viernes, 25 de diciembre de 2015

21-10-02

     Hoy lunes, terrible día de la devastación profesional, a lo que se suman las desesperaciones anejas al curso de confección de páginas web, amén de otras lindezas de agenda, abre Clonista una realidad adelgazada a fuerza de expansión dominical.  Cuando las declaraciones son la base de la realidad, malo: poco ha sucedido de sustantivo. La resaca del mitineo de fin de semana se alarga hasta la realidad del lunes y la impregna con efluvios electoralistas de subasta, como la propuesta del PSOE de dar a los funcionarios una paga extra realmente doble, no esa escasa mitad del sueldo que más se parece a un aguinaldo que a otra cosa. El PP propone la enésima versión del fracaso electoral, esta vez con el rostro fresco como de Rosa del rey de las reverencias cuellicimbreantes y hasta casi genuflexiones, a juzgar por la aviesa fotografía con que ilustran su acaudillado nombramiento digital. El PNV, en su feudo vascongado, anda repartiendo estopa a los empresarios para quebrar el frente monolítico que se le opone y sacar algo de pecho de tejido social, a ver si se disimula el culo al aire que se le ha quedado al proponente Ibarretxe. Irlanda alivia con su sí la angustia que había cundido entre los miembros de la Unión Europea partidarios de la ampliación. Es importante disponer de nombres para relacionarse con la realidad y poder domarla, o intentarlo, y sobre todo manipularla a nuestro antojo. El dios asesino de la mirilla telescópica ha pasado a ser en cuestión de días, con carácter fijo, el “asesino del tarot”, que no es poca degradación, desde luego, respecto de su pretensión original. Los motines alcohólicos se extienden. Ahora son los jóvenes zaragozanos. De aquí a nada, ni se sabe. Como bien señala Adela Cortina: “La gente ni siquiera sabe por qué consume.” Añade, además, una reflexión que cae de lleno en una de esas obviedades típicas del discurso contemporáneo: “la argucia del ‘marketing’ es decir a la gente que encontrará su identidad a través de él.” Algo tendrá que ver con esas argucias el hecho de que las gasolineras hayan hecho de las ventas de recargas de móviles su segunda fuente de ingresos. De simulacro de identidad, cabría hablar; como cabe hacerlo de simulacro de realidad, según expuso tiempo ha Baudrillard, un auténtico especialista en la materia. Lo que no es simulacro, sino indiferencia política programada –y una coz en el estómago y la conciencia de cualquier contribuyente- es la ausencia de alojamiento para los 8.000 indigentes catalanes cuya esperanza media de vida no pasa de los 55 años. Imposible seguir.

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