miércoles, 30 de diciembre de 2015

26-10-02

     Es imposible luchar contra el tiempo, como muchas veces lo es hacerlo contra la naturaleza humana. ¿Cómo comentar que los chechenos –en el titular ni guerrilleros ni terroristas ni verdugos- han asesinado a dos rehenes cuando Clonista ha recibido la noticia de que ya habían entrado a sangre, fuego y gas paralizante, en el teatro, las fuerzas especiales de la policía moscovita? Lo escrito: imposible. En un día de ajetreo familiar como hoy, con un único momento de libertad clonicante, éste, rozando ya la extinción del día, ¿cómo serenarse y afrontar la revisión del teatro general de la realidad prensada, sin que pesen los plomos del agobio? Clonista ha acabado aceptando que, en realidad, en realidad, lo suyo tiene más de recreación que de clonación, y lo vive sin complacencia, antes bien como un fracaso, ¡uno más! La tentación lúdica ha podido más que la especular, y aquí sigue, dispuesto a dejarse llevar por los derroteros verbales que quizás no le conduzcan a ninguna parte, salvo al cada vez más próximo 31 de diciembre, con el que suele soñar como un posible final apoteósico que equivaliera al bel morir que tutta una vita onora. ¿O no es así la cita de campanillas? De momento los que han muerto han sido dos rehenes a los que el maldito azar les puso en el sitio más inadecuado en el peor de los momentos. Que ellos dos pudieran haber sido cualesquiera de los que cómodamente leen su desgracia en la realidad prensada añade una dimensión estadística a su tragedia que, como muy bien dice Verdú, en columna final, en poco o nada se diferencia del azar que determina las bajas en acto de viaje en las carreteras de todo el país, sin distinción de clases: secundarias, comarcales, autovías, autopistas, caminos vecinales y cuantas hubiere. Las autoridades rusas no han engañado a nadie. Dijeron que si había ejecuciones entrarían y así lo han cumplido. Por el camino han quedado muchos muertos pero se han salvado más. ¿La enseñanza? De haber una próxima vez, lo primero que harán, sin jugar tanto de boquilla, será acabar de una tacada con la mitad de los secuestrados. Porque lo difícil será que una acción así haya servido del tradicional “escarmiento”. En todo caso constituye un escarnecimiento que encarnizará el conflicto, sin duda. Al otro lado del mundo, los “dos fracasados con un fusil”, en acertado titular de Enric González, no han hecho, al parecer, sino cumplir el tópico poético: el nombre crea la realidad. El veterano usaba con su hijo adoptivo un apodo cariñoso: “Sniper”, francotirador. Y un tópico surrealista, que tanto se le reprochara a Breton en su día y, sobre todo, en los posteriores. Que una película no realizada sea noticia digna de reflexión se debe a la pluma afilada de Cabrera Infante, tan cinéfilo como ingenioso. El fracasado Quijote de Guilliam es el pie no forzado. La entrevista con la juez Ruth Alonso, excarceladora de etarras acogiéndose escrupulosamente a las leyes, ha abierto un frente demagógico que enseguida ha fortificado el goppierno con un entusiasmo electoral digno de mejor causa. Con todo, no cabe duda de que a la jueza le han metido más de un gol arrepentido en esos procesos, aunque, como argumenta impecablemente, “ninguno de los etarras en libertad condicional que han pasado por el juzgado han reincidido, ninguno.” Tan tontos no son, la verdad. Locos sí, pero no imbéciles. El aval de GarZón a la jueza ha sido concedido desde las alturas olímpicas como una bendición papal que la ampara. Alfonso Guerra merecía esa doble página de desagravio que le brinda El País, al hilo de la conmemoración de la llegada al poder de los socialistas. No ha acabado de maestro de escuela rural, como auguró; pero se ha mantenido, como él dice, más inclinado a los más que a los menos, y eso le honra. El PSOE se ha volcado en esa conmemoración, pero el componente espectacular y propagandístico pesa excesivamente. Se entiende, no obstante, que corren tiempos electorales y hay que revolver los ríos. ¿Qué periódico leyó la autora de la carta que advirtió a Clonista acerca de los problemas protocolarios con la visita de Jatamí? ¿La edición de Madrid? ¡Misterio! Hoy, con todo, sí que aparece una última coletilla de Exteriores en la que reitera que ninguna mujer estará obligada a llevar velo en la visita de Jatamí, de modo que si alguna se cubre con él será por propia iniciativa. Habrá que ver qué decide hacer la ministra. Con lo gracioso que es el caudillito, ¿no se pondría él el velo? De Unió ya se ha pasado a Convergència la bola de las corrupciones pallerolsianas. Suma y sigue. Como se decía antes: pringaos, están pringaos, y con el peor pringue, o el que más repudian los representados políticamente. Ibarretxe ha dejado impronta en Cataluña, donde la cuestión de la reforma del Estatut o la redacción de uno nuevo se ha colocado donde CiU lo quería poner: en el centro del debate político. Y ahí han acudido todas las moscas, Maragall incluido. Malo, malo. Mientras, el gociuerno sigue siendo generosísimo con los dineros públicos, como ese estudio sobre el travase del Ródano hecho por los interesados franceses y pagado por los antitópicos catalanes rumbosos. La realidad del Folclòrum ya se ha consolidado: ¡ya tienen televisión ad hoc! Si toman como modelo, según afirman, el Canal Olímpico –del cual Clonista no recuerda haber visto jamás ningún programa ni por equivocación, y se confiesa un adicto al atletismo- es probable que acabe siendo una realidad clandestina. Lo sensacional del asunto es que se espera de ese Canal Folclòrum que “ayude a crear contenidos”, ¡nada menos! ¿Es posible que tanta improvisación, desorientación e incompetencia vampirice tantísimos dineros públicos? Todo sea en aras del diseño.  En aras del interés nacional de la selección de balonmano ha de ser, sin embargo, la vergonzosa actitud de una federación que hace la vista gorda ante un caso clarísimo y confesado de agresión voluntaria cometido por la “estrella” Duishebaiev contra la cara de un contrario con un balón a más cien quilómetros por hora –y Clonista aún recuerda de su niñez en pantalones cortos lo que podía escocer el baloncito de marras. En fin, se trata de dar un buen ejemplo de que el poderoso es el poderoso y que la ley no le afecta. Y lo han conseguido. Al final, Verdú, siempre atento a la realidad inmediata, aquella con la que hay que enfrentarse a bote pronto, sin casi tiempo para reflexionar, como le ocurre a Clonista, llega a conclusiones que éste subscribe porque las ha enunciado con anterioridad: “hay que convivir con el terrorismo como con las enfermedades incurables o la estadística de los muertos en vacaciones.” Pues eso.

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