26-2-02
Con dos
días de retraso, la realidad reflejada en los diarios tiene ese sí sé qué de
mojama más propia de los libros de Historia, y cuesta un trabajo inmenso
aceptar que el ayer, por inmediato que sea, tenga una carga sustantiva que
condicione el hoy, es decir, el mañana, 27, en el que no tardará mucho en
entrar Clonista. La alteración climatológica afecta al cuerpo hasta el punto de
sentirse éste extraño e incómodo: la primavera en febrero no se aviene con las
expectativas térmicas del cuerpo, de ahí el cansancio y la abulia que lo
señorea hasta reducirlo a puro escombro de irrealizables aspiraciones. Con la
realidad pasa otro tanto: suele frustrar a menudo las expectativas que nos
hacemos respecto a ella, ¡si es que nos hacemos alguna! Lo propio es vivir
ajenos a que exista tal cosa a la que llamamos realidad, por más que siempre
andemos a vueltas con que si tal o cual cosa es real, se ajusta a la realidad,
desmerece de lo real o, simplemente, es inverosímil. Lo de la inverosimilitud
presupone que la realidad es, per se, verdadera, algo en lo que Clonista
renuncia a entrar, aunque hasta el más ingenuo, torpe o lego en la materia sabe
que verdad y realidad son términos heterogéneos. Por ejemplo: a imitación -o
por envidia- del plan pentagónico sobre las informaciones falsas, el goppierno
ha corrido como real un bulo: que Felipe González se ha entrevistado con el
Primer Ministro marroquí y con el rey de aquel país. Mañana sabrá Clonista que tanto el primero como el segundo han
desmentido la información e incluso han ofrecido pruebas que demuestran su
falsedad, la de la información. Es decir, quien más quien menos está dispuesto
a modificar la realidad para que ésta se ajuste a sus deseos, sean electorales,
mafiosos, amorosos, económicos o lo que sea. Casi podríamos asegurar que se ha
convertido en el deporte de moda, este de falsificar la realidad. Para colmo,
mañana leerá, en el tren, un capítulo del libro de Manguel en el que habla de
la traducción -traduttore traditore- y señala precisamente el riesgo de la
falsificación que lleva aparejada. Observando, además, la síntesis periódica de
la realidad, parece que muchos de sus fragmentos hayan tenido la decidida
voluntad de ser para figurar, un esfuerzo que se sitúa en la órbita pentagónica
de la que tanto se ha hablado en esta clónica. El PP acusa de desleal al PSOE
respecto del pacto antiterrorista, y lo hace justo cuando uno de los miembros
de este último partido ha sufrido un brutal atentado de ETA. Parte del poder
político -si acaso no lo es todo- consiste en ser capaces de construir la
realidad, de definir lo real, de ahí la importancia de un desliz como el de
Bush, señalado días atrás. De otro lado están las imágenes congeladas, a través
de las cuales ha de juzgar también el lector, aunque se trata de un doble
juicio, pues el primero es el del propio fotógrafo. En la realidad de hoy
destaca, por su propio peso, la candidata del PRI, Beatriz Paredes, tan
voluminosa como hermosa y aseadita, al menos las manos, y no quiere señalar a
nadie. ¿Qué parte de la realidad formará la siniestra imaginación que se le ha
disparado a Clonista a partir del anuncio que se sitúa a los pies de la
desautorización mediante la que Bush parece haber parado la guerra
desinformativa del Pentágono? “Compramos edificios con inquilinos”, reza el
anuncio. Y su imaginación calenturienta -acorde con la primavera a destiempo-
ha visto enseguida los sibilinos, a la par que despiadados, métodos con los que
la empresa se deshace de ellos para hacer su negocio. Junto a esa imaginería
del horror, un círculo catalán del artista Richard Long, pieza de artecamelo monumental
donde las haya, le deja de piedra: como le deja sordo el concierto de
aspiradoras o estupefacto la playa de hielo en la Puerta de Alcalá. Con todo,
desde la Agenda hasta los ecos de
sociedad, resulta agotadora la cantidad de fragmentos de realidad con una vida
cuya importancia sólo la pereza le impide a Clonista evaluar. Se dice siempre,
a sí mismo, que es injusto, que su visión de la realidad es siempre una
deformación inconsciente, sin fiabilidad ninguna. Y promete enmienda, pero anda
flojo de remos y con sueño atrasado. Tal vez mañana, que es el hoy desde el que
escribe, con un agotamiento preprimaveral que parece la más pura de las
astenias. Hasta hoy, pues.