jueves, 12 de noviembre de 2015

9-9-02

     Parece que Bush anduviera con prisas bélicas locas para hacer coincidir su ataque a Irak con el 11-S, caiga quien caiga, para decirles a sus compatriotas que donde las dan las toman. Los datos que avalarían los bombardeos serían “erróneos”, según la realidad prensada, e incluso la Casa Blanca habría reconocido que los que usa Bush son de segunda mano, a falta de pruebas actuales contundentes. Un mandatario usamericano alardea de que nadie tiene más ni mejor información que ellos para tomar la decisión de un ataque. Ahí está el núcleo del asunto: quién es quien sabe, el qué, y cómo y dónde. Después de haber desistido de crear su propia Agencia de Desinformación, no cae dentro de lo inverosímil el amaño informativo, por burdo que sea. ¿Acaso no se llena de demagogia el caudillito la boca, en la columna de al lado, cuando alardea de que “vamos a barrer de las calles a los pequeños delincuentes”, mientras se calla que es para alfombrárselas a los grandes? Mayor coherencia de portada advierte Clonista en la permisividad del PNV hacia los manifestantes  que marchaban a favor de los presos vascos. Les han organizado, desde el poder central, la guerra civil que ellos llevan evitando años y  no están por la labor de partir con el hacha del odio un mundo tan bien organizado entre los apocalípticos y los integrados, todos ellos redentores, sin embargo. Madrazo, el coordinador de IU en las vascongadas, quien representa en ese drama rural el papel poco agradecido de comparsa para todo,  se ufana de la capacidad de flexibilidad de las fuerzas policiales vascongadas, quienes evitaron, mediante ella, la violencia que se hubiera producido. Ahora bien, tanta flexibilidad con los matones, ¿quiénes la sufren? Zapatero sigue yendo a lo suyo, que son las propuestas, y ahora saca su proyecto de constitución europea, con regiones autónomas más poderosas y, en definitiva, una Europa más fuerte. Claro que hay fortalezas y fortalezas, pero esa coincidencia con los conservadores europeos no augura nada inteligible para el común de los mortales de izquierdas, si aún existen unos y las otras. La reiteración hasta la saciedad de lo obvio produce en Clonista una insatisfacción y una desazón infinitas. Lo real es aquello que logra afirmarse, contra la resistencia social, a pesar de su obviedad intrínseca. Que Palacio eleve a realidad prensada la obviedad de que España no hablará con Marruecos sobre Ceuta y Melilla, acaba desfigurando ambas realidades e introduciendo notables sospechas de que tanto una como otra se nos han escapado de las manos y nos han dejado huérfanos, aislados en el mar borrascoso de las incertidumbres y los desasosiegos. Junto a la efigie dominadora del caudillito en el acto donde hizo su chistecito musical –si con lo del Tireless fue el submarino amarillo de los Beatles, ahora, con la inseguridad ciudadana, es la famosa escoba de los Sirex-, un discípulo valenciano, el alcalde de Castellón, se lanza al ruedo y, amparado en el ejemplo presidencial, da los tres vivas de rigor a Franco, el “español hasta la médula”, en un libro patrocinado con los dineros públicos del ayuntamiento. Cuando Clonista pisa los terrenos de Sociedad puede encontrarse con lo inverosímil, porque es de casi obligado cumplimiento hallar realidades que, una vez prensadas, sean capaces de seguir manteniendo el interés –muy a menudo morboso- de los lectores. Ahora bien, que formen parte de la crónica política, en la sección España, las apuestas ilegales organizadas por ecuatorianos en relación con los partidos de balonvolea que celebran en la Casa de Campo a tal fin resulta no poco chocante. A Clonista le parece que, a pesar de las apuestas, el asunto no deja de tener una perspectiva atlética encomiable. ¿O es que el PAMDB ha notado un levísimo descenso en sus ingresos? En Sociedad, sin embargo, aparece la petición formulada por asociaciones de divorciadas y juristas al goppierno para que éste cree un fondo que abone las pensiones impagadas y reclame después judicialmente esas cantidades a los estafadores machistas. La realidad jurídica de esas situaciones es tan grotesca como la de los delitos cometidos al volante, homicidios incluidos. Según se recoge en la noticia, el impago de la pensión está menos castigado que el simple hurto. Más no se puede pedir de la animadversión prensada hacia un ridículo Mas de sainete, inaugurando a diestro y siniestro, haya o no presupuesto para lo previsto y que a lo peor no se verá nunca: encarna lo peor de la política, sin duda, que no el peaje vulgar que buena parte de los políticos profesionales cree que ha de pagar cada cuatro años. La tradicional Fira de Tàrrega se queda sin Director porque le escatiman la dedicación a tiempo total. Normal. ¿Pero eso de la cultura no se hace por amor al arte?, piensa la mayoría de los administradores del erario público, cuando no se trata de las “primeras figuras”, porque entonces los presupuestos se convierten, sin haber ido aún más allá, en cómodos flotatsdores donde los patrocinadores políticos se mecenan a su gusto. No es extraño que lo más real de la realidad prensada esté al final y tenga, además, ese aire de solemnidad envarada que lo hace antipático al lector humanista poco inclinado a la contabilidad y sí mucho a los buenos cuentos. La revelación del día, que viene de semanas atrás, sin embargo, es la constatación de que la liberalización eléctrica ha supuesto un fracaso: la competencia al duopolio cada vez contrata menos, y cuando se le abra el melón de las familias y el de las pymes, seguirá igual, porque sus tarifas serían superiores a las que ahora mismo se pagan. En este país hay un concepto muy particular de la competencia. La prueba la ha dado el goppierno al prestarle tantísima atención a ese triste tribunal sobre la competencia vacío de competencias, de poder y del que ni se sabe si aún está en activo, porque igual ha desaparecido, dada su inutilidad manifiesta. La realidad es siempre un obstáculo que se ha de superar, un reto. Ahí está ese talludito militar frances, 62 años, Michel Fournier, ex paracaidista,  que lo ha dejado todo para dedicarse en cuerpo, alma y presupuesto al único salto que le dará sentido a su vida: desde 40 km de alto. No se trata solo de un nuevo record Guiness, esa banalización de uno de los fundamentos de la especie, sino de una verdadera aventura que implica, como es imprescindible, el riesgo de perder la propia vida. A diferencia del paracaidista, Clonista, que tacha de aventura su travesía clónica, no corre el riesgo de perder la vida, sino de no recobrarla, porque su aventura ha consistido en perderla desde el primer día en que, sin siquiera despedirse de sí mismo ni de sus allegados, se abandonó para sumergirse en la realidad prensada. Ya veremos cómo acaba el invento.

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