al detonador, algo para lo
que quizás no estén todos preparados. No lejos de donde tienen esos problemas
organizativos los de B, un crimen pasional apenas habría de despertar el
interés prensado. No ha sido así y G.P.C, alias El Vargas, fue detenido tras
haber asestado numerosas puñaladas a su compañera sentimental. ¿El
reconocimiento? “Se le fue la mano.” En la excelente novela de Raúl Guerra
Garrido, Tantos Inocentes, en la que
se recoge otro asesinato, de muy distinta índole, se ofrece una misma
explicación por parte de los asesinos. Esa creencia a pies juntillas en la
capacidad de control de la mano, hasta que se desmanda y pasa lo que pasa, es
algo que no deja de sorprender al clonista. A los inmigrantes ya les chupan la
sangre cuando logran encontrar un puesto de destajo en el negocio de cualquier
empresario esclavista de los muchos dispuestos “a compadecerse de esas pobres
bestias hambrientas”, pero siempre hay desaprensivos literatos dispuestos a
vivir del cuento, como los que han querido hacer su agosto al propalar el rumor
embaucador de que enviar una solicitud de regularización desde la sede central
de Correos en Barcelona era sinónimo de obtener una respuesta positiva. ¿El
negocio pícaro? Vender a 10 euros los formularios que a los inmigrantes les
cuesta uno en las sedes oficiales. Hoy parece el día de la realidad a pie de
obra. El precio del pollo ha caído por debajo del precio de coste. Al
consumidor, evidentemente, esa depreciación no le llega ni por asomo. El
productor se queja y ¿qué pide? Que se luche contra la competencia desleal de
las importaciones de Brasil y que el Estado les proteja, amén de mejorar las
relaciones con Marruecos, para exportar más, y costear una campaña publicitaria
para promover el consumo de la carne antibiótica de pollo. Lo que ignoraba Clonista era que, en los
sofisticados tiempos de Internet, las fantasías contables, los timos
gescarterienses y otras virguerías financieras, aún hubiera pardillos
dispuestos a pasar 190.000 euros a Andorra cosidos a la ropa, en forros y
bolsillos. Clonista aún recuerda el desfile de maletines con divisas camino de
Suiza, propio del final del franquismo. ¿Será una noticia de mal agüero? Qué
tristes las postrimerías de CiU, escondiendo su responsabilidad en el caso del
buscador OLÉ. De pena. ¡Hay que ver las bromas del espacio! Habiendo llegado a
la Agenda, Clonista ha pasado la vista rápida a que está acostumbrado, y como a
menudo la Vida Social y las Necrológicas cambian su colocación en la página,
¡menudo susto al ver la imagen familiar y simpática de Juan Cueto, en foto
tamaño carné! Enseguida ha comprendido que una necrológica así se merecería un
despliegue incluso mayor que el dedicado a Luis Carandell, pero ese pensamiento
ya pertenecía a milésimas de segundo alejadísimas de la primera impresión
despreocupada y rutinaria. Los accidentes laborales, ya metidos en asuntos
necrológicos, ascienden porque las empresas no realizan la evaluación
obligatoria de los riesgos propios de cada actividad. ¿Y los inspectores? Al
servicio de los datos macroeconómicos, faltaría más. Clonista ya dejó escrito
que no solía internarse por el suplemento Tentaciones
excepto casi tan de pasada como suele hacerlo por el paisaje prensado de la
Agenda, pero hoy, que lo ha hecho con más detenimiento al acompañarse de él en
el cuarto de baño para aliviarse del vientre, se ha encontrado con la pifia
mayúscula de haber adjudicado La semilla
del diablo a John Casavettes, en vez de a su auténtico creador, Roman
Polanski. Que aquel fuera su excelente y diabólico protagonista no lo convierte
en el director. Probablemente el articulista desconoce la faceta fecunda y
excepcional de Casavettes como director, con películas tan excelentes como Un niño espera, Noche de estreno y Gloria,
entre otras. Errores así los puede cometer cualquiera, desde luego. Al fin y al
cabo, ¿no es la propia realidad un error descomunal? Pues eso.
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