martes, 10 de noviembre de 2015

7-9-02

     Último día de playa del año, con Terencia y los Horth, en la realidad de una cala costabravense donde la realidad laboral por venir ha iniciado su invasión sutil pero contundente. Recibir las órdenes de la realidad prensada sobre la arena ha amortiguado no poco su habitual desconsideración, e incluso le ha permitido a Clonista compartirla, lo que, ahora que cae en ello, casi nunca ha hecho a lo largo de esta aventura, salvo con su oíslo. Sigue siendo extraña e inescrutable, no solo la realidad, sino nuestras relaciones con ella, con la prensada y con la otra, se halle donde se halle. Parece más que probable que la identidad sea un concepto no muy alejado de la pesquisa de Clonista, y que quizás, de algún complicado modo, se fragüe en ella, pero no es el momento de inplicar, sino de explicar el mapa verbal que quiere ser reconocido como lo real-en-sí, aun cuando en su rectángulo se confundan personajes, trama y decorados y toda la obra sea el delirio de unos guionistas descerebrados que se ignoran unos a otros e incluso compiten entre sí para rizar cuanto rizo venga o no a colación, hábito enraizado en ellos y del que son el fruto borde. Anunciada como la buena nueva de la primera cruzada del presente siglo, Corablair de León vuela a ofrecer la sangre de sus cruzados para mayor gloria del imperio cristocapitalista, que no es errata de criptocapitalista, obviamente, ¡faltaría más! Y mientras el mundo tiembla ante los raids aéreos inminentes, la controlada Irak ha recibido ya bombardeos usamericanos sobre posiciones antiaéreas que se han aventurado más allá del estrecho territorio en que se les ha dejado creerse la gran esperanza árabe para derrotar al infiel. Sin caer dentro de la sección 11-S, un año después, se recoge una realidad que dice bastante poco de los criterios racionales que suelen adoptarse para resolver según qué aspectos de la misma -¡qué impropiedad tan chusca:  la misma!-: El Senado usamericano aprueba que los pilotos lleven armas. Los directores de las compañías aéreas lanzan la paradoja y esconden la mano de la petición de ayudas gubernamentales para sobrevivir a futuros atentados con suicidas aéreos: “mientras gastamos literalmente miles de millones de dólares para impedir que haya armas en los aviones, la idea de introducir intencionalmente armas letales en el sistema parece peligrosamente contraproducente.” ¿No es hermoso el razonamiento? De ayer se arrastra el desenlace de la condena por el caso del padre asesinado, bien por sus hijos, bien por el amante fontanero de uno de ellos. Los hijos, menores de edad, han sido condenados ¡a prisión perpetua! Bien cuidados, pues, pueden estar encerrados unos 70 años o más. Si se descuidan, que será lo más probable, ¿quién lo sabe? He ahí una monstruosa carnaza para antropólogos, psicólogos, sociólogos y cuantos logistas se quieran sumar al impío banquete. La paz de los muertos, que nunca ha respetado la especie humana, vuelve a violarse al desenterrar  más de 2000 cadáveres del ejército napoleónico que sucumbieron al frío lituano –entonces ruso- en Vilna, en 1812. Como los historiadores calculan que murieron unos 40.000, aún los exhumadores tienen trabajo para años. Del ejército de mercenarios se conocerán, dentro de poco, datos utilísimos para seguir escribiendo la loca historia de la humanidad, anuncian los expertos. Clonista siempre se acerca, al llegar a la opinión prensada, a la sección de Cartas al Director, pues el instinto gregario le puede y no se encuentra a disgusto con sus congéneres y corresponsales. De la carga de la brigada apesadumbrada contra la exhibición nacionalcatólica del caudillito, Clonista solo ha tenido ojos para la desilusión de José María Redondo, quien creyó, y lo mismo le pasó a Clonista, que su vendedor de periódicos le había gastado una broma y le había dado otro por El País, después de 26 años de comprar y leer siempre el mismo. ¡Y qué peligrosa es la desilusión! Sobre todo para los verdaderos ilusos, que no son tantos como se cree: abunda, como los delincuentes de cuello blanco, la retorcida especie de los falsos ilusos. Monterroso ya escribió, por ejemplo, apercibiendo al lector contra los falsos solemnes, por ejemplo. Avieso ilusionista de pacotilla es Arzalluz, sin ir más allá, cuando quiere convencer a sus convencidos seguidores de que las vascongadas están viviendo un “estado de excepción de hecho.” Hermann Tertsch sí que va “Allende el espejo” y lanza una diatriba convincente contra la buena conciencia nacionalista de que allá, en aras de la soberanía política, estaba poco menos que justificada la intimidación, la agresión y el asesinato o, como él dice, “todo parece indicar que se ha acabado la larga fiesta de la impunidad del pim pam pum.” Que la realidad es poliédrica es indudable, que los razonamientos –si así se les puede llamar sin faltar severamente a la propiedad del concepto- de Arzalluz son ariéticos, no lo es menos. Si el razonamiento de los directores de las compañías aéreas tenía cierta hermosura proposicional –frente a la desproporción de las esquinadas visceralidades arzallucianas-, el de los juristas que se oponen a los planes del goppierno tiene todo el aire de lo implacable: “Un español que cometa una agresión sexual se enfrenta a una pena de entre uno y cuatro años de prisión. En cambio, un extranjero en situación irregular que perpetre el mismo delito será expulsado a su país, donde quedará en libertad.” Pues seguirán en ello, claro está. Nada arredra al goppierno, ni la certeza de que gobierna a redropelo. La testarudez -¡qué apropiada, de nuevo, la errata pulsacional: testadurez!-, que en el caso de este goppierno, definitivamente errático, puede calificarse de testuzdurez, ateniéndonos al antropológico aforismo machadiano, diríase que es rasgo antropológicamente definitorio de lo español (lo cual, con tantas autoexclusiones regionales, cae ya del lado de las minorías en vías de extinción), pero el caudillito lo ha elevado a rasgo identitario político, tan ariético –inintelectualmente- como el de su extremo vascongado. Las realidades encuestadizas tienen todas ellas un inequívoco aire de familia. El último despropósito se reviste con la túnica laudatoria y nos convoca a la celebración religiosoepifánica sin darse cuenta de que el escéptico mundo plebeyo se limitará a rezar una oración por el alma de la verdad fallecida bajo sus pliegues. La ESO ha hecho retroceder el fracaso escolar 13’4 puntos en diez años. Que la dejen sola, pues, que de aquí a nada volveremos a tener otra brillante generación como la republicana, segunda -¿y definitiva?- edición. La tentación lingüística de Clonista, que es huida lúdica de la determinación del verbo prensado, no puede pasar de largo por el incendio que ha destruido la iglesia más antigua del Brasil, de 1732, ofrendada a Nuestra Señora del Rosario de Pirenópolis. Las falsas estimologías también han contribuido lo suyo a la creación lingüística, como es bien sabido, y si un pionero puede ser el burdo cruce de pionero y misionero, ¿por qué un incendio en esa iglesia no habrá sido el destino fatal de una virgen de Pireno, Pirineos, pirómano, pira... y así hasta la ceniza final? Son cada vez más frecuentes las noticias que recogen esa faceta del esclavismo que reniega de la solidaridad de los desposeídos, aunque quizás nunca la haya afirmado con anterioridad y el concepto sea un reflejo del voluntarioso y ajadito roussonismo inconsciente de Clonista. Trágico destino, sin duda, el que los inmigrantes hayan de defenderse en primer lugar de sus compatriotas, antes que de sus explotadores. Montalbán, tan orwelliano él, llegaría a la conclusión de que esos traficantes de esclavos están pagados por las patronales de aquí para que luego les parezcan una bendición sus misérrimas condiciones de trabajo, el propio trabajo y la limosna, pues que ni a salario llega. Realidad y de la buena, que no es otra que la que habla por sí sola, sin intermediarios –si es que esto tiene algún  sentido, que Clonista cree que no, pues más le parece un fleco verborreico que otra cosa-, es la importación de un cura rumano para que atienda a los rumanos leridanos. La crisis de vocaciones –de la que Clonista lleva oyendo hablar desde finales de los años sesenta- anuncia, además, la llegada inminente de novicios colombianos. ¿Cómo se quejan, después, los profhéroesores de catalán de que no avance el uso social del catalán? Ay, la realidad, la realidad. “Leemos mal en el mundo y después decimos que nos engaña”, decía Tagore. Valga mundo por realidad y elévese. Quien no ha leído mal ha sido Clonista, cuando ha hallado esa perla de provado valor en el titular del cronista Pere Lobato: “Las intensas lluvias de agosto provarán un descenso en la calidad de la uva en la Denominación Penedès.” Habrá responsables, y hasta fagosílabos, sin duda, pero cabe la duda en un socavón tan evidente. Alegra a Clonista sobremanera la determinación Ueuropea de represaliar a Suiza si no pone fin a su política de secreto bancario. ¿Lo verá Clonista? ¿Cuánta sangre hay detrás de esos depósitos bancarios? La historia más siniestra de la humanidad se esconde en esas cámaras acorazadas. Contrapeso de todo lo anterior, y realidad pelín esteticista, sin por ello dejar de ser eticista, a su manera, ha sido Road to Perdition (mal traducida, moralmente, como Camino a la perdición), de Sam Mendes, una película de gansters y de relaciones paternofiliales complejas. Hanks representa el papel de asesino sobrio y profesional, que no desea un futuro como su presente para su hijo, y Paul Newman cumple con maestría su papel de villano escindido entre el amor a la propia sangre y al verdadero hijo, el adoptivo, Hanks. 

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